¿Alguna vez has sentido que te encuentras ante una obra de arte y, sin que sepas muy bien cómo, te han tocado el corazón? Eso es exactamente lo que se experimenta al disfrutar de las producciones de Kulunka, una compañía teatral vasca que, a lo largo de sus 15 años de existencia, ha logrado conquistar plateas tanto en España como en el mundo entero. Desde sus máscaras hasta la música que acompaña cada actuación, Kulunka no solo cuenta historias: transforma emociones y recuerdos en experiencias comparables a las que podrías vivir en tu propia vida o, al menos, en una película desgarradora de Pedro Almodóvar… ¡con un toque de humor!
La magia de las emociones en el teatro
No hace falta ser un experto en teatro para darse cuenta de que lo que hace especial a Kulunka es su capacidad de comunicarse sin palabras. Cuando asistí al estreno de «André y Doriné», una obra que lleva» en el corazón» de su trayectoria desde 2011, no podía dejar de pensar en cómo el silencio a veces habla más que mil palabras. Con un apretado auditorio en el Teatro Español, donde las butacas respiraban el aire de la emoción e incluso los pañuelos de papel se hicieron necesarios, me di cuenta de que estaba a punto de vivir algo diferente.
La obra cuenta la historia de una pareja de ancianos, pero no es solo su amor lo que se refleja en el escenario. La interacción entre los personajes, narrada a través de brillantes gestos, movimientos corporales y, por supuesto, la música de Yayo Cáceres, es conmovedora. ¿Quién no ha sentido cómo la vida se convierte en una montaña rusa, llena de risas y lágrimas, en las relaciones humanas?
Recuerdos de una casa llena de vida
En «André y Doriné», los personajes son una suerte de reflejo de tantas parejas que conocemos: los pequeños conflictos diarios, los momentos de complicidad y, por supuesto, la inevitable presencia del Alzhéimer. La obra nos muestra, sin filtro, esa realidad que es tan dura como real: un amor que se tambalea entre el recuerdo y el olvido. Nadie quiere pensar en ello, pero todos sabemos que sucede.
Recuerdo que, tras una escena especialmente emotiva, una lágrima rodó por mi mejilla. Bosquejé un sonriente «Oh no, aquí vamos de nuevo» cuando vi un grupo de adultos ¡sacando pañuelos de sus bolsillos, como si fuese un recital de música sentimental! Lo cierto es que la compañía no te deja marchar solo con la tristeza; te regala la gentileza de la ternura y el optimismo, incluso en momentos difíciles.
El humor como recurso emocional
Y no todo es mercurio en la herida. A veces, humor y dolor se dan la mano. En «Solitudes”, por ejemplo, encontramos a un anciano que se niega a aceptar la apatía de la vejez. Me encanta la forma en que Kulunka equilibra el humor y la tragedia. Es como cuando intentas contar un chiste en medio de una conversación seria. La risa se convierte en un bálsamo.
Este particular montaje, que se llevó el Premio Max al mejor espectáculo de teatro en 2018, recuerda que la vida, incluso en sus momentos más sombríos, siempre permite un destello de humor. Hasta los más serios, como yo, nos encontramos riendo a carcajadas y tratando a la vez de no parecer demasiado emocionados. Y como agente de espectáculo, es imposible no ayudar a fundar ese puente entre el espectador y los actores.
El legado de Kulunka a lo largo de 15 años
La historia de Kulunka inicia en Hernani en 2010, donde un grupo de creativos visionarios decidieron que el teatro debía ser un viaje emocional que trascendiera las barreras del lenguaje. Y vaya si lo han logrado. En pocos años, la compañía se ha presentado en más de 30 países, una hazaña que parece de otro mundo. Pero detrás de esos números hay una cantidad inmensa de trabajo, dedicación y pasión por lo que hacen.
Es realmente inspirador ver cómo han mantenido su enfoque: experimentar con nuevos lenguajes escénicos y siempre buscar una conexión con el espectador. Las historias no solo se cuentan, se viven. Cada montaje, desde “Forever” hasta “André y Doriné”, refleja la evolución de su arte y su compromiso con el público. A medida que el teatro avanza, ellos también lo hacen, innovando y dejando huella.
Hacia un futuro lleno de color
En el horizonte, Kulunka nos ofrece “Forever”, que, según las críticas, ha sido uno de los mayores logros de 2023. La trama de una pareja y su hijo con discapacidad se configura como un viaje profundo en la vida familiar: risas y lágrimas se entrelazan de forma igualitaria. Es emocionante saber que estos montajes han sido reconocidos con premios como el Max a la mejor dirección, en manos de Iñaki Rikarte, un creador cuyo talento realmente ilumina el escenario.
Lo que realmente destaca de este enfoque es la capacidad de Kulunka para realizar un balance perfecto entre sencillez y complejidad. Cada elemento —desde la escenografía hasta el vestuario, ejecutado magistralmente por Ikerne Giménez— se une para hacer que el espectador sienta que tiene un papel activo en el viaje. Cada función se convierte en un cálido abrazo que permite a los espectadores acercarse más a sus propios recuerdos, luchas y triunfos. ¿No es maravilloso que el teatro tenga este poder?
Reflexiones sobre el teatro y la vida
Lo asombroso del teatro es que imita la vida, pero no siempre tiene por qué ser así. En su esencia, la vida es complicada, y Kulunka tiene esa rara habilidad de reflejar la realidad sin diluir la verdad. Los personajes que parecen irreales en un escenario a veces se sienten tan cercanos que puedes imaginar sus historias como si fueran tus propios episodios. Es en esos momentos cuando te preguntas: «¿Cuántas veces he vivido algo parecido?»
Ciertamente, al salir del teatro, hay una sensación de que el arte no solo ha reflejado nuestras vidas, sino que también ha profundizado en ellas. Kulunka lo ha logrado: la risa se convierte en un alivio, y el llanto, en un purgante emocional. Es un recordatorio de que siempre debemos tener nuestro pongo a mano, pero también que es completamente válido dejarse llevar por las emociones.
Conclusión: un viaje transformador
En resumen, el viaje de Kulunka a lo largo de sus 15 años ha sido un ejemplo luminoso de cómo el arte puede tocar nuestras vidas. Desde el uso ingenioso de las máscaras hasta la profunda conexión emocional con el público, la compañía ha logrado hacer del teatro un espacio donde se celebra la vida en todas sus dimensiones.
Utilizando un enfoque que entrelaza humor, tristeza y ternura, Kulunka nos deja una sensación de que, en los caminos llenos de espinas, siempre habrá flores dispuestas a florecer. ¿Te atreves a embarcarte en este viaje emocional? Si la vida tuviese un botón de «replay», las experiencias de Kulunka serían sin duda las que elegiríamos revivir. Así que, hazte un favor: consigue tus entradas y llévate unos pañuelos por si acaso. Después de todo, la vida es demasiado corta para no disfrutar de las funciones que nos regala, llenas de todas sus emociones.
Con cariño, pasión y esas verdades que duelen y sanan, el teatro de Kulunka te espera con los brazos abiertos. Y aunque todo se trata de vida y amor, ¡no olvides llevar también tu sentido del humor!