El sábado 14 de octubre de 2023 será una fecha que quedará grabada en la memoria de muchos, especialmente para aquellos que viven cerca del monasterio Santo Espíritu del Monte de Gilet, en Valencia. Un ataque violento en este lugar de retiro espiritual dejó lamentablemente un saldo de un monje fallecido y varios heridos. Este suceso no solo conmocionó a la comunidad local, sino que también nos lleva a reflexionar sobre la violencia en nuestra sociedad y la necesidad de compasión en tiempos difíciles.

Un relato desgarrador

Imagina un lugar considerado sagrado, un recinto donde la paz y la meditación son la norma. A las 10 de la mañana de ese fatídico día, todo cambió. Un hombre, armado con un palo y una botella, irrumpió en el monasterio en busca de sus infortunadas víctimas. Las escenas que se desarrollaron en ese instante se pueden describir como un verdadero caos. Los monjes, dedicados a una vida de servicio y oración, se convirtieron en destinos de la furia de una persona desequilibrada. Según las declaraciones del alcalde de Gilet, Salva Costa, alguien logró enfrentar al atacante, lo que sin duda fue un acto heroico en un momento de pánico absoluto.

Conversando con amigos sobre esto, me hicieron recordar un incidente que viví una vez en una conferencia. Un orador, que se estaba ganando las risas del público, de repente se fue por la tangente y comenzó a hablar sobre sus problemas personales. En un instante, se rompió el ambiente de diversión. Creo que todos en la sala entendimos, de manera incómoda, que a veces la vida puede llevarnos a situaciones inesperadas, y no todo es risas. Así se siente este acontecimiento; una especie de burla y crueldad en un lugar que generalmente es un refugio.

La historia se repite: violencia desmesurada

A través de la historia, hemos sido testigos de cómo la violencia puede surgir de la nada. En este caso, el asaltante no intentó robar nada; su único objetivo parecía ser causar daño. Eso plantea una pregunta inquietante: ¿qué tipo de desesperación y angustia lleva a una persona a actuar de tal manera? Vayamos un poco más profundo; a veces, la violencia se presenta como un grito desesperado de ayuda en un mundo en el que la compasión parece estar desapareciendo.

Es difícil no pensar en cómo la vida de este hombre, que ahora enfrenta cargos relacionados con este crimen horrendo, podría haberse entrelazado con la de los monjes. ¿Hubo señales de advertencia? ¿Por qué no se intervino antes? En un mundo lleno de conectividad, a menudo estamos más aislados que nunca. Con la pandemia, esos lazos sociales se han visto aún más deteriorados, dejando a muchos lidiando con problemas mentales y emocionales en silencio.

El impacto en la comunidad

La comunidad religiosa de Gilet y sus alrededores no solo lamentan la pérdida de un monje, que dedicó su vida al servicio de los demás, sino que también sienten el peso del miedo que esta violencia ha traído. La vida comunitaria, en la que se construyen lazos sólidos a través de rituales y encuentros, se ha visto alterada. Todos tenemos amigos o familiares en entornos comunitarios, y algo así puede llevar tiempo reconstituirse, si es que se logra hacerlo alguna vez.

En este contexto, es interesante observar cómo los líderes comunitarios han respondido. El provincial de los franciscanos de la Inmaculada Concepción, Fray Joaquín Zurera, ha destacado la necesidad de la paz y la comprensión. En otras palabras, en medio del horror, hay un llamado a la compasión, a no perder de vista el camino de la esperanza. Esto me recuerda un juego que solíamos jugar en mi infancia: todos lanzábamos una pelota alrededor, pero a veces alguien dejaba caer la suya. Era esencial recogerla, no solo por el juego, sino también por el compañerismo.

La vida de los monjes y su dedicación

Los monjes del monasterio como el que fue atacado son un reflejo de una vida de dedicación, oración y entrega a los demás. Muchos de nosotros podemos sentir curiosidad sobre cómo es vivir de esta manera. Se levantan temprano, dedican horas a la meditación, ayudan a las personas que necesitan refugio. En fin, parecen estar en perfecta sintonía con los principios que predican. Pero, ¿qué pasa cuando la violencia irrumpe en su mundo? ¿Acaso los ideales de paz y amor se ven desafiados por estas acciones?

Me gusta pensar que la vida de un monje es como el arte de la jardinera. Se siembran semillas de esperanza, se cuida la tierra con dedicación, y cuando llega la tormenta, se afrontan las consecuencias. Pero en el caso de Gilet, la tormenta llegó en forma de un ataque inesperado. Es un recordatorio de que incluso en los lugares más sagrados, la vida y el dolor pueden coexistir.

Reflexiones sobre la compasión y la empatía

En medio de esta tragedia, nos enfrentamos a una oportunidad para reflexionar sobre cómo podemos cultivar más empatía en nuestras comunidades. ¿Puede un acto de bondad ser la respuesta a la violencia? Los pequeños gestos, como saludar a un vecino, ofrecer ayuda a un desconocido o simplemente escuchar a alguien, pueden cambiar el rumbo de una vida.

Este ataque puede impulsarnos a cuestionar nuestros propios comportamientos. ¿Conocemos a nuestros vecinos? En tiempos difíciles, es posible que descubramos que un simple «¿cómo estás?» puede hacer más de lo que imaginamos. La conexión humana es algo poderoso que a menudo subestimamos. ¿No estamos todos luchando en ciertas ocasiones?

Mirando hacia el futuro

Con miras a lo que está por venir, es necesario preguntarse cómo se pueden prevenir actos de violencia como el ocurrido en el monasterio de Gilet. Hay un diálogo poderoso que se debe abrir en todas las comunidades sobre salud mental, desestigmatización de problemas y cómo ofrecer ayuda.

Recientemente, he leído sobre iniciativas en diversas ciudades que promueven la salud mental y ofrecen recursos para aquellos en crisis. Programas que facilitan conexiones entre profesionales y personas que buscan apoyo están surgiendo cada vez más. Estos son valiosos, pero ¿son suficientes? Tal vez no. Cada uno de nosotros tiene el poder de ser un eslabón en esta cadena de apoyo.

La tragedia en Gilet es un claro recordatorio de que vivimos en un mundo donde la compasión no es solo un valor agregado, sino una necesidad crítica. Se trata de escuchar, de ver y, sobre todo, de actuar para prevenir que más situaciones devastadoras como esta se repitan.

Conclusión: un llamado a la acción

Al final de este artículo, quiero dejarte con una pregunta. ¿Qué harás tú en tu comunidad para promover un ambiente más compasivo y acogedor? Será fácil volverse cínico y pensar que no podemos hacer nada, que la violencia es una constante en la historia humana. Pero aquí está la verdad: la empatía y la bondad tienen poder. Si todos nos comprometemos a hacer una diferencia aunque sea pequeña, juntos podemos transformar el panorama de nuestras comunidades.

A medida que reflexionamos sobre el dolor y la pérdida en el monasterio de Gilet, recordemos también la importancia de la vida, la compasión y el cuidado mutuo. En estos tiempos de incertidumbre, el futuro depende de nosotros, de las conexiones que cultivemos y de la bondad que difundamos a nuestro alrededor. ¿Estás listo para ser parte de esta transformación?

La historia no termina aquí; depende de cada uno de nosotros escribir el próximo capítulo.