Este viernes, en un hermoso día en la Ciudad del Vaticano, el Papa Francisco se asomó a la ventana de su estudio para rezar el ángelus ante una multitud entusiasta de aproximadamente diez mil peregrinos. ¡Imaginen la escena! La plaza de San Pedro, vibrante y llena de vida, se convirtió en el escenario de un mensaje de paz y solidaridad en un momento en que el mundo enfrenta catástrofes naturales y conflictos bélicos. Pero, ¿quién dice que los problemas del mundo no pueden unirse a momentos de esperanza?

En su discurso, el Papa Francisco manifestó su cercanía con quienes han sufrido por los recientes aluviones en la Comunidad Valenciana, causados por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), y extendió su apoyo a las familias afectadas en todo el mundo. La situación en Valencia ha sido devastadora. Nuestras oraciones se extienden no solo a los que han perdido la vida, sino también a aquellos que aún lamentan la pérdida de sus seres queridos. Pero, como a veces me gusta recordar, no todo es tristeza. Algunas de las respuestas a estos desastres son verdaderamente conmovedoras, como el creciente número de voluntarios que han tomado la iniciativa de ayudar en las áreas golpeadas. Ver a la gente reunirse en solidaridad puede hacer que incluso los días más grises parezcan un poco más brillantes, ¿no creen?

Francisco se dirige a la Comunidad Valenciana y más allá

El Papa ha sido claro en su mensaje: «Hablemos de estas catástrofes medioambientales… recemos por la población de la Península Ibérica, especialmente la Comunidad Valenciana, arrasada por la DANA». Uno podría pensar que, en un mundo altamente globalizado, el Papa no tendría tanto interés en un desastre que ocurre lejos de Roma. Pero su humanidad brilla a través de sus palabras. Francisco no es solo el líder de una religión; es un recordatorio viviente de que todos estamos conectados.

La solidaridad de los demás también es una bendición que Francisco destaca. Su mensaje a Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal, levanta el ánimo: «Querido hermano, te quiero expresar mi cercanía con la gente de Valencia», dijo. A veces olvidamos que incluso aquellos en posiciones elevadas pueden tener empatía y compasión. Aun así, después de toda esta palabrería, no puedo evitar preguntarme: ¿Qué más podemos hacer como comunidad para apoyar a quienes sufren en momentos de necesidad?

Más allá de las fronteras: una palabra sobre las guerras

En su discurso del viernes, el Papa Francisco no se limitó a hablar de la DANA. También se refirió a las víctimas de los conflictos en Ucrania, Palestina, Israel, Líbano, Myanmar y Sudán del Sur. «La guerra es siempre una derrota», afirmó. Nadie se escapa del horror que puede significar el conflicto armado. En tiempos donde la guerra parece superarnos, sus palabras son un soplo de aire fresco que nos recuerda el valor de la paz.

¿Acaso hay algo más impactante que una declaración que llama la guerra «el triunfo de la mentira»? La ironía en cada palabra resuena a través de los corazones de todos aquellos que han perdido seres queridos en las guerras que azotan el mundo. La historia ha sido testigo de numerosas guerras que han sido justificados con promesas de paz, pero el único resultado, a menudo, ha sido dolor.

Vuelvo a recordar un viejo dicho: «La guerra es un abuso del verbo». Es decir, se abusa de las palabras que prometen justicia y libertad, pero que solo traen miseria.

La Eucaristía: un acto de recordatorio y esperanza

El Papa mencionó que este sábado, millones de católicos alrededor del mundo recordarían a sus difuntos y visitarían los cementerios. Se dirá misa en el cementerio Laurentino de Roma, donde descansan los cuerpos de papas pasados. La Eucaristía se describe como la oración más grande y eficaz por las almas de los difuntos. Es un recordatorio del ciclo de la vida: nacemos, vivimos y, finalmente, partimos. Pero, ¿por qué no reflexionar sobre el impacto que hemos creado en los demás mientras tanto?

Francisco, un líder que ha dedicado su vida a servir a otros, es un modelo a seguir en este aspecto. Al recordar a los que nos han dejado, también celebramos las vidas que han tocado las nuestras. Hace poco, asistí a un servicio conmemorativo de un amigo muy querido, y reflexioné sobre cómo su vida impactó a todos los que lo conocieron. Las historias que compartimos y el amor que sentimos nos mantienen vivos en los corazones de aquellos que quedamos atrás.

El desafío de la gestión de crisis

Al observar la tragedia en Valencia, no puedo evitar preguntarme sobre las causas detrás de este desastre. Hay quienes argumentan que, más allá de las condiciones naturales, también se pueden atribuir responsabilidades a la mala gestión. La pregunta que ronda en la mente de muchos es: ¿Cuánto hay en realidad de caos y mala gestión o de desastre natural en lo ocurrido?

Es una cuestión compleja. La naturaleza puede ser despiadada, pero las acciones humanas también tienen su peso. Los deshielos y fenómenos meteorológicos extremos son algunos de los efectos del cambio climático que, como colectivo, hemos ignorado por demasiado tiempo. ¿Hasta cuándo seguiremos permitiendo que el interés personal y la corrupción prevalezcan sobre el bien común?

Reflexionando sobre nuestras acciones

En medio de estas catástrofes, es esencial recordar nuestra responsabilidad colectiva. Cuando el Papa habla de la gente de Valencia, habla de nosotros. Cada uno de nosotros puede ofrecer ayuda, ya sea a nivel local o más allá. Recuerden, como menciona el dicho, «La mano que ayuda es mejor que la boca que reza». Estoy seguro de que, tras escuchar la llamada del Papa, muchos sienten un impulso de servir, y eso es asociado a una profunda empatía.

Recuerdo haber participado en una campaña de recogida de alimentos para personas necesitadas en mi comunidad. La experiencia fue enriquecedora y, honestamente, algo que reafirmó mi confianza en la humanidad. No hay mejor sensación que ayudar a alguien que está pasando por un mal momento. ¿Quién de ustedes no se ha sentido así alguna vez?

Un llamado a la acción

La situación en Valencia y las guerras por todo el mundo son recordatorios de que no todo está perdido. La esperanza y la solidaridad pueden brillar en tiempos oscuros. Al final del día, la tarea recae en nosotros: ¿cómo podemos ser parte de la solución y no del problema?

Así que les pregunto, al igual que le preguntaría a un buen amigo en una conversación amena: ¿Qué pequeño paso estará dispuesto a dar hoy para hacer del mundo un lugar un poco mejor? Quizás es tiempo de involucrarse, ya sea mediante el voluntariado, educando a otros sobre el cambio climático o simplemente siendo más amable en nuestras interacciones diarias.

Como hemos visto en los mensajes del Papa Francisco, la solidaridad y la paz son posibles, siempre que estemos dispuestos a trabajar juntos. Después de todo, incluso los días más oscuros tienen un rayo de luz esperando ser descubierto.

Conclusión

Esta es nuestra oportunidad para actuar, para ser la luz que otros necesitan en medio de la tormenta. Las palabras del Papa resonan no solo en la plaza de San Pedro, sino también en cada uno de nosotros. Tal vez no tengamos el poder de cambiar el mundo de la noche a la mañana, pero cada acción cuenta. Simplemente tenemos que dar ese primer paso. Al final del día, todos estamos en este viaje juntos, apoyándonos unos a otros, así que ¡manos a la obra!