En el vertiginoso mundo actual, donde las redes sociales dictan nuestras conversaciones y el eco de la historia a menudo se ahoga en el ruido de la inmediatez, hay algo que sigue latiendo en las sombras: la memoria. Este concepto es el hilo conductor de la 15ª edición de la bienal Manifesta, que hasta el 24 de noviembre se despliega en diversos espacios de la Barcelona metropolitana. Pero, como bien dice un viejo dicho, «cualquier tiempo pasado fue mejor»… o, por lo menos, nos da herramientas para entender el presente. ¿Estamos condenados a repetir los errores de nuestro pasado?

La exposición Escola de Passats. Barcelona y la imaginación política radical, comisariada por el historiador germano-español Germán Labrador Méndez, nos invita a mirar hacia atrás. ¡Y vaya si lo hace! Desde una colonoscopia del dictador Franco en un monitor, hasta unas figuras de futbolín que representan los momentos críticos en la historia de España. ¿Te suena raro? A mí también. Pero, ¿no es atractivo plantearse si el pasado tiene algo que enseñarnos?

Un paseo por la historia: del franquismo a la actualidad

Este viaje por el tiempo comienza en el siglo XIX y se adentra hasta el presente, cuestionando qué hemos aprendido de nuestras luchas y sufrimientos. En cada esquina de la exposición, hay un recordatorio favorable o desfavorable sobre la dictadura que marcó a fuego la identidad de nuestra sociedad. La memoria del franquismo, ese fantasma que sigue rondando nuestras calles, nos enfrenta constantemente a un dilema: ¿y si esos ecos del pasado son más presentes de lo que pensamos?

Labrador no escatima en descripciones. En una de sus obras anteriores, Poéticas de la democracia, él mismo había presentado imágenes y contraimágenes de la transición española. Ahora, con Escola de Passats, busca llenar los vacíos de conocimiento sobre las luchas que pretendieron desmantelar esa opresión. ¡Menuda tarea! Por cierto, ¿alguna vez has intentando sustituir un comando de voz en un teléfono y has terminado llamando a tu ex? Este tipo de errores en el análisis histórico nos pueden llevar a malentendidos cruciales.

Más allá de las figuras de Franco: el papel de la memoria colectiva

La memoria democrática no es solo una herramienta de reflexión, sino también una forma de resistencia. Volviendo a esa estatua de Franco que se retiró en 2016, su ausencia es una representación del silencio que rodea años de opresión. Aquí es donde Labrador nos recuerda que el pasado no es solo un recuerdo; es un arsenal del cual podemos sacar lecciones valiosas. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez en una conversación sobre historia y ha deseado caer en el olvido por la falta de conocimiento propio? La exposición nos instruye para que esto no vuelva a suceder.

Con cada objeto expuesto, como documentos y testimonios que retratan la resistencia colectiva, comprendemos que no todo ha quedado atrás. Hay una lucha constante entre el olvido y la memoria. Es un juego de poder, y como en cualquier juego, hay ganadores y, sí, muchos perdedores. una correctora de pruebas de la vida, la frase “recordar es vivir” agita nuestras almas. ¿Pero realmente queremos recordar?

El teatro de la historia: reconociendo errores

Los fantasmas a menudo son el reflejo de nuestras fallas humanas. En la exposición, se tratan de evocar recuerdos de situaciones que muchos preferirían olvidar. No hay duda de que la censura, los sesgos ideológicos y los olvidos históricos juegan un papel preponderante. ¿Acaso no resulta irónico que, en una exposición dedicada a la memoria, ciertos aspectos de la historia política y cultural se dejen de lado?

Uno de los aspectos que sorprende en la muestra es la falta de representación de la iconografía independentista y la dinámica de la clase trabajadora. Por supuesto, es fácil señalar lo malo, pero el ejercicio de la memoria parece no atreverse a incluir todos los matices. ¡Un aplauso para Labrador por intentar hacer que la historia hable! Sin embargo, aquí es donde me viene a la mente una anécdota personal: cuando estaba en la escuela secundaria, nuestra profesora de Historia propuso un proyecto que invitaba a los estudiantes a investigar a sus antepasados. Descubrí que mi tatarabuela había sido una activista política y social; no hay nada más poderoso que reconocer nuestras raíces para entender quiénes somos. Y, tal vez, eso sea exactamente lo que nos falta en este contexto.

Fragor en la lucha social: no todo lo que brilla es oro

A lo largo de esta rica narrativa histórica, también podemos observar cómo la lucha por los derechos ha tenido muchas facetas. La exposición destaca que el espacio político y cultural no siempre ha sido amable con las voces más vulnerables. Aunque un buen número de exponencias rinde homenaje a la contracultura, ¿dónde queda la responsabilidad de abordar diversas luchas políticas, desde el independentismo hasta el comunismo?

La historia se convierte así en un complejo mosaico donde cada pieza tiene un valor específico. No todos los autores entran en la narrativa del «heroísmo» y «opresión», y la perspectiva se convierte en un criterio fundamental para la interpretación de esta. Cualquiera que haya trabajado en equipo sabe lo complicado que puede ser llegar a un consenso. No obstante, en la memoria colectiva, esa dificultad se siente aún más exacerbada. ¿Cómo logramos armonizar distintas luchas en la épica de una historia común?

Una sala de reflexión: la importancia de los espacios en la memoria

La bienal Manifesta ha sido más que un simple recorrido artístico; ha sido una incitación a la autocrítica y al debate social. A lo largo del recorrido, me pregunté en numerosas ocasiones: ¿y ahora qué? ¿Qué hacemos con todo este conocimiento? La respuesta es sencilla: debemos crear espacios donde se pueda dialogar. La exposición es una invitación a que cada uno se convierta en un guardián de la memoria. Los lugares donde se construye esta memoria son cruciales. Tal como lo afirmó Labrador, puede que necesitemos un museo permanente que resguarde esta historia palpitante.

Conversaciones en el presente

Dicho esto, hay que recordar que el escenario europeo actual también está marcado por fantasmas del pasado. Cada vez que escucho hablar de extremismos y movimientos xenófobos en algunos lugares de Europa, me inquieto. La historia está a menudo condenada a repetirse, pero no siempre es la misma. En este sentido, un estudio reciente publicado por el Pew Research Center desvela que muchos jóvenes europeos, pese a estar más informados, muestran niveles alarmantes de desconfianza hacia las instituciones democráticas. ¿Coincidencia?

Mirando hacia el futuro, la pregunta persiste: ¿Estamos realmente aprendiendo de nuestra historia? La bienal Manifesta sirve como un faro de esperanza en un océano de incertidumbre, iluminando la importancia de la memoria colectiva, el conocimiento y la participación activa de los ciudadanos.

La conclusión: más allá de los fantasmas

Al final de este recorrido, me gustaría agradecer a Germán Labrador por el arduo trabajo realizado en Escola de Passats. En un mundo donde la memoria a menudo se torna efímera, él propone un ejercicio de reflexión esencial. La exposición nos permite no solo observar, sino también entender cómo los fantasmas del pasado pueden reflejar nuestras interacciones del presente. Disfrutar de esta experiencia es un acto de desafío ante el olvido.

Es sencillo caer en la desesperación pensando que solo somos ecos de lo que fue, pero al final del día, cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar la narrativa. ¿Estamos listos para tomar esa responsabilidad?