La reciente presentación del informe del Defensor del Pueblo sobre la pederastia clerical ha marcado un día histórico en la búsqueda de justicia para las víctimas de abusos en la Iglesia católica en España. Este documento no solo valida el sufrimiento de muchas personas, sino que también establece las bases para una conversación más amplia sobre la responsabilidad y la necesidad de sanación. Con alrededor de 674 víctimas identificadas, el informe nos desafía a pensar en el impacto prolongado que estos traumas han tenido en la vida de las personas.
Un informe que no debe ser ignorado
El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, comenzó su intervención en el Congreso con una declaración clara: “Las víctimas esperan una respuesta concreta a su situación”. Esta línea resonó en la sala y en los corazones de quienes han vivido el sacrificio y el silencio por tanto tiempo. Es como si, tras años de intentar ser escuchados, finalmente encontraran un altavoz en la política.
La voz de las víctimas
Es interesante reflexionar sobre cómo la intervención de Gabilondo refleja un cambio de paradigma. ¿Alguna vez has sentido que tu voz es ignorada? Pensemos en la frustración que eso representa. Ahora imagina que eres una víctima de un abuso, y cada intento que haces por contar tu historia es minimizado o silenciado. Esto es lo que han sufrido muchos de los que se han presentado ante la Cámara Baja. Ellos no buscan solo un reconocimiento, sino una reparación efectiva y transformación de las estructuras que permitieron perpetuar el abuso.
En el informe, se revela que un 11,7% de los encuestados afirma haber sufrido abusos antes de cumplir 18 años, y un 1,13% en un contexto religioso. Esto extrapolado da como resultado más de 400.000 víctimas en España vinculadas a la Iglesia católica. Si esto no es un llamado a la acción, no sé qué más lo será.
La inercia de la Iglesia
Gabilondo es claro al señalar la “respuesta dispersa” de la Iglesia católica. A lo largo de los años, ha habido una reticencia a reconocer la magnitud de los abusos. Desde una “manzana podrida” hasta un “reconocimiento progresivo”, pero, ¿es suficiente? Si no se trata de una meta amplia y clara hacia el reconocimiento y la reparación, ¿qué sentido tiene?
Anécdota divertida: una vez, en una cena familiar, mi primo, caracterizado por su humor sarcástico, dijo: “La única manzana podrida en la Iglesia es la que se atreve a hablar”. Este comentario ha resonado en mi mente mientras leía las declaraciones. ¡Cuántos hemos sido testigos de la injusticia y nos hemos conformado con sonrisas sarcásticas en vez de actuar!
Un paso adelante, pero MUCHO por hacer
A pesar de la tristeza que rodea este informe, también es un momento de esperanza. El Defensor del Pueblo ha propuesto varias recomendaciones clave, entre ellas, crear un fondo estatal para compensaciones, la apertura de archivos eclesiásticos, y establecer un proceso de reconocimiento para las víctimas.
¿Es esto suficiente?
Al mismo tiempo, hay escepticismo sobre si la Iglesia y el Estado cumplirán estas promesas. La historia de las víctimas demuestra que, a menudo, sus necesidades han sido ignoradas. Durante demasiado tiempo, el silencio ha sido el protagonista. Sin embargo, las palabras de Gabilondo ofrecen un atisbo de esperanza: “Se acabó el silencio.”
La respuesta del Congreso
La mayoría de los partidos políticos en el Congreso apoyaron el informe, instando a acciones concretas. Sin embargo, como ha ocurrido en otros temas, la polarización entre partidos puede complicar el camino. La intervención de VOX, que acusó al Gobierno de llevar a cabo una «borrachera de revancha» contra la Iglesia, es un claro ejemplo de cómo la política a menudo eclipsa el bien común. Cuando la retórica política se convierte en una guerra de palabras, a veces las víctimas olvidan que necesitan un apoyo unificado para su sanación.
La risa como mecanismo de defensa
Recuerdo que en un momento de mi vida, estaba tan abrumado por la política y sus complicaciones, que hice un chiste: “Si vendieran sillas en el Congreso, al menos me podría sentar a ver el espectáculo”. Ahora, revisando estas declaraciones, reconozco que a veces convertir el dolor en humor puede ser un mecanismo de defensa. Para muchos, la política, aunque cruda, es un espectáculo que les desanima.
Las voces críticas
La diputada Ione Belarra (Podemos), a su vez, hizo hincapié en que las acciones deben ser más que palabras. Afirmó que el informe ha sido un “proceso a puerta cerrada” y que tal vez eso perpetúe el silencio en otros niveles. Esto me lleva a preguntarme: ¿cómo podemos asegurarnos de que las voces de las víctimas sean el centro de atención en el proceso? Todo este asunto pone de manifiesto un elemento común en nuestra historia: la lucha por ser escuchados.
Desde la sociedad civil
En este contexto, es importante recordar que este informe no solo involucra a los involucrados en la política, sino que también requiere un papel activo de la sociedad civil. Necesitamos, como ciudadanos, ser un eco de las voces que claman por justicia. Por ejemplo, ¿cómo podemos activar las conversaciones en nuestras comunidades sobre el abuso y su impacto? ¿Cómo podemos crear plataformas donde las víctimas se sientan seguras para hablar?
Reflexiones finales
La verdad es que este informe nos confronta a todos. Nos desafía a preguntarnos: ¿qué estamos haciendo para garantizar que nada de esto se repita? ¿Qué lección podemos aprender de este oscuro capítulo en nuestra historia?
Ahora bien, al mirar hacia adelante, entiendo que algunos pueden estar cansados de las promesas y proyectos que nunca se cumplen. Sin embargo, es en este momento crítico donde la historia puede enseñarnos a abordar las injusticias, a enfrentar los silencios y a sanar colectivamente.
Un llamado a la acción
La propuesta de realizar un acto público de reconocimiento hacia las víctimas sugiere que estamos en un umbral de oportunidad. Pero, ¿será suficiente? Al final, la verdadera justicia solo puede surgir cuando todos nos comprometemos a escuchar y actuar.
¿Qué podemos hacer desde aquí?
Te invito a reflexionar cómo puedes ser parte de esta transformación. Tal vez una conversación con amigos sobre el tema, participar en iniciativas locales o seguir la trayectoria de cómo se desarrollan las políticas en torno a este informe. A veces, las pequeñas acciones generan grandes cambios.
El informe del Defensor del Pueblo no solo es un documento; es una llamada a la acción collective que, por fin, coloca la justicia en el centro de una conversación que ha sido silenciada durante demasiado tiempo. Y como sociedad, ya es hora de que respondamos a ese llamado.