La vida nos pone en situaciones inesperadas y muchas veces, los giros inesperados no solo traen desafíos sino también lecciones valiosas. Este es el caso de Gema de Beas, una mujer que, a sus 29 años, enfrentó la dura realidad de perder la vista. Hoy quiero compartir contigo su historia, llena de fe, humor y empoderamiento, que seguramente te hará reflexionar sobre la vida, la discapacidad y la manera en que podemos apoyarnos unos a otros en momentos difíciles. Así que ponte cómodo y acompáñame en este recorrido. ¡Prometo que habrá risas y, quizás, un par de lágrimas!
Un giro inesperado: de secretaria a madre empoderada
Gema era secretaria de dirección antes de perder la vista, una profesión que, al igual que muchas, requería de su energía, concentración y, por qué no, un poco de magia en la gestión del tiempo. ¿Pero qué pasa cuando una condición tan drástica como la ceguera toca a tu puerta? El cambio fue enorme y, como Gema misma lo describe, «se agolparon los contratiempos».
Yo misma recuerdo un momento en mi vida en el que todo se volvió del revés, como cuando intentas preparar una cena de Navidad con un chef que solo sabe hacer tostadas. A veces, la vida nos lanza ingredientes difíciles de manejar, pero Gema encontró su receta: fe, humor y amor.
La crisis de fe: permitiéndote sentir y volver a creer
Es común pensar que la fe es inquebrantable, como una taza de cerámica china que jamás se quiebra. Pero Gema, como muchos de nosotros, enfrentó una crisis. «Cuando perdí la vista, me separé de Dios, lo eché de mi vida», confiesa. Todos pasamos por momentos de duda, y es en esos instantes que el ser humano aprende a cuestionar. ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho para merecer esto? Pero al final, esos son solo capítulos de nuestra historia. Gema encontró, después de un tiempo, «muchos ‘paraqués’ y quizás también el ‘para qué’ de mi discapacidad».
Tuve una experiencia parecida cuando perdí un trabajo que creía que era mi vida. Al inicio, me atormentaba la pregunta “¿por qué yo?”, pero con el tiempo, encontré respuestas y, sobre todo, un nuevo propósito.
La Navidad: un rincón de normalidad en su hogar
Uno de los aspectos más conmovedores de la historia de Gema es su amor por la Navidad. «Con la llegada de la Navidad adornamos la casa, como siempre», dice, mostrando que, pese a los cambios, la esencia familiar se mantiene viva. Para Gema y su familia, es fundamental crear una atmósfera de normalidad para su hija, María. ¿Y quién no quiere que sus seres queridos tengan una vida normal? Sin embargo, me pregunto: ¿qué es realmente lo normal?
Es fascinante cómo Gema y su esposo, Ricardo, un agente vendedor del cupón de la ONCE, encuentran su propio significado a la normalidad. Ellos adornan su hogar con dedicación, implicando a María en la responsabilidad de cuidar las luces del árbol. ¡Apuesto a que hay más de una familia que no sigue esa regla! Así que ¿qué te parece si solemnemente le hacemos un guiño a esos árboles que permanecen encendidos toda la noche, esperando un “¡sorpresa!”?
La fe que se transforma en acción
Y aquí viene la parte inspiradora: Gema no solo encontró su camino para superar el bajón en su fe, sino que también se amplió a su comunidad. Ella no se limita a ir a misa los domingos; participa activamente en la vida de su parroquia de Nuestra Señora de Araucana en Madrid. ¿Y qué tal si les cuento que también participa en un proyecto que se dedica a ayudar a personas sin hogar? Ella lo describe de la siguiente manera: «No me gusta el concepto de hacer algo, te enseña la gente más de lo que tú puedas dar. Los que te aportan son ellos».
Su enfoque hacia la ayuda humanitaria es un recordatorio de que nuestras propias experiencias pueden ser un motor de cambio en la vida de los demás. No tiene que ser un acto heroico, basta con una pequeña acción! ¿No es hermoso pensar que ayudar puede ser tan sencillo?
Humor: la verdad detrás de las barreras
Una de las cosas que más me sorprendió de Gema es su capacidad de usar el humor como una herramienta valiosa. Ella menciona, entre risas, que «juega mucho el sentido del humor». Y es que, si quieres que la gente se sienta cómoda contigo, ¿qué mejor que hacer reír? Ella ilustra este punto con una anécdota en la que confundió una Barbie con una imagen de la Virgen. ¿Quién no ha tenido un momento de vergüenza en público?
La manera en que Gema aborda su discapacidad es digna de admiración. En lugar de ser objeto de compasión, se convierte en una fuente de risas y aprendizaje. ¡La vida tiene una forma extraña de enseñarte a reírte de ti mismo!
La necesidad de sensibilización
Sin embargo, Gema también es consciente de las barreras sociales que enfrenta. Pone de relieve la falta de sensibilización que hay hacia las personas con discapacidad, lo que puede dejar a muchos en una posición incómoda. «Como persona que ha visto hasta los 29 años, he experimentado que la gente al principio no sabe muy bien cómo tratarte», menciona Gema. La empatía es un aspecto crucial que debemos cultivar en nuestras interacciones diarias.
A través de su experiencia, se convierte en una educadora no intencionada. Pregúntale a cualquier persona que haya enfrentado una discapacidad: ¿no desean ser tratados de manera normal y natural, sin la carga del estigma? Por cierto, es un panorama que refleja cómo, a veces, la sociedad se aferra a ideas preconcebidas que limitan nuestro potencial.
Limitar no significa subordinación
Una de las cosas que más me impactó de Gema fue su crítica a la tendencia de «limitar más» el potencial de las personas con discapacidad. Ella hace un llamado poderoso: «¡Trátame con naturalidad! Puedo hacer más cosas de las que realmente hago». Me gustaría lanzarte una pregunta: ¿cuántas veces limitamos nuestras expectativas sobre nosotros mismos o sobre los demás?
Es fácil poner etiquetas y crear muros. Sin embargo, cuando escuchamos historias como la de Gema, nos damos cuenta de que esa etiqueta no tiene por qué ser un obstáculo. Ella es un ejemplo brillante de que los límites solo existen si los construimos nosotros mismos en nuestra propia mente.
Reflexiones finales: encontrando la paz en la adversidad
En sus palabras finales, Gema comparte un deseo universal: «Para Navidad deseo lo que pedimos todos, paz y amor, que cesen las guerras y seamos capaces de perdonar». Su mensaje resuena, especialmente en un mundo que a menudo parece dividido. Aquí es donde su historia se convierte en un llamado a la unidad, la compasión y el entendimiento.
Tal vez la vida te ha presentado su propio desafío; tal vez no sea la ceguera, pero puede que estés enfrentando algo igual de abrumador. Recuerda la historia de Gema: la vida está llena de giros inesperados, y todos, en algún momento, nos toparemos con dificultades. Lo importante es encontrar en nosotros mismos la fortaleza para seguir adelante, apoyarnos mutuamente y, por supuesto, compartir una buena risa en el camino.
Y tú … ¿qué historias de superación llevas en tu mochila? ¡No dudes en compartirlas! La comunidad es la clave, y cada historia cuenta.
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