En un mundo donde una gran parte del plástico que usamos termina en nuestros océanos, es difícil no sentir una punzada de frustración al escuchar sobre las interminables negociaciones entre países que se llevan a cabo para abordar este problema. Recientemente, los representantes de 177 países se reunieron en Busan, Corea del Sur, con la esperanza de llegar a un acuerdo que ayude a combatir la contaminación por plástico. Pero, al parecer, el camino hacia un tratado internacional no es tan fácil como firmar un documento y seguir adelante con la vida. ¿Por qué es tan complicado?
Un contexto de discordia: la reunión de Busan
Las discusiones en Busan fueron la quinta reunión del comité internacional que busca un tratado contra la contaminación por plástico. Pero, como en muchas relaciones, la comunicación parece ser el principal obstáculo. El diplomático ecuatoriano Luis Vayas Valdivieso, que preside el comité, ofreció un balance optimista. «Hemos logrado avances significativos», dijo. Sin embargo, también es cierto que todavía hay muchas diferencias por resolver. ¿Te imaginas pasarte semanas discutiendo sobre algo tan crucial y no llegar a un acuerdo?
En la reunión, se discutieron temas fundamentales como el alcance del tratado, el financiamiento y la resolución de disputas. Pero aquí es donde las cosas se complican. En un mundo que camina hacia la sostenibilidad, algunos países insistieron en que el foco debe ser la contaminación, mientras que otros argumentan que el tratado también debe abordar la producción de plástico. Ya sabes, esos momentos en que parece que cada uno tiene su propia idea de lo que debería hacerse y nadie está dispuesto a ceder. ¡Vaya lío!
¿Incumplimiento de promesas?
Los países se habían comprometido anteriormente a llegar a un acuerdo antes de que finalizara este 2024, pero aquí estamos, en una nueva ronda de conversaciones programada para el próximo año, y todavía sin resultados concretos. Es algo frustrante, especialmente considerando que todos sabemos que millones de toneladas de plástico dañan nuestros ecosistemas cada año.
Este tipo de inacción a menudo se siente como una broma de mal gusto. Recuerdo un día en el que me metí en una playa llena de plástico durante mis vacaciones. El sol brillaba, el mar estaba azul y los niños jugaban, pero entre todo eso había un flujo de residuos plásticos. ¡Puede que sea un simple espectador, pero eso fue como ver un cómic de superhéroes donde nadie realmente tiene superpoderes! ¿APENAS nos estamos dando cuenta de la gravedad del problema?
Las mareas políticas: populismo y cambio climático
Como si no tuviéramos suficientes problemas ecológicos, la política global también interviene. Con el ascenso del populismo de derecha en varios países, especialmente con la llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos en enero, la situación se hace aún más complicada. Más de un diplomático ha bromeado diciendo que tratar de llegar a un acuerdo en estas condiciones es como jugar a las cartas con un mazo lleno de comodines. ¿Quién quiere un acuerdo cuando hay intereses en juego que parecen más prioritarios que el bienestar del planeta?
Algunos países productores de combustibles fósiles, que evidentemente tienen un interés en mantener la producción de plástico, están frenando el progreso. Arabia Saudí, por ejemplo, ha sido destacado por su resistencia a cualquier limitación en la producción. Al igual que algunas de nuestras comidas favoritas que tienen un gran número de ingredientes, el mundo de la política también se complica. Cuando intentas hacer una receta perfecta, nunca falta el ingrediente que quieres omitir pero que, irónicamente, es esencial.
Las posiciones de los países: ¿Un juego de poder?
Durante la reunión, 94 países, incluidos miembros de la Unión Europea y varias naciones latinoamericanas, presionaron para que el tratado no solo se enfocara en la contaminación, sino también en la producción de plásticos. Mientras tanto, los defensores del status quo, como Kuwait y Rusia, defienden una visión muy diferente. Podríamos pensar que están jugando al «tú contra mí», donde el único perdedor es el planeta.
¿No hay una pregunta que flota en el aire? ¿Por qué algunos países no ven la necesidad de limitar la producción si esto eventualmente perjudica a todos? La respuesta, como en muchas historias de desamor, puede ser que existen diferentes prioridades y el amor por los combustibles fósiles a menudo eclipsa la preocupación por el medio ambiente. Sin embargo, debemos encontrar un terreno común, hasta por cuestiones de salud pública.
La producción de plástico: un monstruo creciente
Hablemos de cifras. Actualmente, la producción mundial de plástico ronda los 460 millones de toneladas anuales, de las cuales un asombroso 95% es plástico primario. Esta alarmante escasez de reciclaje significa que cada año, millones de toneladas de plástico terminan en vertederos, ríos y océanos, en vez de ser reutilizadas.
Esto realmente me recuerda a esos días universitarios cuando te prometías a ti mismo que encontrarás tiempo para estudiar, pero, inevitablemente, te encuentras atrapado en la serie de Netflix. Con cada episodio, te alejas de tu objetivo. Así es la producción de plástico: fácil, barata, y siempre con la excusa de “es lo que hay”.
¿Sabías que si no cambiamos nuestros hábitos, para 2040 la producción global de plástico alcanzará los 765 millones de toneladas? Olvídate de un mar de plástico; será un océano completo. Eso nos lleva a reflexionar: en qué momento la sociedad se olvidó del equilibrio entre progreso y responsabilidad ambiental.
Soluciones en la mesa: ¿esperanza o utopía?
En la última propuesta discutida, se incluyeron algunas medidas similares a las adoptadas por la Unión Europea, como establecer fechas para dejar de producir ciertos productos plásticos, como pajitas y cubiertos de un solo uso. ¿Cómo se siente eso? Bueno, es un comienzo. Sin embargo, muchos aspectos aún están en discusión y no se han consensuado.
Un aspecto crucial que debe debatirse es la financiación que los países en desarrollo requieren para cumplir con las normas que surjan del tratado. ¿Deberían los países desarrollados asumir ese costo o, como algunos proponen, hacer que las empresas productoras de plástico también contribuyan? Esta última opción parece más justa, ¿no crees? Después de todo, deberíamos hacer que quienes más se benefician también carguen con su parte de responsabilidad.
La batalla narrativa: ¿quién tiene la palabra?
Uno de los aspectos más interesantes de estas negociaciones es cómo algunos países defienden su postura con más tenacidad que otros. En medio de todas estas cuestiones, se ha planteado la cuestión de las reglas que rigen el acuerdo cuando surjan discrepancias. Algunos quieren que se tomen decisiones por consenso, mientras que otros defienden que se vote. Este tipo de diálogo es como una escena de una comedia romántica: un tira y afloja donde ambos deben ceder un poco si quieren tener un final feliz.
En esta ocasión, la toma de decisiones por consenso podría convertirse en un impedimento para lograr un tratado ambicioso. ¿Podríamos imaginar un tratado tan sólido como una pared de ladrillo? Solo si cada ladrillo se coloca cuidadosamente. Por desgracia, si unos pocos ladrillos son más grandes que otros, la pared probablemente no se sostenga.
Caminando hacia el futuro: ¿hay esperanza?
Entonces, ¿hay esperanza de que, al final, se logre un tratado eficaz? Admiro la indiferencia que muchos muestran hacia este último evento, pero creo que debemos continuar con la presión. Si hay algo que sabemos es que los problemas no se resuelven solos; más bien, requieren determinación y esfuerzo colectivo.
Así que, mientras estos diplomáticos discuten, algunos de nosotros podemos tomar acciones en nuestras propias vidas. Puedes comenzar por reducir tu uso de plástico. Cuando compres, decide optar por productos que utilicen envases reciclables. Tal vez experimentes con opciones de productos reutilizables y busques formas de limitar tu impacto personal.
Conclusión: un viaje compartido hacia la sostenibilidad
Llegar a un acuerdo sobre un tratado efectivo contra la contaminación por plástico será un viaje más largo de lo que esperábamos. Sin embargo, es un viaje que vale la pena hacer. Al final del día, todos estamos en este barco de plástico que se hunde. Por lo tanto, sería genial si pudiéramos usar un poco menos de plástico y un poco más de humanidad en nuestras decisiones.
La pregunta es: ¿estamos listos para un cambio? Si bien las naciones siguen negociando en torno al tratado, cada uno de nosotros también tiene un papel que desempeñar. Tal vez, solo tal vez, la historia de nuestra lucha contra el plástico se convierta en una anécdota, una de aquellas que narramos con un guiño y una sonrisa, sabiendo que todos juntos hicimos que nuestra parte del mundo fuera un poco mejor. ¡Hagámoslo posible!