El fútbol es, sin duda, uno de los deportes más apasionantes del mundo, pero también es un terreno donde las sombras del racismo y la violencia pueden parecer más pronunciadas que en otros ámbitos de nuestra sociedad. Hoy abordamos las declaraciones de Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid, en relación a los incidentes de los neonazis del Frente Atlético, y cómo su comentario podría ser una ventana para entender un problema mucho más amplio y complejo en la sociedad española y europea.

La declaración premonitoria de Cerezo: «En el Atlético no hay antirracistas ni racistas, somos una afición ordenada»

Cuando leí por primera vez la frase de Cerezo, no pude evitar pensar en mi propio recorrido por el mundo del fútbol. Muchos de nosotros llevamos en la sangre la afición por nuestro equipo local, pero ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar antes de cuestionar lo que sucede en nuestras tribunas? La afirmación de Cerezo, en un derby que debería haberse centrado en la pasión del juego, resonó como un eco perturbador. No sólo aludía a la falta de racismo en la afición, sino que también ignoraba los numerosos incidentes en los que un grupo de aficionados, que se autodenominan el Frente Atlético, ha estado involucrado.

Dicha declaración parece proceder de un lugar de negación y complacencia. ¿Hasta qué punto es responsable un líder de un club cuando aporta su voz a la ética del entretenimiento y la emoción, sin tomar conciencia de lo que sucede en el trasfondo? Tal vez deberíamos preguntarnos: ¿es el fútbol simplemente un negocio, o tiene una responsabilidad social?

Un vistazo más profundo al Frente Atlético

El Frente Atlético no es un concepto abstracto; es una realidad palpable en los estadios, y su existencia se convierte en un elefante en la habitación cada vez que se habla de la afición atlética. Ciertamente, Cerezo y su equipo pueden negarlo, pero eso no elimina el problema. Es un acto de despolitización que ni el club ni sus líderes se han molestado en reconocer. En este sentido, quizás se podría decir que su negación es la verdadera obstinación aquí.

Si alguna vez has asistido a un partido del Atlético, o incluso has escuchado sobre el ambiente que se vive en el estadio, sabrás que la “grada de animación” puede ser un término engañoso. Estos grupos, que pueden parecer solo un montón de aficionados entusiastas, a menudo tienen un trasfondo mucho más oscuro que el mero apoyo al equipo. Es un recordatorio brutal de que algunos de los que animan a los jugadores no siempre provienen de la ética del deporte.

La cuestión que nos deberíamos hacer es: ¿cómo se ha normalizado esta situación en el fútbol?

La complicidad de los jugadores: una lección de empatía mal entendida

Interesantemente, el capitán del Atlético, Jorge Resurrección “Koke”, también ha estado en el ojo del huracán. Recuerdo una vez que vi a un jugador de mi equipo hacer una broma en un grupo de WhatsApp que, a mí, simplemente me pareció de muy mal gusto. Si hay algo que el deporte debería fomentar es la empoderación y el respeto. Sin embargo, aquí tenemos a Koke negociando con un encapuchado nazi en medio de un partido.

Permíteme abrir un pequeño paréntesis acá: una vez, yo estaba en un bar viendo un partido de la selección y un aficionado comenzó a hacer comentarios racistas sobre el jugador de una etnia diferente. Recuerdo haberle dicho que esos comentarios eran completamente inaceptables, y lo que me respondió fue que «era solo una broma». Las «bromas» como estas no solo son incómodas, sino que un camino que puede llevar a una aceptación de actitudes aún más problemáticas.

Koke, al aplaudir a los hinchas de extrema derecha que interrumpieron el partido, se encuentra en una zona gris. Desde esta perspectiva, ¿no estamos, como aficionados, dando un pésimo ejemplo cuando permitimos que figuras en el deporte actúen de manera tan irresponsable? Esta falta de liderazgo positivo por parte de los jugadores se convierte en un reflejo de cómo la afición podría estar, a su vez, validando comportamientos inaceptables.

Negando lo innegable: el silencio institucional y social

En el ámbito institucional, las respuestas son igualmente preocupantes. El club tiene un historial de eludir la responsabilidad con respecto a los aficionados más radicales. Cerezo y otros miembros de la directiva han afirmado que el Frente Atlético es “un fantasma” que no existe. ¡Qué belleza de la teoría del agujero negro! En este caso, esa teoría se traduce en una comparación en la que los problemas son absorbidos sin dejar rastro.

Es curioso cómo el PSOE y VOX se alinean con esta lógica al rechazar la creación de una comisión de investigación sobre los grupos neonazis en Madrid. Tal como sucede en el mundo del fútbol, en el que todos prefieren mirar hacia otro lado, la política también parece jugar a la falta de responsabilidad. ¿Acaso es más fácil ignorar la existencia de radicalismos que actuar?

La inevitable pregunta: ¿existe alguna esperanza?

Ahora, es el momento de ser honestos. Puede parecer que estamos atrapados en un círculo vicioso, donde la violencia y el racismo se convierten en parte del decorado del fútbol profesional. Pero, ¿es realmente el fin? ¿Nos queda alguna esperanza?

Es un reto que comprende la educación y la reflexión. En mi experiencia personal, he visto iniciativas que hacen un esfuerzo real por crear conciencia y promover el respeto ante la diversidad. Clubes como el FC Barcelona han implementado campañas en pro de la inclusión y el respeto en el deporte. Pero no solo el Barcelona; muchos clubes han comenzado a tomar conciencia de que tienen una responsabilidad que va más allá del juego.

De hecho, hay una creciente presión por parte de los aficionados para que se tomen medidas contra la violencia y el racismo en los estadios. Estas presiones tienen el potencial de cambiar el rumbo, pero requieren la participación activa de sus hinchas. Al final del día, el poder del aficionado es innegable.

Hacia una afición más responsable: rompiendo el ciclo

La afición ordenada que Cerezo menciona debería convertirse en una afición activa y comprometida en la erradicación del racismo y la violencia. Sí, es esencial disfrutar del fútbol, pero también es nuestra responsabilidad como aficionados tener una conversación abierta sobre la diversidad y la inclusión dentro del deporte.

A final de cuentas, el deporte tiene el potencial de ser una plataforma poderosa para fomentar la unión en lugar de la división. Si tú, como yo, has experimentado el ambiente vibrante de un estadio, te darás cuenta de que ese lugar debe ser un refugio, un espacio donde todos se sientan bienvenidos y empoderados, sin importar su raza o creencias.

Conclusión: las palabras son sólo eso, palabras

En resumen, el caso de Enrique Cerezo y el Frente Atlético desafía nuestra percepción del fútbol y nos hace cuestionar el papel que juegan las instituciones en la lucha contra el racismo. A medida que avanzamos hacia un futuro incierto y complejo, es crucial recordar que el cambio inicia con nosotros —los aficionados— así como en el liderazgo de los clubes y las instituciones deportivas.

La normalización del racismo y de la violencia no puede ser la realidad aceptable de nuestra sociedad. No permitamos que el silencio se convierta en la opción más cómoda. Ya es hora de que defendamos el lugar que El fútbol debe tener dentro de nuestras vidas: inspirador, apasionante y, sobre todo, inclusivo.

Así que, cuando la próxima vez estés en el estadio, recuerda que nuestra voz cuenta. ¿Qué historia quieres contribuir a crear?