El 12 de octubre ha sido, durante años, una fecha marcada en el calendario de muchos países hispanoamericanos. Para algunos, es una celebración que recuerda la llegada de Cristóbal Colón a América, mientras que otros la ven como un recordatorio de un capítulo oscuro en la historia, una época de colonización y sufrimiento. Este año, el gobierno de Javier Milei ha decidido resucitar el «Día de la Raza», un movimiento que ha generado tanto interés como controversia en la comunidad argentina y más allá. En este artículo, exploraremos este giro histórico y lo que implica para la identidad cultural del país.
Una vuelta a los orígenes
Cuando me enteré de que el gobierno de Milei había revivido esta denominación, no pude evitar recordar mis días de estudiante en la escuela secundaria, donde nos enseñaron a ver a Colón como una figura de doble filo: un explorador famoso, pero también el precursor de la colonización y la opresión de muchos pueblos originarios. ¿Acaso no hay una historia más compleja detrás de su figura? La narración que ahora se presenta se aleja de la crítica moderna, pero ¿es esta visión una manera de reconciliar nuestro pasado o simplemente una tentativa de ignorar las heridas que aún sangran?
El video oficial y su impacto
La Casa Rosada publicó un video en el que se ensalza a Colón, describiendo su llegada a América como un «hito que marcó el inicio de la civilización en el continente». Este tipo de retórica no es simplemente cosmética. Está diseñada para reconectar a los argentinos con una narrativa de grandeza, como si la historia de un individuo pudiera y debiera eclipsar lo que realmente ocurrió en el país después de su llegada. Los líderes políticos siempre tienen un ojo en el pasado, y Milei parece tener claros sus objetivos: construir un nuevo marco de referencia y fomentar un sentido de unidad nacional.
Pero, ¿acaso esa unidad se logrará a expensas de un diálogo constructivo sobre el legado de la colonización? La historia nos enseña que no siempre es fácil reconciliar las narrativas. Algunas personas pueden considerarlo un paso valiente, mientras que otras lo ven como un retroceso. Es casi como asistir a una reunión familiar en la que todos tratan de ignorar al elefante en la habitación.
Contexto histórico y turbulencias culturales
El nombre «Día de la Raza» fue adoptado en Argentina en 1917, como una manera de conmemorar la llegada de Colón, propuesto por el entonces presidente Hipólito Yrigoyen. Sin embargo, en 2010 se dio un cambio significativo cuando Cristina Fernández de Kirchner adoptó la denominación de «Día del Respeto a la Diversidad Cultural«, un movimiento hacia la inclusión y el reconocimiento de las múltiples voces y culturas que coexisten en el país. Este cambio se hizo eco de una tendencia más amplia en el continente hacia la descolonización del lenguaje y la historia.
Ahora, con el regreso al «Día de la Raza», muchas personas se preguntan: ¿es esta un paso hacia atrás en la lucha por la inclusión y el reconocimiento cultural, o un intento por parte de Milei de reescribir la narrativa en un momento de polarización política? Este es el punto de inflexión que muchos revitalizarán en el texto de sus ensayos, debates y publicaciones en redes sociales.
El cambio de nombre del Centro Cultural Kirchner
Si revivir el «Día de la Raza» fue una sorpresa, lo que siguió no dejó de asombrar. En un giro aún más audaz, el Centro Cultural Kirchner, un edificio emblemático de Buenos Aires, tuvo su nombre cambiado a «Palacio Libertad – Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento«. Si bien Sarmiento es recordado como un defensor de la educación pública y un modernizador en Argentina, esta acción envuelve un mensaje distinto, alineado con la agenda de La Libertad Avanza. Es un recordatorio de que la política y la cultura están profundamente interconectadas y, como espectadores en este teatro, nos dejan preguntándonos: ¿cuáles son las próximas escenas en este drama político?
La historia que nos cuentan y la que queremos oír
La narrativa sobre Colón que vuelve a ser impulsada por el gobierno de Milei puede ser vista, por algunos, como un intento de fortalecer el nacionalismo. Pero el nacionalismo, en la historia, rara vez ha sido un camino claro y amable. Recuerdo cuando una amiga, apasionada por la historia, me decía que la forma en que se cuenta la historia es, en sí misma, un reflejo de lo que la sociedad valora. Entonces, ¿a quién realmente sirve este reajuste? A medida que se ahonda en la historia, se revela que muchas veces el victorioso escribe la historia.
La cuestión es si los argentinos estarán listos para mirar hacia atrás con una nueva perspectiva o si se aferrarán a la narrativa tradicional que les fue enseñada. La educación juega un papel crucial aquí, y no solo en las aulas. En nuestros hogares, en nuestras conversaciones y, claro, en las redes sociales, donde cada meme puede desencadenar un debate. De hecho, no sería sorprendente ver a influencers utilizando la figura de Colón para uno de sus épicos debates online.
Reacciones entre la población y en la escena internacional
Algunos sectores de la población celebran el regreso al «Día de la Raza», viendo esta decisión como un reconocimiento a su herencia cultural y a un pasado glorioso, mientras que otros lo interpretan como un ataque a las comunidades indígenas y a su resistencia. La polémica ha trascendido fronteras, y medios internacionales han comenzado a reportar sobre el tema. ¿Está Argentina dispuesta a convertirse en un espejo de las luchas más amplias que enfrentan muchas naciones en el siglo XXI?
Las reacciones en redes sociales han sido virales. Desde memes ingeniosos hasta interacciones acaloradas, este tema no está lejos de convertirse en una tendencia mundial. Eso nos lleva a preguntarnos: ¿lo que se discute en el ciberespacio realmente refleja lo que siente la gente en sus corazones?
La estatua de Cristóbal Colón: un símbolo en disputa
No podemos olvidar que la estatua de Colón, que antes se erguía orgullosa cerca de la Casa Rosada, fue retirada en la administración de Fernández de Kirchner y trasladada a un paseo junto al Río de la Plata. En su lugar, se levantó una estatua de Juana Azurduy, una figura significativa en la lucha por la independencia. Este acto extrae su propia narrativa: un empoderamiento de la historia femenina y un reconocimiento de las voces que históricamente han sido silenciadas.
Sin embargo, la estatua de Colón siempre ha sido objeto de tensiones. Su presencia o ausencia en el espacio público revela la batalla cultural que se libran en muchos lugares del mundo. Cada vez que pienso en esto, me pregunto: ¿qué se logra realmente con las estatuas? Son simplemente monumentos de un momento histórico, pero a veces se convierten en símbolos de una lucha interminable.
Reflexiones finales: ¿hacia dónde nos dirigimos?
El regreso del «Día de la Raza» y el cambio de nombre del Centro Cultural Kirchner son pasos audaces de la administración de Javier Milei, pero también son un claro reflejo de las tensiones culturales y políticas más amplias que se dan hoy en día. La historia nunca es lineal, y mucho menos es unidimensional. La forma en que el pasado se narra, se recuerda y se discute habla mucho de la sociedad en la que vivimos.
Entonces, ante todo esto, me pregunto: ¿podremos encontrar un terreno común que honre todas las voces de nuestra historia? Tal vez el verdadero desafío no sea solo cuál narrativa prevalece, sino cómo aprendemos a convivir con las múltiples verdaderas que componen nuestro tejido social. ¿Podemos construir un futuro que reconozca y respete tanto la dulzura como la amargura de nuestra herencia cultural? La pregunta continúa urdiéndose en nuestra mente colectiva mientras nos dirigimos hacia adelante.
¿Y ustedes, qué opinan sobre este giro en la política cultural de Argentina?