No cabe duda de que el populismo ha tomado protagonismo en el escenario político mundial. A menudo, se habla de ese populismo hermoso, aquel que promete cambiar el mundo, que aboga por valores que todos queremos creer: igualdad, justicia, amor platónico. Sin embargo, ¿hasta qué punto este ideal se alinea con la realidad? En este artículo, exploraremos la fascinante y compleja naturaleza del populismo y su impacto en nuestra sociedad actual.

La seducción de los ideales populistas

¿Alguna vez te has sentido atraído por una idea que parecía maravillosa en papel, pero que luego resultó ser una ilusión? Creo que todos hemos pasado por eso. Recuerdo una vez que me uní a un grupo de activismo, muy entusiasta, defendiendo ideas que parecían rescatadas de un discurso de un líder carismático. Todo era maravilloso hasta que empecé a notar algunas contradicciones. En este caso, esas contradicciones comenzaron a manifestarse en la forma en que se trataba a los disidentes dentro del grupo.

El dicho “la mente es como un paracaídas, funciona mejor cuando está abierta” nunca fue tan relevante como lo es ahora. El populismo hermoso muchas veces nos vende una idea de excluyente “nosotros contra ellos”, y las consecuencias pueden ser desastrosas. Es el tipo de mentalidad que incluso puede generar lo que algunos han denominado «crimental», un término que se refiere a la persecución de pensamientos impuros.

Un viaje hacia la distopía

George Orwell nos advirtió sobre esto en «1984», donde la Policía del Pensamiento se encargaba de frenarnos con el control férreo del pensamiento. En el mundo del populismo, nos enfrentamos a algo similar, solo que el objetivo es mucho más sutil: generar un ambiente en el que toda forma de disidencia se perciba como un delito. En ese sentido, quienes apoyan fervientemente el populismo pueden volverse en contra de lo que alguna vez defendieron. Una especie de “matar al padre” en términos de filosofía política. El mismo hecho de mostrarse crítico puede poner a un individuo en la línea de fuego.

La ironía es que este tipo de política se presenta bajo el manto de la protección de ciertos valores. ¿No es curioso cómo lo que se presenta como un refugio de amor y belleza puede transformarse en la imposición de un pensamiento único? Me hace pensar en cuando visité un festival de música en el que todos celebraban la diversidad… mientras se aseguraban de que solo ciertas opiniones pudieran expresarse. No podía evitar pensar: “¿Es este realmente el mundo que quieren construir?”

La primera víctima del populismo: el mismo líder

Uno de los casos más representativos de este fenómeno es el del propio Iñigo Errejón. En lugar de convertirse en un baluarte de la lucha política más noble, se ha encontrado atrapado en un sistema que él mismo ayudó a moldear. Como si fuera un personaje trágico de una obra de teatro griego, el populismo ha devorado a su creador. Es irónico, ¿no? El primer mandamiento del populismo se podría resumir en “No Fallarás”. Sin embargo, este principio acaba siendo una trampa para quienes lo promueven. Si te ajustas al guion, estás a salvo; si no, serás un blanco fácil.

Del dato al discurso: el papel de los medios

La sombra de los medios de comunicación en este juego es innegable. En un mundo donde la información puede ser manipulada y distorsionada con solo pulsar un botón, los periodistas también son, en cierto modo, los nuevos sacerdotes del populismo. Ellos tienen el poder de abrir o cerrar puertas, de crear narrativa y de definir qué es correcto y qué no lo es. ¿Acaso no resulta un tanto escalofriante cómo, en épocas de fake news, el poder de la verdad se ha vuelto algo tan cuestionable?

Algunos medios que se disfrazan de imparciales son, de hecho, aliados de estas causas. Se convierten en voceros que lanzan acusaciones anónimas en nombre de ideales que, al final del día, son manipulados para servir a agendas personales. Uno podría preguntarse: ¿dónde queda la ética periodística? Y lo más importante, ¿dónde queda el ciudadano común en todo este entramado?

La democracia en juego

Primero, hay que recordar que la democracia se basa en la diversidad de opiniones. Sin embargo, este panorama se ve constantemente amenazado por la tendencia de silenciar voces disidentes. ¿No es ironico que en una era donde se aboga por la libertad de expresión, sean aquellos que claman por ella quienes a menudo actúan como censores? Es un juego de poder que ya ha mostrado su horrores en la historia.

La búsqueda de una verdad absoluta y la polarización son dos caras de la misma moneda en este contexto. La política, que en teoría se debería basar en el debate y el entendimiento, se ha transformado en una lucha constante, donde se grita más que se dialoga. ¿Cuántas veces te has encontrado en una conversación en redes sociales que comienza bien y de repente se convierte en un intercambio de insultos?

Una identidad confusa

El dilema del populismo también toca otras fibras más profundas, como la identidad. En tiempos difíciles, las personas buscan a alguien que les represente, alguien que se alinee con sus creencias. Este impulso es completamente humano, pero se puede convertir en una trampa. Yo mismo he tenido momentos de desesperación, donde me dejé llevar por la furia de un movimiento, solo para darme cuenta más tarde de que estaba utilizando mis emociones en una dirección errónea.

La identidad_, por su propia naturaleza, es cambiante. En este sentido, el populismo se adueña de ella de una manera simplista, presentando ideas de manera binaria: “yo o ellos”, “bueno o malo”, sin espacio para matices. Esa es la esencia que desencadena conflictos: la incapacidad de ver más allá de lo que está frente a nosotros.

El futuro del populismo

¿Qué podemos esperar en el futuro del populismo? Bueno, soy un amante de la futurología, pero no tengo una bola de cristal. Sin embargo, es concatenar los puntos los que podemos sentir la presión. La tensión social sigue creciendo, y las plataformas digitales continúan siendo un caldo de cultivo para la polarización. La salida no será fácil, pero una cosa queda clara: debemos aprender a convivir con las diferencias.

A medida que la historia avanza, es importante recordar que, aunque el popping hermoso se presenta de manera glamourosa, el trasfondo tiene matices que no siempre son positivos. El mensaje que queda es que debemos estar atentos y no dejar que el encanto de una idea nos lleve a un lugar donde la libertad y la verdad se ven comprometidas.

Reflexiones finales: hacia una política consciente

Quizás la clave esté en fomentar una política consciente. Todo empieza desde la individualidad. Si cada uno de nosotros se compromete a cuestionar lo que consumimos y a ser críticos con nuestras propias creencias, podemos comenzar a desmantelar esta trampa. Es como un rompecabezas complicado y cada pieza, aunque pequeña, cuenta. ¿Te atreverías a ser esa pieza que cuestiona y busca la verdad más allá de lo superficial?

La invitación está abierta. No se trata de un camino fácil, pero sí de un viaje vital que, en última instancia, puede ayudarnos a todos. Así que la próxima vez que veas una idea política que te atrape, tómate un momento. Pregúntate: “¿realmente contribuye al avance de la humanidad o es solo más ruido en la esfera pública?”. Con esa reflexión, quizás podamos tejer una sociedad más rica, diversa y, sobre todo, más justa.

Al final del día, lo único que realmente queremos es un mundo mejor. ¿No es esa la verdad más universal y hermosa de todas?