El pasado 26 de febrero de 2025, Chile se vio sumido en un apagón masivo que dejó a oscuras a 14 de sus 16 regiones, desde la norteña Arica hasta la sureña Los Lagos. Más de 3.000 kilómetros sin suministro eléctrico y un sinnúmero de situaciones caóticas fueron el resultado de una falla en una línea de transmisión eléctrica, la más extensa en 14 años. Así que, como buen chileno que soy, imagina mis reacciones mientras veía las noticias. ¿Qué ha pasado? ¿Se nos fue la luz otra vez?

En este artículo, te llevaré a través de la experiencia de este apagón, las causas detrás de la interrupción de la electricidad, los efectos colaterales que generó, y las lecciones que debemos aprender como sociedad. Además, en el camino, compartiremos alguna que otra anécdota personal y reflexiones sobre la situación actual de nuestro sistema eléctrico en Chile.

Un día normal opacado por un apagón masivo

Todo comenzó como cualquier otro día. El sol brillaba en Santiago, yo disfrutaba de una taza de café y me preparaba para enfrentar la jornada. Pero a las 15:15, un apagón repentino interrumpió mis planes y los de millones de chilenos. Como no encontraba una respuesta lógica para ello, empecé a revisar las redes sociales, donde las teorías de conspiración empezaban a arder como la luciérnaga que se dice que encontró un teléfono móvil, ¿te imaginas? En fin, la realidad era mucho menos emocionante que lo que podríamos habernos imaginado en un thriller de Netflix.

La reacción del Gobierno: estado de emergencia y toque de queda

Quickly después de que se hizo evidente que el apagón no era un problema menor, el Gobierno de Chile, liderado por el presidente Gabriel Boric, declaró estado de emergencia y un toque de queda que entraría en vigencia desde las 22:00 hasta las 6:00 de la mañana del siguiente día. Había algo irónico en un país que, en años anteriores, había pasado por dictaduras y reformas; ahora enfrentaba un problema de electricidad de proporciones épicas.

Los mensajes SMSe volvieron el nuevo “WhatsApp”, y la gente acudió a las radios, pues la conectividad a internet se volvió como la línea de los viejos días de internet: poco fiable.

Pero, no todo fue caos. Aunque la situación era seria, ver a los vecinos salir a la calle, mirar al cielo y preguntarse «¿y ahora qué?», era casi cómico. Creo que hasta el perro del vecino se preguntó lo mismo, mientras miraba a su dueño con esa expresión de «tú dijiste que esto no iba a pasar, así que…».

Consecuencias inmediatas del apagón

Como buen dictador de historias, te diré que las consecuencias fueron muchas y variadas. Primero, el caos circulatorio se apoderó de las calles. Los semáforos estaban apagados (porque claro, la electricidad no viene gratuita), y el tráfico se convirtió en un videojuego de carreras donde los peatones parecían los protagonistas. ¡Un verdadero espectáculo! Las imágenes de personas volviendo a casa a pie en el Metro se hicieron virales, a tal punto que hasta pensé que tenían planes de lanzar una nueva serie de Netflix titulada «Camino a Casa«.

Pero, hablando en serio, las consecuencias fueron más graves que el mero caos en las calles. Servicios esenciales, como hospitales, se vieron comprometidos y ya se reportaron tres decesos de personas electrodependientes. Este fue un recordatorio brutal de cuán dependientes somos de la electricidad y la importancia de asegurarnos de que sistemas de este tipo sean al menos resilientes.

La cadena productiva afectada: ¿dónde queda la minería?

No se puede ignorar el hecho de que el sector minero, uno de los pilares de la economía chilena, se vio duramente afectado. La mina de cobre más grande del mundo, Escondida, y la estatal Codelco se quedaron sin electricidad. Imaginen la escena: ingenieros viendo caer la producción a la par que su café se enfría en la mesa. Pero, ¿no es curioso cómo en un país productivo como Chile, dependemos tanto de recursos externos para el funcionamiento de nuestros propios sistemas? Esto plantea muchas preguntas sobre la seguridad energética.

Este apagón evidencia que, aunque Chile esté considerado una de las naciones con potencial energético renovable, la infraestructura es un verdadero molde de cristal: tan fuerte como ineficiente.

Causas subyacentes del apocalipsis eléctrico

Tan pronto como comencé a leer más sobre las causas detrás del apagón, me di cuenta de que realmente estábamos ante un problema de gestión y mantenimiento. La responsable de la interrupción fue la empresa ISA Interchile, otra chica del mal que tenía el trabajo de mantener nuestra energía funcionando. Se reportó que el apagón fue causado por una desconexión del sistema de transmisión de 500 kV en el Norte Chico. La explicación técnica puede sonar simple y directa, pero lo que realmente deja a la población con un sentimiento de desconfianza sobre la estabilidad eléctrica es la idea de que esto podría haberse evitado con una mejor gestión.

El presidente del Consejo Directivo del CEN, Juan Carlos Olmedo, expresó que la interrupción sucedió por “una operación no deseada en los sistemas de protección y control de la línea”. Esto puede sonar como excusa válida para los amiguitos del CEN, pero para mí, es una señal de que necesitamos adoptar un enfoque más proactivo en cuanto a la infraestructura eléctrica. ¿No deberíamos esforzarnos por tener un sistema que no nos lleve a estos estados de ineficiencia?

Conclusiones y aprendizajes

Después de experimentar y reflexionar sobre este apagón, es momento de abordar las enseñanzas que podemos sacar de esta crisis. En primer lugar, está claro que la infraestructura eléctrica en Chile necesita reformas urgentes. La situación exhibe nuestra vulnerabilidad frente a problemas que, a primera vista, parecen técnicos pero que son profundamente sociales y económicos.

Por otro lado, en estos tiempos donde todos estamos volcados a la tecnología, es fundamental promover un diálogo sobre energías renovables y autonomía energética. ¿Podría ser que el futuro de Chile pase por diversificar su matriz energética? Sin duda, hay ejemplos de otros países construyendo su independencia energética de maneras creativas.

Si bien es cierto que la situación fue caótica y trágica, también espero que sea un catalizador para el cambio. Tal vez este apagón sea como una de esas películas de acción que ves con amigos: comienzas con un día normal, pero luego se convierte en un capítulo que te cambia la vida.

Reflexiones finales

Y así, queridos lectores, concluyo mi crónica sobre el apagón en Chile, un incidente que nos puso a prueba y nos recordó la fragilidad de la vida moderna en un mundo tan dependiente de la energía. Esta experiencia nos brinda espacio para reflexionar, aprender y actuar en búsqueda de un futuro más sólido. Quizás fue un día oscuro, pero, como buenos chilenos, sabemos que después de la tormenta siempre viene la calma. Y si nos vemos en otro apagón, al menos que haya un perro o un vecino más divertido en el camino.

Así que, ¿estás listo para encender la luz?