En el drama de la historia reciente de España, hay personajes cuyo eco resuena más allá de su tiempo, y uno de los actores más polémicos es, sin duda, Francisco Franco. Sí, ese mismo que, según nos dijeron en 1975, había dejado de respirar y nos había dejado en la paz de la democracia. Pero, ¿podría ser que ese epitafio que nos han repetido hasta el cansancio no sea más que un mito? Vamos a sumergirnos en este curioso asunto que tiene al presidente Pedro Sánchez, entre otros, un poco nervioso.

El eco de un pasado que nunca se apaga

Ya lo decía un sabio: la historia es como un gran rompecabezas, a veces las piezas encajan de manera extraña. Imagínate esto: después de tantos años de lucha por deshacer el legado de Franco, nos encontramos con que su figura sigue generando noticias, rumores y, por qué no, un poco de humor gallego. Y esto no es solo una reflexión; es una realidad palpable cuando un país se enfrenta a su historia con una mezcla de incredulidad y resignación.

Arias Navarro, aquel 20 de noviembre de 1975, con voz temblorosa, nos informó que Franco había muerto. En mi mente, esa imagen se ha quedado grabada como una especie de broma del destino. Algunos de nosotros éramos lo suficientemente mayores para recordar ese momento, pero lo que nadie podía prever es que, a más de 50 años, el tema seguiría en el aire. El juez Garzón hizo una de esas preguntas que se quedan mal resueltas en nuestro imaginario colectivo: “¿Pero de verdad está muerto?”. Con esa frase, mi curiosidad fue pinchada, como un niño descubriendo que Santa Claus podría no ser real.

Pero aquí estamos, frente a un escenario donde Franco podría ser un refugiado en El Pardo, en lugar de descansar en paz. ¿Alguien más siente que esto es una trama digna de un thriller?

Recordando otro episodio crucial: el traslado de los restos de Franco

En 2019, el gobierno de Sánchez tomó la audaz decisión de exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Quizá fue un intento de sanear las heridas del pasado, pero también parece que fue el inicio de un espectáculo más grande que la vida. La ceremonia fue digna de una película de Hollywood; había cámaras, fotógrafos y, por supuesto, una multitud dividida en opiniones.

El traslado fue un acto simbólico impresionante, pero lo realmente intrigante son las reacciones. Algunos aplaudían con fervor, mientras otros simplemente estaban allí para hacer memes y comentarios sarcásticos en redes sociales. “¿Qué más va a pasar? ¿Franco vs. El Pardo 2: El regreso?” se preguntaba un amigo en un café. Uno ya no sabe si reír o llorar. Es como si Franco estuviera jugando al escondite con nuestra memoria colectiva.

Y como si esto no fuera suficiente, el mismo Sánchez nos sugiere que hay razones para creer que el ataúd que se trasladó no contenía el cuerpo del dictador. ¿Cómo? ¿Estamos hablando de un gran farolillo?

El arte de ser prevenido: la teoría del catalepto

Aquí es donde la historia se vuelve casi cómica. Sánchez nos invita a mantener la guardia alta, a permanecer alertas durante un año estratégico. “Hombre prevenido, vale por dos”, añade con una chispa de candidez. Pero, esperen… ¿Podría ser que Franco esté preparando su regreso triunfal? Imagina que, después de su siesta de varias décadas, decide salir de su tumba y hacer una aparición estelar en un debate político. Su reacción al moderno discurso del odio y la polarización sería digna de un nuevo reality show.

Bajo esta lógica, podríamos asumir que hay otros cataleptos en la historia, ¿qué hay de los que tienen miedo de hablar sobre el pasado y cómo su voz podría cambiar el presente? A mí me gustaría pensar que todos tenemos algo de catalepto a veces, sobre todo cuando se trata de mirar de frente nuestras cicatrices.

¿Te imaginas a Franco llevando sus calzones a la tintorería? Sí, claro, eso sería algo propio de un sketch de Les Luthiers. La comedia se hace más relevante cuanto más nos encontramos con nuestro pasado.

¿Se vive mejor en la simulación?

Hoy, la discusión sobre el legado de Franco está más viva que nunca. Las redes sociales han jugado un papel crucial en cómo nos enfrentamos a este pasado; un “me gusta” aquí, un retweet allá, y rápidamente se arma una conversación. Pero, ¿realmente hemos aprendido algo? La historia parece repetirse en bucle y lo cierto es que hay quienes prefieren ignorar su significado.

Algunas de las preguntas que surgen son esenciales. ¿Estamos listos para enfrentar el pasado o preferimos vivir en una simulación donde el pasado se convierte en un meme en lugar de un aprendizaje? La sociedad ha cambiado, pero la percepción de la cultura queda atrapada. La gran batalla está en reconocer que eso que tanto queremos olvidar sigue repicando en nuestras mentes.

Referencias contemporáneas: el legado de Franco en la política actual

No se puede hablar de Franco sin mencionar el panorama político actual, que sigue fragmentado y lleno de tensiones. Todos esos viejos temas, como la memoria histórica, vuelven a la luz, y es casi inevitable que se conviertan en armas políticas. De hecho, figuras recientes como Díaz Ayuso y Pablo Iglesias han rescatado el tema en sus discursos. La lucha por el reconocimiento de las víctimas del franquismo se convierte en un campo de batalla ideológico.

¿Estamos preparados para aceptar un debate que no es solo político, sino ético? Es una pregunta que resuena en cada rincón de nuestra política y nos confronta con el legado de Franco. Mientras algunos piden el olvido, otros se aferran a la memoria. Pero uno se pregunta, ¿es posible que todo este sofisticado debate se reduzca a un simple meme en Twitter?

Humor como herramienta de defensa

Y aquí es donde el humor se convierte en nuestra quinta esencia de supervivencia. ¿Por qué tomarnos tan en serio el tema de la herencia histórica? Después de todo, es como ver a un amigo viejo en un evento social que no debería estar ahí; su sola presencia altera el ambiente. Pero en lugar de incomodarnos, podríamos reírnos un poco de la situación.

Franco, un símbolo de autoritarismo, se convierte en un chiste recurrente en nuestras conversaciones como adultos, mientras que la próxima generación podría mirar este pasado extraño como una comedia. “¿Anécdotas de mis abuelos sobre Franco? ¡Qué locura!” se podría escuchar en un café en el futuro. Y eso sería un éxito; el humor es un excelente sanador, un bálsamo para el dolor social.

Conclusión: ¿Franco ha muerto o vive en nosotros?

El profundo legado de Franco se siente más complicado a medida que reflexionamos sobre la propia naturaleza del poder, la historia y la memoria colectiva. La pregunta se mantiene en el aire: ¿Franco ha muerto realmente, o vive en las narrativas que seguimos construyendo?

Mientras los españoles intentan encontrar respuestas, la vida sigue; la comedia humana, como siempre, también avanza. Ante cada desafío, cada triada historia y el espejo del pasado, queda claro que no podemos permitirnos perder el sentido del humor. Después de todo, todos somos actores secundarios en este teatro llamado vida, y a veces, es mejor aplaudir que condenar.

Así que, amigos, olvidemos el catalepto y abracemos la risa. Porque, al final del día, la historia, aunque relevante, puede ser tan divertida como un buen chiste en una mesa de café. ¿No lo creen?