Recientemente, el ambiente universitario en España ha estado marcado por un nuevo episodio de tensiones que parece sacudir el concepto mismo de libertad de expresión. En la Universidad Complutense de Madrid, un acto organizado por el grupo estudiantil conservador ‘Libertad sin ira’ culminó en un boicot monumental, encabezado por cientos de estudiantes que se manifestaron contra la participación de Iván Espinosa de los Monteros, ex portavoz de Vox en el Congreso. Esta situación nos lleva a preguntarnos: ¿dónde trazamos la línea entre la libertad de expresión y la intolerancia?

La escena del evento: un claro enfrentamiento ideológico

Imagínate esto: un grupo de estudiantes congregados frente a un auditorio, algunos con los rostros cubiertos, gritando frases como “fuera fascistas de la universidad” mientras otros, los organizadores del evento, intentan hacer su voz escucha. Es un espectáculo que podría parecer sacado de una película de acción, pero, lamentablemente, es la realidad del campus de Somosaguas. En este caso, el evento programado para discutir sobre la “nueva etapa y nueva ejecutiva” de un sector político se convirtió, en cambio, en un campo de batalla de ideales y aunque el clima en la universidad normalmente es de discusión y debate, este episodio nos muestra que las cosas pueden escalar rápido.

El evento estaba destinado a explorar las propuestas del nuevo liderazgo conservador en un momento crucial de la política española. Pero al parecer, lo que se esperaba que fuese un intercambio de ideas se transformó en una llamada a las armas, ideológicas, por supuesto.

Las voces del descontento

Los estudiantes que protestaban levantaron sus voces en un esfuerzo por detener el ingreso de Iván Espinosa a la conferencia. Sus razones, que desde luego tienen un fundamento, apuntan a la lucha contra lo que ellos consideran ideologías que no tienen cabida en un espacio considerado de aprendizaje y diversidad. “No pasarán” retumbaba en el aire. Pero, ¿quiénes son ‘Ellos’? ¿Y cuánto puede resistir la libertad de expresión antes de que se convierta en un grito de guerra?

En una época donde las redes sociales juegan un rol crucial en cómo nos comunicamos y expresamos, es sencillo modernizar el concepto de activismo. Romanticamente hablando, las protestas en las universidades han sido una tradición, desde los movimientos por los derechos civiles hasta las manifestaciones contra la guerra de Vietnam.

El corazón de la controversia

Cuando se canceló el evento, la universidad alegó “motivos de seguridad”, una excusa común que deja sabor a papelón en un contexto donde el diálogo se suponía que debía reinar. En la era del “también yo” (o “me too”), las universidades ahora se encuentran en un dilema: ¿deberían anular o permitir los eventos que potencian discursos de odio? La respuesta parece estar en el aire, a medida que la balanza se balancea entre la libertad de expresión y la protesta activa.

Por otro lado, Iván Espinosa no se quedó callado. Agradeció a la policía por su intervención y criticó lo que describe como “incomprensibles restricciones” impuestas en los campus. Un comentario especialmente curioso viniendo de un representante de un partido que frecuentemente ha sido criticado por sus expresiones y posturas controvertidas. ¡Ironía a su máxima expresión!

Consecuencias inesperadas

Lo que puede haber comenzado como un acto de defensa contra lo que algunos catalogan de discurso problemático, se ha transformado en un reflejo de las divisiones políticas que atraviesan no solo las universidades, sino todo el país. ¿Quiénes perdieron realmente en este juego? ¿Los conservadores, por no haber podido llevar a cabo su conferencia, o los estudiantes, al boicotear un posible intercambio de ideas?

Las universidades deberían ser refugios de pensamiento crítico, pero este tipo de incidentes plantea la cuestión de si la confrontación o la cancelación son métodos válidos para lidiar con ideas que consideramos peligrosas. En un mundo donde el diálogo es tan importante como la libertad de expresar nuestras ideas, los estudiantes han creado un ciclo de silencio que ni siquiera por sí solo es ético.

Perspectivas sobre la libertad de expresión: ¿la sombra del pase de la edad media?

Algunos historiadores afirman que los espacios académicos deberían ser lugares donde se nos desafíe a cuestionar nuestras propias creencias y valores. La libertad de expresión no es un cheque en blanco para promover odio disfrazado de ideología. Pero, a la vez, ¿cómo protegemos este derecho sin caer en el riesgo de censura?

En la literatura de autores contemporáneos y antiguos, encontramos muchas referencias a la importancia de la libertad de expresión. De hecho, recuerdo un libro que leí hace tiempo: “El infinito en un junco” de Irene Vallejo. Este libro se sumerge en la historia de la escritura y cómo ha influido en la preservación del pensamiento crítico. Sin embargo, no siempre debemos olvidar que la historia muestra un camino lleno de contradicciones.

La intervención de la policía: la búsqueda de un equilibrio

La intervención de la policía nacional y la UIP hizo indudablemente que la tensión aumentara. Estos agentes, que normalmente son vistos como el último recurso en situaciones de desorden civil, fueron llamados a la escena para intentar restaurar la calma. Pero, ¿protegen la libertad de expresión o coartan el derecho de los ciudadanos a manifestarse?

A veces, es fácil olvidar que estos oficiales también son humanos y están atrapados en una situación complicada. Mientras trataban de seguir órdenes, se presentaban ante estudiantes enojados y organizadores frustrados. ¿Quién realmente tiene la autoridad aquí? ¿Aquellos que quieren hablar o aquellos que desean silenciar?

Reflexiones finales sobre la situación

Después de lo sucedido en la Complutense, creo que es imprescindible que todos nos sintamos dueños de la discusión. La libertad de expresión siempre ha sido un acto de equilibrio. Sin embargo, este evento ha mostrado que el diálogo y la protesta son dos caras de la misma moneda. Ambos tienen su lugar en una sociedad democrática, así que, ¿cómo logramos que coexistan?

La universidad es un microcosmos de la sociedad. Las tensiones que se observan en este tipo de eventos se reproducen en nuestra vida diaria, en la política, en las redes sociales e incluso en nuestras casas. Mientras tanto, lo que nos ha llevado a una especie de dibujado de líneas entre nosotros, solo reforzará los muros que ya existen si no encontramos una forma de comunicarnos entre diferentes puntos de vista.

Así que la próxima vez que se escuchen gritos en los pasillos de una universidad, en vez de ver un conflicto, podríamos aprender a verlo como una oportunidad. Una oportunidad para dialogar, para entender y, por qué no, para reírnos un poco de lo absurdo que puede resultar a veces nuestra necesidad humana de ser escuchados. Al fin y al cabo, hay que tomar este tipo de situaciones con un poco de humor, porque si no, ¿cómo nos mantenemos sanos en un mundo lleno de opiniones?

¿Y tú, dónde trazas la línea entre tolerancia e intolerancia en el ámbito académico? ¡Cuéntame en los comentarios!