La semana pasada, la Supercopa de España se llevó a cabo en Arabia Saudita, pero el evento no fue solo un espectáculo deportivo, sino un verdadero campo de minas ético en cuanto a lo que el mundo del fútbol debe considerar. Imagina salir de un partido y que te agredan con burlas, gestos groseros y, aún peor, que las mujeres que te acompañan sean objeto de miradas lascivas y tocamientos no deseados. Esta fue la amarga experiencia de un grupo de aficionados del RCD Mallorca, y creo que todos podemos estar de acuerdo en que no debería ser así.
Pero más allá del espectáculo y del tumulto en las gradas, hay un trasfondo que no puede ignorarse. Este artículo no solo busca desenmascarar la oscuridad detrás de un evento aparentemente festivo, sino también reflexionar sobre cómo el dinero y el éxito en el mundo del deporte a menudo eclipsan principios fundamentales como la dignidad y el respeto.
La experiencia del RCD Mallorca: un triste reflejo
No puedo evitar recordar un incidente similar que viví en una final de fútbol juvenil en la que acompañaba a un amigo. Al salir del campo, nos encontramos rodeados de aficionados de otro equipo que decidieron hacer “fiesta” a nuestra costa. Las risas y las bromas llenaban el aire, pero en retrospectiva, esas son situaciones que pueden tornarse incómodas rápidamente. Ahora imagina eso multiplicado por mil, con la crueldad y la indiferencia de unos organizadores que parecen mirar hacia otro lado.
Los aficionados del Mallorca fueron objeto de burlas y menosprecios, con algunos incluso sugiriendo que deberían “acostumbrarse” a este tipo de trato. ¿Acaso es esto lo que queremos para el fútbol? Un espacio donde nuestros valores son sacrificados en el altar del dinero? La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) parece pensar que sí.
Un contrato que apesta: los 40 millones de Rubiales
¡Ah, los contratos! Esa sensación de estar firmando un acuerdo que podría cambiar la historia del mundo del fútbol, pero en este caso no para bien. La RFEF, bajo la dirección de Luis Rubiales, firmó un convenio con Arabia Saudita que aseguraba la celebración de la Supercopa hasta el año 2029, a razón de 40 millones anuales. Por si esto no fuera suficiente, parece que la RFEF ahora está barajando una extensión del contrato hasta 2034. Pero, ¿a qué costo?
Cuando escuché esto por primera vez, me inundó una profunda frustración. ¿No hay valores que valgan más que esos 40 millones? La dignidad de los aficionados, especialmente de las mujeres, debería ser una prioridad en el mundo del deporte. La falta de respeto en la que han caído todos los involucrados en la organización de este evento es asombrosa.
Un evento que invisibiliza los problemas de derechos humanos
Hablando de prioridades, hablemos del sportswashing. Este término ha cogido notoriedad recientemente, especialmente entre quienes están al tanto de la política global. Para aquellos de ustedes que no están familiarizados, se refiere a la práctica de mejorar la imagen de un país a través del deporte. En este caso, Arabia Saudita intenta encubrir sus violaciones de derechos humanos, ya sea a través del fútbol masculino o, como se dice, “promoviendo” el fútbol femenino.
Sin embargo, las palabras son solo eso: palabras. La patraña de que la celebración de la Supercopa en Arabia mejora la vida de las mujeres es tan grotesca que duele. Las denuncias de los aficionados del Mallorca deberían ser el grito de alerta que el deporte necesita. Pero a juzgar por las decisiones recientes, la RFEF parece estar más interesada en sembrar dinero que en dignidad.
La postura de la RFEF: un golpe a la dignidad del fútbol español
En un momento de la cena previa a la final, el nuevo presidente de la RFEF, Rafael Louzán, fue claro: “Queremos ir de la mano con este gran país, porque sus éxitos serán los nuestros”. ¿En serio? Esa fusión de intereses es el verdadero enemigo del deporte y, por ende, de la comunidad que se agrupa entorno a él.
Podría parecer un villano de película, pero Louzán se siente más apto para ocupar un asiento en las juntas del mundo corporativo que en un puesto tan influyente como la presidencia de la RFEF. No se puede olvidar que su predecesor, Rubiales, no dejó un legado positivo. De hecho, cada vez que escucho su nombre, me entran temores similares a los que uno siente al abrir la nevera y encontrar ese tipo de sobras que deberían haberse tirado hace semanas.
La deshumanización del aficionado
¿Quién puede gastar tanto dinero en eventos deportivos y aún pensar que eso es suficiente para “lavar” la imagen de un país con un historial tan deplorable? A veces, me pregunto si las organizaciones que hacen negocios con países como Arabia solo ven números y ganancias, olvidando que detrás de esos números hay personas.
Los aficionados no son solo consumidores; son seres humanos con emociones y derechos que deben ser respetados. Ni siquiera los saudíes que asisten a esos partidos se muestran interesados, porque no hay esa conexión profunda que solo la historia y cultura del fútbol español pueden ofrecer. La mayoría de ellos son pagarés a la espera de un espectáculo que, en realidad, se siente vacío.
Una mirada actual hacia el fútbol femenino
Una de las declaraciones que más indignaron a la comunidad fue la mención de Louzán sobre el fútbol femenino en Arabia. La idea de celebrar una Supercopa femenina en un país donde los derechos de las mujeres son constantemente vulnerados no solo es irónica, sino completamente inapropiada.
El fútbol femenino ha crecido exponencialmente en los últimos años y ha comenzado a gestarse un entusiasmo genuino en torno a él. Las mujeres están alzando sus voces y reclamando su lugar en el deporte. Así, me parece una burla total que la RFEF sugiere abrir las puertas a este tipo de eventos en Arabia. Las mujeres españolas que han luchado por el reconocimiento merecen algo mejor.
La política y el fútbol: un matrimonio incómodo
Es cierto que la política y el fútbol siempre han estado en una danza incómoda. A veces, elijan un dado en la mesa y se lancen en una dirección en la que el riesgo es alto. Aquí, el Gobierno también tiene su parte de responsabilidad. La reciente ausencia en la final, a pesar de la invitación a figuras como el presidente Pedro Sánchez, fue un claro acto de desinterés. Así es fácil acordar en la sala que no haría falta actuar. Es como cuando decides dejar de lado el gimnasio (no lo diga en voz alta) mientras disfrutas de una buena pizza, sabiendo que el remordimiento vendrá después.
Cierre: el valor del fútbol como espejo social
Me gusta pensar en el fútbol no solo como un deporte, sino como un espejo de nuestra sociedad. Nos enseña lecciones sobre dignidad, respeto y, sí, a veces, también sobre avaricia. La Supercopa de España en Arabia no debería ser un símbolo de éxito financiero, sino una reflexión sobre quienes somos como aficionados y como sociedad.
La dignidad y el respeto hacia los demás, independientemente de su nacionalidad o género, siempre deberían primar. La RFEF tiene la oportunidad de dar un golpe de timón y cambiar esta narrativa. Pero, si no lo hacen, nos seguirán recordando que, en un mundo donde el dinero habla más alto, la pérdida de valores ha dejado al fútbol en un estado que, de verdad, asusta.
¿Qué te parece, querido lector? ¿Estamos pronto listos para reclamar que la RFEF, y el fútbol en general, dejen de lado los intereses comerciales y regresen al camino del respeto y la dignidad? ¡Solo el tiempo lo dirá!