La geopolítica internacional es un campo complicado, especialmente cuando hablamos de un país como Siria, que ha sido el epicentro de una guerra civil devastadora desde 2011. Recientemente, el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, ha planteado un levantamiento progresivo de las sanciones impuestas por la Unión Europea y otros actores internacionales. Esto ha abierto un debate muy necesario sobre la ayuda humanitaria y el futuro de los sirios, tanto dentro del país como entre los millones de refugiados que han huido a otras naciones.

El contexto: una Siria en crisis

Para entender la propuesta de Albares, primero debemos situarnos en el contexto. Desde que comenzaron las protestas contra el régimen de Bashar al-Assad en 2011, la comunidad internacional ha impuesto múltiples sanciones para presionar al gobierno sirio. ¿Por qué? Básicamente porque se considera que el régimen ha llevado a cabo violaciones graves de derechos humanos y ha sido responsable de atrocidades inhumanas. Y claro, la reacción de muchos países ha sido la de actuar. Hasta el día de hoy, unas 318 personas y 86 entidades han sido sancionadas. ¡Uno pensaría que esto pintaría un futuro brillante para los sirios! Pero, irónicamente, estas sanciones han afectado aún más a la población civil, un paradoja que nos lleva a cuestionar la efectividad de estas medidas.

Los informes de la ONU incluso sugieren que las sanciones podrían estar contribuyendo a una crisis humanitaria de enormes proporciones. Mientras escribo esto, no puedo evitar pensar en lo absurdo de la situación: ¿castigamos a quienes están sufriendo en lugar de ayudarles? ¡Es un dilema moral que haría que cualquier filósofo moderno se rascara la cabeza!

El encuentro con Ahmed al-Sharaa

En esta atmósfera compleja, José Manuel Albares se encuentra con Ahmed al-Sharaa, conocido como Abu Mohammad Al Jolani, el líder del Organismo de Liberación del Levante (HTS), un grupo en gran parte etiquetado como terrorista. El surrealismo de la escena no se puede dejar de lado: un ministro europeo, rodeado de un grupo de hombres enfundados en trajes de etiqueta, conversando en un Palacio que una vez albergó a los poderes del régimen derrumbado de Al Assad. Sin mujeres en la sala. La vida real a veces se siente como una obra de teatro absurdo, ¿no creen?

Al-Sharaa está intentando presentarse como un líder moderado, abierto al diálogo con el mundo occidental. A pesar de su historia y el contexto de su grupo, parece que ha decidido dar un giro a su imagen, como un actor que, tras años de papeles de villano, quiere ser un héroe. Pero, ¿puede uno realmente cambiar la percepción sin cambiar sus acciones? Es una pregunta que queda flotando en el aire.

La propuesta de España: un levantamiento progresivo de sanciones

En la rueda de prensa celebrada en el Palacio del Pueblo de Beirut, Albares subrayó que España propone un levantamiento gradual y progresivo de las sanciones. Y, para ser honestos, es una visión bastante pragmática. «Si cambiara ese camino que está emprendiendo en la nueva Siria, veríamos cuáles son las decisiones», comentó. ¿Sus palabras suenan un poco a “te doy mi mano, pero primero asegúrate de no estar metiendo la pata”?, lo admito.

En una era donde los líderes buscan estabilidad, es comprensible que se busquen herramientas que permitan a la comunidad internacional “ayudar al pueblo sirio”. Sin embargo, lo que realmente me intriga es cómo se puede lograr eso cuando las decisiones de validación depende de la unanimidad.

La opinión de la ONU sobre las sanciones

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Turk, también realizó un llamado para reconsiderar las sanciones, ya que, según él, están perjudicando al pueblo sirio de manera general. Es como ir a una fiesta donde decides no invitar a la persona que más necesita estar presente, y luego te quejas de lo aburrido que está el ambiente. La lógica parece eludir a muchos en el ámbito internacional, ¿verdad?

¿Es la ayuda humanitaria la respuesta?

En su conferencia, Albares anunció un total de 10 millones de euros para el nuevo Gobierno de Siria y distintos mecanismos de ayuda de los que ya se habrían destinado 100 millones en los últimos años. Un gesto loable, sin duda, pero me pregunto: ¿es suficiente? Para ilustrar esto mejor, imagina que estás en un juego de mesa, pero solo te dan una palabra o dos mientras otros jugadores están armados con, digamos, mil criaturas de alto nivel. ¿Qué esperanza tienes de ganar?

Además, se ofreció 1,6 millones de euros en ayuda alimentaria a través de programas como Grain for Ukraine y el Programa Mundial de Alimentos. Una decisión interesante, pero uno no puede evitar pensar en la distribución de esta ayuda. El tema de cómo y dónde se entrega es crucial. No se trata solo de enviar dinero, sino de asegurar que llegue a quienes más lo necesitan.

El dilema moral de las sanciones

El dilema moral subyacente en esta situación es digno de una novela de Tolstói. Por un lado, tenemos la intención de ayudar al pueblo sirio, pero, por otro, está la preocupación sobre cómo las decisiones tomadas por líderes como Al Sharaa afectarán a la vida de millones. La opción de Albares de favorecer un levantamiento gradual de las sanciones es, en muchos sentidos, un intento de equilibrar estos dos aspectos: la necesidad de justicia y la necesidad de supervivencia.

¿Deben los países abrir sus puertas al diálogo con líderes que han sido parte de regímenes opresores para salvar vidas? A menudo, la respuesta fácil es “No, nunca”, pero en circunstancias tan desesperadas, debo preguntarme si la moralidad se convierte en un lujo que no podemos permitirnos. Lo que buscamos no es una solución perfecta, sino un camino que permita a los sirios encontrar la esperanza donde parece que no la hay.

Reflexiones finales: el futuro de Siria y el papel de España

España, con vocación de ser un puente entre culturas y naciones, se encuentra en una encrucijada histórica. En este enredo entre sanciones y ayuda, entre justicia y supervivencia, es vital que las decisiones tomadas sean en beneficio directo de los ciudadanos sirios. Los pasos deben ser cuidadosos, pero firmes; necesitan ser calculados, pero también generosos.

A medida que el reloj avanza hacia la próxima reunión de ministros de Exteriores de la UE, queda claro que la posición de España reflejará no solo su política exterior, sino también la empatía que siente hacia todos aquellos que han sufrido a causa de una guerra interminable. La imagen de un conflicto que ha destrozado vidas y familias no puede ni debe ser ignorada.

Las preguntas que quedan flotando son muchas: ¿será la estrategia de levantamiento progresivo de sanciones lo suficientemente efectiva? ¿Llegará realmente la ayuda a quienes la necesitan? Y, sobre todo, ¿podremos, al final del día, garantizar un mañana donde la paz (esa palabra tan escurridiza) pueda prevalecer sobre la guerra?

La historia de Siria sigue su curso, y la comunidad internacional, incluida España, tiene la responsabilidad de asegurarse de que, aunque en medio de decisiones difíciles y complejas, siempre haya espacio para la humanidad. ¿Acaso no es eso lo que todos, en el fondo, deseamos?