El reciente fallo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha fortalecido el debate sobre la conducta de la policía, el machismo en las instituciones y el necesario control sobre los discursos de quienes ocupan cargos de responsabilidad. Hablemos del caso de Estíbaliz Palma, la excomisaria de la Policía Nacional de Pontevedra, cuya historia pone sobre la mesa temas cruciales que van más allá de la anulación de una sanción: ¿qué significa realmente la libertad de expresión? ¿Hay límites que debemos considerar, especialmente en situaciones tan delicadas como la que ella misma provocó?

Contexto del caso: un comentario desafortunado y su trascendencia

La historia comienza un 11 de marzo de 2022, durante una aparentemente innocente comida de homenaje a un agente herido en una intervención complicada. En ese contexto, Estíbaliz Palma lanzó un comentario que, en su momento, no se esperaba que tuviera tal repercusión: “ya les gustaría a algunas que las violase un antidisturbios”. Su frase rápidamente dio la vuelta a los medios y, por ende, a la opinión pública, pero no fue hasta marzo de 2022 que se hizo sentir la verdadera gravedad de la situación.

¿Quién no ha dicho alguna vez algo desafortunado en una reunión social? Es algo que la mayoría de nosotros hemos experimentado. Recuerdo una cena en la que, tras una botella de vino, confundí el nombre de un amigo con «el chico de la tienda de antigüedades» –el horror en sus ojos no tiene precio. Pero claro, mi equivocación, aunque incómoda, no fue grabada y circulada por toda la prensa. En el caso de Palma, el comentario desafortunado se ecoó a nivel local y nacional, afectando no solo su carrera, sino también la percepción pública sobre la institución que ella representaba.

La decisión del tribunal: ¿una victoria o un precedente peligroso?

El TSJM ha anulado la sanción de suspensión de funciones impuesta a Palma, argumentando que sus comentarios se produjeron en un evento no oficial y que no actuaba en representación de su cargo. Esta decisión plantea una cuestión debatible: ¿realmente estamos dispuestos a dejar que comentarios como el de Palma sean minimizados por el contexto en el que se hicieron?

El tribunal también dictaminó que la difusión de sus palabras, que fueron grabadas sin su conocimiento, no era responsabilidad de ella. Aun así, el fallo lleva consigo un mensaje preocupante. ¿Significa esto que podemos permitirnos salir de una situación, por muy grave que sea, si es dicha “fuera de servicio”? La responsabilidad personal y profesional no se detiene en la puerta de la comisaría, y dicha idea puede ser peligrosa.

Al final de cuentas, el tribunal falló a favor de Palma, ordenando el reintegro de sus retribuciones y los intereses legales correspondientes. No obstante, esto deja en el aire una pregunta esencial: ¿qué significa para la lucha contra el machismo en un entorno tan profesional y estructurado como el de la policía?

Más que un comentario: el machismo en el contexto laboral

Debemos considerar que las palabras tienen poder, y no sólo por la repercusión mediática que pueden tener, sino por el mensaje que transmiten y su impacto social. En una profesión, como la de la policía, que tiene repercusiones directas en la seguridad de la sociedad, un comentario así puede tener efectos dañinos e incluso incitar a la violencia.

En el contexto del escándalo de Palma, surge un sinfín de preguntas: ¿cuántas veces más personas en posiciones de poder hacen comentarios similares? ¿Cuántas mujeres han sido objeto de comentarios degradantes por parte de sus jefes o compañeros? Este caso no es aislado; es parte de un patrón más amplio que tiene que ser abordado en la institución.

Y aquí es donde se presenta el gran dilema: el machismo existe y, como cultura arraigada en muchas instituciones, es complicado de erradicar. La risa nerviosa que muchos sentimos en situaciones tensas es, a menudo, una estrategia de supervivencia. Pero hay una línea que está en juego aquí, y es vital establecer que cada comentario tiene consecuencias. Palma, aunque se haya visto exonerada, debe ser un recordatorio.

Volviendo al caso: el efecto en la imagen de la Policía

Uno de los efectos del caso de Estíbaliz Palma ha sido el impacto en la imagen pública de la Policía Nacional. La transparencia y la ética en la conducta policial no son solo palabras vacías; son esenciales para la confianza ciudadana hacia sus cuerpos de seguridad. Cada escándalo socava ese frágil balance.

¿Puede una fuerza policial recuperar la confianza tras episodios como este? Mi padre solía decirme que un solo ladrillo no hace la pared, pero cuando ya hay varios, empieza a preocupar. En este caso, el ladrillo se convierte en un bloque importante en el muro de la percepción social.

Los medios, que compiten ferozmente por captar la atención del público, tienen la responsabilidad de no solo reportar, sino también evaluar el impacto de sus informes. Cuando una figura pública suelta un comentario tan problemático, ¿deberían los medios simplemente reproducirlo o también cuestionar el efecto que el mismo puede tener? No se trata solo de cubrir la noticia, sino de sensibilizar al lector.

El episodio de la dimisión: un entrenador y machismo camuflado

Siguiendo la línea de esta conversación sobre machismo, otro episodio resonante es el de un entrenador que dimitió después de que salieran a la luz unos comentarios machistas en un vestuario: “La portera está soltera, ¿por dónde se la quieres meter?”. Aunque se disculpó, su comentario refleja una cultura que pervive.

En este sentido, están surgiendo iniciativas que buscan visibilizar y atacar el machismo en el ámbito del deporte y otras profesiones. El machismo no solo daña a las mujeres; también genera un ambiente tóxico para todos, incluidos hombres que probablemente están en desacuerdo con ese tipo de comentarios.

Así como en el caso de Estíbaliz Palma, aquí también nos encontramos con una oportunidad: la sociedad tiene la responsabilidad de exigir cambios a sus líderes y figuras públicas.

Reflexiones finales: hacia un futuro con mayor responsabilidad

El caso de Estíbaliz Palma es un espejo donde nos reflejamos todos. Se trata de un episodio que, aunque parece encuadrarse en el ámbito de la justicia laboral y las palabras desafortunadas, en realidad, es un grito de atención hacia la necesidad de un cambio cultural.

Es imperativo que instituciones como la Policía Nacional aborden de manera proactiva los temas de violencia de género y machismo, no solo con políticas, sino también integrando una narrativa que fomente el respeto y la responsabilidad. La empatía y la honestidad deberían estar en el centro de cada conversación, cada aula de formación, cada actividad laboral.

Así que la próxima vez que escuches una frase que te parezca fuera de lugar, piensa en el impacto que puede tener. Porque al final del día, todos somos responsables de construir una sociedad donde la dignidad y el respeto sean la norma, y no la excepción. ¿Estamos listos para tomar el reto?