El sol brilla intensamente sobre las calles de Ibiza, pero a menudo, la luz no puede disipar la sombra de la incertidumbre que se cierne sobre muchas familias que han perdido sus hogares. ¿Cuántas veces hemos pasado junto a un edificio que, a simple vista, parece sólido, pero en su interior esconde historias de desalojo y angustia? Hoy, en esta isla paradisíaca, un edificio que alguna vez fue símbolo de hogar —los Don Pepe— se ha convertido en un símbolo de la lucha por el derecho a la vivienda.

Me gustaría compartir la historia de Anisa Mohamed Ahmed, una mujer valiente que ni por un momento se ha rendido en su lucha por recuperar el lugar que alguna vez fue su hogar. Esta historia, aunque dolorosa, está llena de coraje, convicción y la lucha incesante de muchas otras familias afectadas.

El desalojo: un evento impactante

El 17 de diciembre de 2021 quedó marcado como un día trágico para 50 familias, incluida la de Anisa. Un aviso seco y repentino: el edificio había sido declarado en estado de ruina. Pero, ¿quién decide que un lugar donde hemos construído nuestra vida deja de ser nuestro? Mientras los camiones de mudanza y la policía llenaban las calles, Anisa y su familia se encontraron repentinamente en la calle, sin un plan y con la angustia recorriendo cada rincón de su ser. Es como una escena de una película de terror, pero más aterradora porque es la realidad. Y entonces, la pregunta brota de manera natural: ¿por qué?

La lluvia de problemas en la historia de Don Pepe

Para comprender el contexto del desalojo, retrocedamos a 1964. El edificio, nacido de un sueño arquitectónico que posteriormente se convirtió en una pesadilla para sus habitantes, fue construido sin un permiso de obra visible. ¡Sí! Has oído bien! Un edificio que una vez fue testigo de risas y celebraciones ahora está atrapado en un laberinto burocrático. Esto es lo que sucede cuando la planificación urbana se deja al albur del tiempo y la irresponsabilidad.

“Cuando compramos nuestro bajo en 2004, no pensábamos que con el tiempo se convertiría en un campo de batalla político”, recuerda Anisa con una ironía que es difícil de ignorar. Ese bajo, por el que pagaban una hipoteca, se transformó en un símbolo de desposesión.

Familias en crisis: más que solo números

Las consecuencias del desalojo no se limitan a los fríos números de la gestión política. A medida que las familias se fueron dispersando, la comunidad que una vez fue fuerte se desmoronó. Algunas de estas familias han tenido que enfrentar no solo el dolor de la pérdida, sino también una ansiedad creciente, el estigma de la marginación social y la percepción pública de ser «okupas» cuando en realidad eran propietarios legítimos que habían trabajado duro para conseguir su hogar.

La angustia de Anisa se puede percibir en cada palabra. “He tenido que lidiar con el estrés y la ansiedad diaria, ¡y eso no es un lujo rezar por uno de esos días de tranquilidad que parecen ser tan escasos!”, dice mientras se ríe nerviosamente, tratando de quitarle dramatismo a la situación. Esta habilidad para encontrar humor en la tragedia es una muestra de resistencia y fortaleza que admirablemente inspira.

¿El regreso? La promesa de la política

Casi tres años después de aquel fatídico día, Anisa decidió entrar nuevamente en su hogar, un acto de desafío ante las condiciones que la obligaron a dejarlo. El 25 de octubre de 2024 se reunió con su vecina Isidora, y juntas se saltaron el precinto de seguridad. Pero el regreso no fue simplemente personal, ya que como explican los habitantes de Don Pepe, fue un grito por atención, una demanda para que las autoridades mirasen sus vidas de nuevo.

Las necesidades de las familias desalojadas no son nuevas; sin embargo, la administración política ha estado navegando un camino de promesas y frustraciones.

“Cuando cambió el gobierno, cambiaron también las promesas”, señala Anisa. “A veces es difícil no sentir que nos están dando falsas esperanzas”, agrega.

¿Es eso lo que los políticos hacen: prometen una y otra vez, pero, al final, simplemente les interesa un ciclo más de elecciones?

La pelea por el futuro: construcciones y expectativas

El actual conseller d’Habitatge, José Luis Mateo, ha zapatos optimistas al comparar el proceso como “arqueología técnico-jurídica” —una frase que suena impresionante, ¿no? Pero, ¿realmente cambiará algo? ¿Es posible que un concepto tan seco y académico pueda llevar a una verdadera solución? En la reunión del 27 de febrero, Mateo prometió que el equipo buscaría una solución que permitiera a los desalojados regresar a sus hogares, pero las promesas burocráticas en el pasado han dejado cicatrices profundas.

Las conversaciones sobre el futuro del Don Pepe ahora están encarnadas en un debate acalorado. Mientras unos ven la posibilidad de rehabilitación, otros advierten sobre los peligros inherentes a la restauración de un edificio en un área con alta protección ambiental. ¿Nos dirigimos hacia un futuro en el que se solucionen las cosas de manera responsable, o estamos simplemente dando vueltas en círculos?

Protestas y solidaridad: comunidad alzando la voz

A pesar de las dificultades, las familias no han dejado de alzar la voz. Las pegatinas reivindicativas y las pancartas de protesta adornan las calles de Sant Josep, recordando a todos que no se trata solo de ladrillos y cemento, sino de historias y esperanzas.

“Es un acto totalmente desesperado, pero también un acto de esperanza”, dice Silvia Hernández, portavoz de los desalojados. Este acto de protesta ha unido a muchos, demostrando que, en las adversidades, la comunidad puede encontrar fuerza.

“Cada familia es un mundo, y cada historia es un eco del dolor que cada uno lleva.”

El camino a seguir: un futuro incierto

Hoy en día, el futuro de los Don Pepe sigue sin estar claro. Entre la posibilidad de rehabilitación y la pregunta de si realmente es viable, las inversiones políticas parecen centrarse más en ganar tiempo que en proporcionar soluciones reales.

Las familias continúan esperando rastros de esperanza en medio de la incertidumbre, mientras que las promesas de un futuro más brillante parecen fluir como las olas que azotan la costa de Ibiza. En esta inestabilidad, queda claro que la lucha por el hogar es más que solo un deseo; es una necesidad humana básica y absoluta.

Por tanto, preguntémonos: ¿estamos dispuestos a enfrentar estos desafíos juntos? ¿Podemos asegurarnos de que las historias como la de Anisa no se repitan? Nos toca a nosotros, como sociedad, hacer algo al respecto.

Las esperanzas se encuentran en la voluntad colectiva de no dejar a nadie atrás, y quizás, solo quizás, si todos levantamos la voz, todos aquellos que se sintieron perdidos tengan un hogar al que regresar. Al final del día, ¿no es eso lo que realmente queremos? Una comunidad unida y un hogar para cada uno de nosotros.