La historia de Robert Brooks no es solo otra triste narrativa sobre la brutalidad policial; es un recordatorio escalofriante de lo que sucede cuando la autoridad se desvía de su propósito fundamental: proteger. La violencia desmedida, revelada a través de un video perturbador, no solo ha desatado una ola de indignación en Estados Unidos, sino que también ha puesto de relieve la situación crónica que enfrentan muchas instituciones penitenciarias en el país. ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Y qué puede hacerse para que esto no vuelva a ocurrir?
Un vistazo a la tragedia
El 9 de diciembre, un hombre de 43 años llamado Robert Brooks se convirtió en la víctima de un acto de violencia tan perforante que resonará en la conciencia colectiva durante años. Imagen tras imagen, se observa cómo un grupo de funcionarios penitenciarios agreden repetidamente a Brooks, quien se encontraba esposado, de una manera que desearíamos que fuera solo parte de una película de terror. Pero, lamentablemente, no era ficción: era la brutalidad real que ocurre en las cárceles de Nueva York.
El video, que fue grabado por las cámaras corporales de los funcionarios, fue recientemente publicado por la Fiscal General de Nueva York, Letitia James. En él, vemos a Brooks ser golpeado con tanto odio que uno se pregunta si los agresores aún se aferran a su humanidad. ¿Cuánto odio se necesita para golpear a un hombre ya dominado, esposado y vulnerable? Me cuesta imaginarlo.
Los funcionarios, como se puede ver en las imágenes, no se limitan a golpearlo. Lo levantan por el cuello y lo hacen caer, dejándolo inmóvil y ensangrentado. La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, mostró su desdén por estas imágenes, declarando estar «indignada y horrorizada» por lo que consideró una «muerte sin sentido». Honestamente, ¿qué palabras podrían encapsular la condena adecuada de lo que se muestra en ese escalofriante video?
La complicada verdad de las cámaras corporales
Desde luego, el horror no termina al ver esas imágenes. Se nos dice que las cámaras corporales, que deberían proporcionar transparencia y responsabilidad, no estaban grabando audio en el momento del ataque. Una ironía cósmica, ¿no? Estas herramientas, diseñadas para proteger tanto a los ciudadanos como a los oficiales, en este caso, fallaron estrepitosamente. Pregunto, ¿hasta qué punto se puede confiar en un sistema que se basa en la tecnología que no siempre funciona como debería?
Los resultados de la autopsia indican «asfixia debido a la compresión del cuello» como la causa de muerte de Brooks, lo que plantea serias preguntas sobre los protocolos de uso de fuerza en las cárceles. La evidencia previa de «brutalidad» y racismo en el correccional de Marcy no sorprende a quienes ya han estado atentos a las denuncias sobre el sistema penitenciario. La Asociación Correccional de Nueva York ya reportó incidentes de este tipo en el pasado, e insisto en que la historia tiende a repetirse cuando no se hace nada al respecto.
Un círculo vicioso de violencia
Uno no puede evitar preguntarse, ¿cómo se rompen estos ciclos de abuso? La historia de Brooks es la última en una larga línea de incidentes de brutalidad en cárceles que han caído en un estado de descomposición ética. En un mundo donde la violencia suele ser la respuesta, necesitamos no solo revisar nuestras políticas, sino también entender el impacto que tienen estos incidentes en la sociedad en su conjunto.
Pongamos esto en contexto. El correccional de Marcy, a solo 323 kilómetros de Nueva York, se ha convertido en un microcosmos de problemas que nos afectan a todos. Según informes, la brutalidad y el racismo han estado presentes durante años. La provocación se presenta cuando funcionarios y sindicalistas afirman que este comportamiento no representa ni de cerca el trabajo de la mayoría. ¿Significa esto que están dispuestos a asumir la responsabilidad y exigir cambios, o simplemente están buscando proteger su reputación?
La voz de quienes no tienen a nadie
Es fundamental escuchar a aquellos que pasan sus días encerrados y en condiciones deprimentes. La abogada de la familia Brooks, Elizabeth Mazur, lo articuló de una manera clara y sencilla: «Él merecía vivir». Esta afirmación resuena con una fuerza emocional que se siente en lo más profundo. Brooks no solo era un número en un sistema; era una persona con historias, sueños y derechos. La deshumanización que ocurre en las cárceles desdibuja la línea entre el castigo y la violencia gratuita.
De acuerdo con los hallazgos de Jennifer Scaife, directora ejecutiva de una organización que supervisa prisiones, las imágenes de Brooks no son sorprendentes, y eso es verdaderamente repugnante. Si hemos llegado a un punto donde la violencia y el racismo son la norma en nuestras instalaciones penitenciarias, entonces la pregunta sigue en pie: ¿qué se necesita para que esto cambie de verdad?
Un llamado a la acción
Después de un incidente como el de Brooks, las palabras van acompañadas de un clamor por «total transparencia» en el uso de la fuerza en las cárceles. Pero, honestamente, cuando se habla de transparencia, solo puedo pensar en una pregunta cargada de ironía: ¿realmente estamos listos para aceptar las consecuencias de ver la verdad? La realidad de cómo funcionan las cárceles podría ser demasiado dolorosa de entender para la mayoría de los ciudadanos.
La difícil tarea de reformar nuestro sistema penitenciario
Mucho se habla de la reforma penitenciaria en EE.UU. pero ¿por dónde comenzamos? A menudo, las reformas a la justicia penal parecen aventuras épicas llenas de obstáculos que muchos estarían dispuestos a evitar por miedo al cambio, pero es allí donde hace falta coraje. La Sociedad de Ayuda Jurídica de Nueva York está pidiendo un cambio real, con el apoyo de la comunidad. Sin embargo, la pregunta que sigue siendo válida es: ¿qué pasará cuando el escándalo disminuya y la indignación se convierta en otra noticia olvidada?
Provocando un cambio sostenible
Lo que realmente se necesita es un cambio orientado al futuro y no solo un acto de limpieza pública donde los responsables son despedidos. No se trata solo de despedir a trece funcionarios de prisiones y una enfermera; se trata de sentar las bases para un sistema donde la violencia no tenga cabida. Los cambios deben ir más allá de las piedras arrojadas en estos escándalos, deben empezar por educar a quienes están en el interior y dar voz a quienes son frecuentemente ignorados.
El proceso es largo y complejo. Requiere un enfoque multifacético que integre no solo reformas institucionales, sino también un cambio cultural profundo en la forma en que percibimos y tratamos a las personas en el sistema penitenciario.
Reflexiones finales
La historia de Robert Brooks es un espejo que refleja las múltiples fallas de nuestro sistema. Simplemente no podemos ignorar que esta tragedia podría haberse evitado, no de la noche a la mañana, sino construyendo una cultura de respeto y humanidad hacia todos, independientemente de su situación. Y como sociedad, la pregunta que queda es: ¿qué vamos a hacer al respecto? La respuesta a esta pregunta determinará el futuro de muchas historias que aún no han sido contadas.
Así que, ¿estás listo para sumarte a la lucha por un cambio real? Lo que necesitamos es más que sólo indignación: necesitamos acción. En la vida, como en las cárceles, a menudo es más fácil mirar hacia otro lado. Pero la violencia nunca debe ser una opción para quienes se dice que deben proteger a los vulnerables. Si esta tragedia ha tocado una parte de tu humanidad, entonces quizás sea hora de dejar de ser un espectador y convertirte en un verdadero agente de cambio.
El tiempo de actuar es ahora. La historia de Robert Brooks es una llamada de atención que no deberíamos ignorar.