Las elecciones no son solo un día en el calendario, son un espejo que refleja la salud política de una nación. Este espejo, a veces distorsionado, ha mostrado en 2023 un panorama sorprendente en Estados Unidos, donde el retorno a la Casa Blanca de Donald Trump ha causado revuelo y asombro. ¿Qué está pasando en el corazón del país? ¿Por qué, tras tantas controversias y juicios, sigue siendo una figura clave en la política? En este artículo, vamos a desentrañar las complicadas capas de este fenómeno electoral.
La ironía de Filadelfia: la cuna de la democracia y el triunfo de la controversia
Filadelfia, la cuna de la democracia estadounidense, fue testigo de una victoria inesperada que dejó a muchos manipulando el tablero electoral. Mientras el 80% de los votantes apoyaron a Kamala Harris, esto no fue suficiente para evitar que Trump se alzara con la victoria en el estado crucial de Pensilvania. Es como si, después de años de luchas y alegaciones, la democracia se estuviese riendo de nosotros de manera burlona. En este punto, me viene a la mente una anécdota personal de una reunión familiar, donde mi tío, un ferviente partidario demócrata, lanzó una mirada llena de resentimiento a mi primo, un incondicional de Trump: “Si Filadelfia encontró la manera de hacer que Harris no ganara aquí, ¿quién soy yo para contrariarla?”.
Esta divergencia se ha convertido en un síntoma de un país cada vez más partido, con una microscopía política que revela una sociedad polarizada. La Nixonización de Trump, un término que podríamos acuñar para describir cómo las figuras políticas han empezado a observar a Trump como un fenómeno irrepetible, sigue en auge. ¿Pero a qué costo? La división entre ciudad y campo se vuelve cada vez más pronunciada, y el mapa electoral lo confirma.
Una batalla cultural y educativa
Uno de los temas más preocupantes que emergió del análisis post-electoral fue el cambio en la dinámica educativa. ¡Adivina qué! El 57% de los votantes con un título universitario apoyaron a Harris, mientras que el 54% de quienes no tienen un título votaron por Trump. Este patrón es fascinante (y hasta cómico si no fuera tan trágico), porque nos muestra que, en lugar de unirse bajo una bandera de progreso, muchos han optado por aferrarse a una narrativa de miedo y división.
Recuerdo la vez que discutí sobre la polarización política en un café con amigos. Uno de ellos, un fervoroso seguidor de Dodgeball (sí, el juego de pelotas) argumentaba que Trump era como el mejor lanzamiento de una bola que acaba golpeando a todos, y que confrontar a la oposición con dureza era parte del juego. Pero, ¿realmente queremos vivir en un lugar donde tenemos más en común con una bola de goma que con nuestras discusiones intencionadas?
Este enfoque divisivo se ha visto exacerbado por el ascenso de la misoginia y el racismo, factores que están indisolublemente ligados a la percepción de Harris. Por un lado, la figura femenina en la política podría haber sido vista como una ventaja, pero parece que, en realidad, ha sido un arma de doble filo.
La evolución del electorado: ¿de qué estamos hablando realmente?
El cambio demográfico en el electorado ha sorprendido a muchos analistas. Cuando los demócratas pensaron que la creciente diversidad en Estados Unidos era un seguro para sus llamadas elecciones, encontraron que ese no era el caso. Simplemente, no estaban listos para los cambios que se avecinaban. La inclinación de los hombres hispanos hacia candidatos republicanos ha sido notable, a pesar de que la retórica de Trump ha sido en ocasiones insultante hacia esta comunidad. Irónico, ¿no crees?
Un residente de Miami me contó que su familia ha votado demócrata durante generaciones, pero ahora, bajo la sombra de la crisis económica, están reconsiderando. “Mira, no es que me guste Trump, pero ¿qué hemos obtenido? Mi primo Nelson está cada vez más convencido de que esto es una pelea entre nosotros o ellos. La gente se siente más cómoda mostrando su ira que buscando soluciones”, añadió. A veces, el odio y la reacción se convierten en el lenguaje común de los desesperados.
La misoginia y el racismo como telones de fondo
La candidatura de Kamala Harris en 2023 también ha sido un reflexionado sobre el papel que juega la misoginia y el racismo en el panorama electoral. Como indica el Centro de Mujeres y Política de Estados Unidos, la percepción de una mujer en la política puede ser drásticamente diferente a la de un hombre. Mientras que muchos votantes ven a Trump como “el hombre fuerte” que todos quieren tener a su lado, Harris enfrenta las expectativas cambiantes de ser menos enérgica y más diplomática, lo que resulta en un dilema casi irónico para cualquier mujer en política.
Aquí me surge una pregunta que espero que reflexionemos: Si la calidad y la capacidad de liderazgo de una persona se miden por su género, ¿cuándo empezaremos a dejar de lado esas limitaciones? La historia de Harris es un recordatorio de que los muros del pasado aún no están desmontados, a pesar de que muchos quieran creer que hemos llegado a un lugar más progresista.
La narrativa de la “amnesia de Trump”
Durante las elecciones, el fenómeno de la «amnesia de Trump» se convirtió en un concepto clave. Los jóvenes votantes, que en su mayoría no recordaban el alboroto de su presidencia, parecían haber olvidado lo caótico que fue. Me llamaba la atención una conversación con una estudiante universitaria que simplemente decía que, dado que no vivió la presidencia en su plenitud, no tenía una imagen clara de lo que significaba. “No me importa realmente lo que ocurrió antes. Solo sé que los precios están altos y la economía no está ‘en el camino correcto’”. ¿Es esto un signo de la falta de compromiso ciudadano?
Esa percepción, sumada a la dificultad de evaluar a un líder, crea un caldo de cultivo ideal para Trump: tocar las teclas de la necesidad de respuestas simples para problemas complejos. En lugar de una conversación sustantiva sobre derechos, salud y equidad, preferimos que alguien tome las riendas y nos lleve por un camino directo, aunque eso signifique ignorar la escena a nuestro alrededor.
Una economía a dos velocidades
Y aquí entramos en el enigma económico: una economía que, a pesar de supuestos “alardes de éxito”, sigue dejando a muchos atrás. Cuando David Axelrod mencionó que solo el 28% de los estadounidenses creen que el país está en el camino correcto, es imposible no sentir un cosquilleo de incomodidad. ¿No se supone que las elecciones son una celebración del potencial de un país? ¿Deberíamos sentir incertidumbre al respecto?
La historia económica de este país se ha ido dibujando como la de una montaña rusa. Subidas vertiginosas, caídas inesperadas y una recuperación que parece inalcanzable para muchos. La gente ha dejado de mirar hacia “arriba” y ha comenzado a expresar su frustración de formas mucho menos sutiles y más explosivas.
Reflexiones finales: un futuro incierto
A la luz de todo esto, es fácil rendirse a la desesperación. Mi abuela solía decir que “las cosas suelen empeorar antes de mejorar”. Hoy siento que esas palabras son más relevantes que nunca. Las elecciones de 2023 no solo reflejan un desafío para el Partido Demócrata, sino que también empujan al Partido Republicano a enfrentar los demonios que han alimentado durante años.
El ascenso de Trump es un microcosmos de la confusión y la división que sentimos como ciudadanos. Más que simple retórica, esto es un llamado a la reflexión. ¿Qué tan fuerte está la voluntad del electorado para abrazar un cambio verdadero en lugar de buscar consuelo en la familiaridad de figuras controvertidas? La narrativa avanza, y la historia de esta nación está lejos de terminar.
Así que, si hay una lección en todo esto, es que nunca debemos dejar de preguntar, discutir y replantear. La política no es un juego sencillo y, tal como está en el aire de un café, con cada taza, se calienta el debate; lo que nos queda por definir es cómo tomaremos la próxima decisión. ¿Les gustaría tomar el siguiente café de la unión o el de la división? La elección es tuya.