El 15 de marzo de 2022, los cielos de varias ciudades en el sur de España, como Granada, Almería, Murcia y Alicante, se tiñeron de un color vibrante, pero no por la belleza del atardecer. Era el inconfundible color naranja del polvo sahariano que se desataba sobre la atmósfera, desencadenando uno de los episodios de calima más intensos de la memoria reciente. Y aquí es donde empezaron a surgir preocupaciones sobre posibles partículas radiactivas que acompañaban a este polvo. Tras una serie de análisis por parte de un grupo de científicos, se confirmó la presencia de cesio y plutonio en el polvo, pero el origen de estas partículas resultó ser diferente de lo que muchos podrían haber imaginado. Así que, acompáñame en este viaje fascinante y un poco inquietante por el mundo de la radiación, el polvo y nuestra relación con el medio ambiente.

¿De dónde proviene la polvareda sahariana?

Siempre que escucho la palabra “calima”, me viene a la mente un episodio de mi infancia en el que, al jugar en el patio, acabé cubierto de una fina capa de polvo. En ese momento, pensé que era solo tierra de mi jardín, pero con el tiempo he aprendido que el polvo puede provenir de lugares tan lejanos como el Sáhara. Así, ¡las aventuras previas de mi infancia se convierten en una intrigante historia de polvo internacional!

El Sáhara y el vecino Sahel son responsables de hasta el 70% del polvo que circula por el planeta. Impresionantemente, se estima que entre 400 y 2.200 millones de toneladas de este polvo llegan a Europa cada año. Pero, ¿por qué el polvo sahariano es motivo de preocupación para las naciones europeas, especialmente después de ese día de marzo de 2022?

Un grupo de investigadores decidió aprovechar la oportunidad y estudiar las muestras de polvo que se trasladaron por Europa. Esto llevó a la recopilación de más de 110 muestras provenientes de seis países europeos. Como dice el biólogo y coautor del estudio Germán Orizaola: “Siempre que hay un episodio de estos, surge la relación con las pruebas nucleares que hicieron en el Sáhara”.

El contexto histórico de las pruebas nucleares

Hablemos un poco sobre la historia detrás de las preocupaciones radiactivas. Entre 1960 y 1961, los militares franceses realizaron cuatro ensayos nucleares en Reggane, en el sur de Argelia. Este período fue, para muchos, un capítulo oscuro de la historia de la Guerra Fría. Estos ensayos, incluyendo el famoso Gerboise Bleue, liberaron una energía de 70 kilotones —más de tres veces que la primera bomba atómica, Trinity.

Las explosiones se realizaron a alturas variables: algunas fueron atmosféricas, lo que significa que el polvo generado podría haber llegado a los cielos e incluso a Europa. No obstante, aunque se han discutido ampliamente, las pruebas nucleares francesas no son el único motivo de preocupación. Los ensayos de EE. UU. y URSS en otros lugares del mundo, lejos de Argelia, también han contribuido a la contaminación radiactiva en el medio ambiente.

¿Nos estamos volviendo hipersensibles a estos antiguos traumas? A veces pienso que vivimos en una especie de epidemia de paranoia radiativa. Sin embargo, esto no es tan sencillo, y aquí es donde entra en juego la ciencia.

La investigación del polvo sahariano

Los científicos que trabajaron en esta investigación usaron satélites y análisis geoquímicos para rastrear la procedencia del polvo que se dispersó durante el episodio de marzo. La clave fue observar la composición mineralógica, particularmente la presencia de un mineral llamado palygorskita, muy común en el norte del Sáhara.

Al analizar la composición de las muestras, los investigadores encontraron isótopos radiactivos como el cesio-137 y los plutonios-239 y -240, aunque en niveles muy por debajo de lo que se consideraría peligroso. En definitiva, la actividad radiactiva registrada fue de 14 bequerelios por kilogramo, un nivel que no representa ningún riesgo para la salud humana.

Desmitificando la radiactividad en la calima

Ahora, aquí viene la parte sorprendente: la cantidad de radiactividad que hemos estado temiendo es dos órdenes de magnitud inferior a la radiactividad generada por las pruebas nucleares de otros países, como los ensayos soviéticos y estadounidenses.

Puede ser fácil dejarse llevar por el pánico cuando se reciben noticias sobre contaminación radiactiva, especialmente cuando se asocia con eventos naturales como una tormenta de polvo. Sin embargo, los resultados de esta investigación parecen sugerir que, aunque la historia trae consigo un legado problemático, la realidad actual no es tan alarmante.

Volviendo a la metáfora de mis juegos infantiles, es como creer que un poco de tierra de mi jardín pueda contagiarme de algún extraño virus letal. La mayoría de las veces, es solo tierra y, aunque pueda tener algo de polvo de estrellas, no hará daño.

El poder de la ciencia y la responsabilidad compartida

Una de las características más fascinantes de este estudio fue la colaboración internacional. Gracias a un llamamiento a la ciencia ciudadana lanzado a través de la red social X, los investigadores pudieron recoger muestras de polvo de toda Europa. Esto destaca la importancia de la participación ciudadana en la ciencia y cómo todos podemos contribuir al coraje y la curiosidad del conocimiento.

Sin embargo, vale la pena preguntarse: ¿cuánta responsabilidad tienen los países que realizaron estas pruebas nucleares en el pasado? A pesar de que la ciencia puede desmitificar las preocupaciones sobre la radiactividad, debemos ser conscientes de que la historia no se olvida tan fácilmente. Como sociedad, es fundamental aprender de nuestro pasado, y esas lecciones podrían ser la base para un futuro más seguro.

El debate sobre la radiactividad y el medio ambiente

La relación entre el polvo sahariano, la radiación y la salud humana es un tema que suscita opiniones encontradas. Algunos sostienen que el miedo es exagerado, mientras que otros creen que nunca se puede ser lo suficientemente cauteloso. En tiempos de cambio climático y desastres naturales crecientes, la ansiedad sobre la salud ambiental es comprensible.

Los especialistas continúan analizando los efectos a largo plazo de la radiación en diversas formas de vida, tanto en la naturaleza como en los seres humanos. La preocupación por el alcance de la radiación puede parecer como un antiguo eco del pasado, pero, como hemos aprendido, el polvo está en constante movimiento y puede llevar consigo mucho más que solo terrones de tierra.

Reflexiones finales

Al final del día, la ciencia, el polvo y la radiactividad conjugan un fascinante estallido de preguntas y dudas que aún necesitamos resolver. Lo cierto es que el fenómeno del polvo sahariano nos recuerda que todos estamos conectados por las fuerzas de la naturaleza y las acciones humanas.

Al igual que mis travesuras de infancia con el polvo del jardín, todos llevamos una parte de la historia y de las lecciones que la vida nos ha enseñado. Conozcamos nuestras historias, enfrentemos nuestros miedos, y recordemos siempre que el conocimiento es nuestro mejor aliado en la búsqueda de la verdad. Queda un terreno impresionante que explorar y entender sobre la tierra, nuestros excesos y el impacto en nuestros entornos, y eso definitivamente no es algo que deba pasarse por alto.

¿Y quién sabe? Tal vez un día estemos disfrutando de ese polvo sahariano, no como un recordatorio de radionúcleos, sino como parte del aire que respiramos y el espacio que compartimos. Sin lugar a dudas, la curiosidad sobre nuestra tierra y sus historias siempre nos llevará a lugares inesperados.