La justicia, ese concepto que todos creemos entender, a menudo se presenta como un laberinto de complejidades emocionales, legales y sociales. En este laberinto, Carme Guil, magistrada de la Audiencia de Barcelona y presidenta de la sección española del Grupo Europeo de Magistrados por la Mediación (GEMME), se erige como una brújula. Su enfoque sobre la justicia restaurativa es una luz que nos invita a replantear una serie de cuestiones fundamentales: ¿Puede la justicia ser un medio de reparación y no solo de castigo? ¿Estamos haciendo lo suficiente para las víctimas del delito en España? Acompáñame en este recorrido reflexivo y, a veces, humorístico, que explora las dimensiones de una justicia que va más allá de la mera penalización.
¿Qué es la justicia restaurativa y por qué necesitamos conocerla?
La justicia restaurativa es un enfoque que prioriza las necesidades de las víctimas y busca propiciar un diálogo entre las partes involucradas en un delito. A diferencia de una visión punitivista que se centra únicamente en el castigo del infractor, este enfoque nos invita a analizar los efectos del delito en la vida de las víctimas… y en ocasiones, en la vida del propio infractor. Puede sonar complicado, pero imagina esto: podrías tener una conversación con quien te hizo daño, expresar lo que sientes y, quizás, encontrar un camino hacia la reparación. Suena como un episodio de «Chernobyl» en Netflix, pero este es un drama emocional que puede suceder en la vida real.
Un poco de historia y contexto
Guil explica que, aunque el ejemplo más conocido de justicia restaurativa en España está relacionado con los encuentros entre víctimas de ETA y miembros de la banda, hay muchas otras formas de aplicar este modelo. Algunas pueden incluir encuentros no cara a cara, donde las partes no se ven obligadas a interactuar directamente; lo que importa es que la víctima pueda ser escuchada y el infractor comprenda el impacto de sus acciones.
La importancia de dar voz a la víctima
Cuando referimos a ‘dar voz a la víctima’, dime: ¿quién mejor que una víctima sabe qué necesita para sanar? Es cierto que en el proceso judicial tradicional, las víctimas a menudo sienten que su voz se ahoga entre un mar de formalismos legales. Guil menciona que su objetivo es hacer que las víctimas se sientan escuchadas y atendidas, algo que, sinceramente, todos podríamos utilizar en nuestras vidas, ya sea al lidiar con compañeros de trabajo o con el sistema judicial.
Evitando la revictimización
Una de las cosas que más me impactó de las intervenciones de Guil fue su énfasis en evitar la revictimización. Cualquiera que haya tenido que lidiar con sistemas burocráticos sabe lo doloroso que puede ser volver a revivir traumas en cada fase del proceso. Desde experiencias personales hasta aquellos relatos que nos llegan por las redes sociales, puede resultar desgastante ser protagonista de una historia que preferirías olvidar.
El sistema penal, a menudo, puede convertirse en una experiencia revictimizante. Guil nos recuerda que las víctimas, y en particular aquellas que han sufrido violencia de género y sexual, necesitan un entorno en el que se les escuche, no en el que se les interroga.
De la caza de brujas al entendimiento
En su análisis, Guil también plantea un punto crucial sobre la percepción de los delitos. Su advertencia sobre el punitivismo se vuelve relevante, especialmente al observar cómo, a menudo, campañas y discursos pueden transformar en «delito» comportamientos que son más bien reprochables socialmente. ¿Dónde trazamos la línea?
Un ejemplo que me viene a la mente es la discusión sobre el llamado «Consentimiento», que ha cobrado relevancia en los discursos feministas actuales. Sin duda, es un tema necesario; pero, ¿realmente nos estamos enfocando en educar y prevenir, o estamos tomando el camino fácil de castigar?
El papel de la educación y la prevención
Guil sugiere firmemente que la solución no está simplemente en imponer castigos más severos, sino en educar y prevenir. Una vez escuché decir a un profesor que, para generar conciencia, no basta con enseñar a evitar el fuego; es necesario que la gente comprenda por qué el fuego es peligroso. Esta perspectiva es clave en la discusión sobre violencia sexual y de género.
La educación afectiva y sexual es una de las piedras angulares para prevenir delitos. Tal como Guil plantea, necesitamos herramientas que nos ayuden a crecer y respetar la libertad sexual y emocional de los demás, no solo puntuar tantos en la lucha contra los delitos.
La experiencia de la justicia restaurativa
Pero, ¡espera! Antes de saltar a generalizaciones, es esencial entender que todos los procesos de justicia restaurativa son voluntarios y confidenciales. Guil aclara: “No es un espacio para el perdón, es para la responsabilización”. Me viene a la mente una vez, en un cumpleaños, cuando un amigo nos dijo: «No es solo una fiesta, es un juicio de mis habilidades culinarias». Algunas dinámicas son mejores no convertirlas en una lucha de fuerzas.
Un espacio seguro
La justicia restaurativa ofrece un espacio donde las víctimas pueden expresar sus emociones, enfrentarse a sus preguntas y posiblemente, como él mismo indica, obtener claridad sobre su experiencia. Hay algo profundamente humano en poder decirle a alguien que te ha hecho daño: “Mira el daño que has causado. Mira cómo me siento”. Esta forma de comunicación efectiva puede ser transformadora.
Desafíos y perspectivas actuales sobre la justicia restaurativa
Guil es consciente de que no todo es sencillo. La aplicación de la justicia restaurativa en España enfrenta retos. Por un lado, está la falta de difusión de estos métodos incluso entre los propios jueces, lo que plantea un obstáculo significativo para su implementación. ¿Quién define lo que es justicia si, en la práctica, los actores no están preparados para aplicarla?
El contexto social y legal
El sistema judicial tiende a ser rígido y lleno de proceduralidades que, a menudo, desdibujan el contexto social de cada situación. Como apuntó Guil, la justicia juvenil a menudo toma en cuenta la situación del infractor; sin embargo, esto es un enfoque que normalmente se pierde en el ámbito de la justicia de adultos. Esta falta de consideración por el contexto social es un gran error. ¿Podemos realmente lograr la justicia que buscamos si ignoramos las circunstancias que llevaron a un delito?
Promesas de un nuevo enfoque: hacia la identidad restaurativa
Sin embargo, Guil es optimista sobre el futuro de la justicia restaurativa en España. Aunque el camino es desafiante, hay ejemplos de procesos efectivos que se han llevado a cabo en comunidades autónomas como Cataluña, País Vasco o Navarra. Y con una creciente conciencia, parece que la justicia restaurativa está cosechando más interés.
Casos exitosos y un futuro posible
Imaginemos un mundo donde las víctimas no solo logran acceso a la justicia, sino que también se les brinda un espacio donde su voz es autorizada y respetada. Desde historias de víctimas que encontraron consuelo en procesos restaurativos hasta infractores que entendieron el peso de sus acciones, el potencial para el cambio es asombroso.
En el fondo, lo que se trata es de ofrecer un camino, una alternativa a un sistema que, en su imperfección, a menudo olvida a las personas por detrás de los delitos.
Conclusión
La justicia restaurativa no es la solución única a los problemas encadenados del sistema judicial. Sin embargo, nos ofrece un respiro, una forma de volver a humanizar nuestra percepción sobre la justicia. Como Carme Guil señala, es fundamental dar voz a las víctimas y reparar los daños que han sufrido.
La pregunta que queda es: ¿Estamos dispuestos a abrir nuestras mentes y corazones hacia un enfoque que no solo se base en el castigo, sino en la sanación y la comprensión? En un mundo donde la necesidad de justicia es cada vez más apremiante, la respuesta a esa pregunta podría ser más crucial que nunca.
Así que, como buenos aficionados a la justicia, mantengámonos atentos, educándonos e impulsando el cambio. Porque al final del día, todos merecemos una forma de justicia que resuene con nuestra humanidad.