Han pasado diez años desde que se lanzó el Plan de la Fresa, y la situación del acuífero de Doñana se asemeja a un barco encallado en una tormenta; todavía se pueden ver los rostros preocupados de los marineros, pero nadie parece dispuesto a tomar el timón. La Junta de Andalucía (PP) ha dejado más promesas que hechos en su intento de rescatar una de las reservas naturales más importantes de Europa. Así que, abróchense los cinturones porque vamos a navegar por un océano de irregularidades, decisiones políticas y la inminente amenaza al ecosistema de Doñana.

La alarma de Doñana: un síntoma de un problema mayor

Si alguna vez se sintieron como el pequeño Juan, el niño que gritaba “¡lobo!”, mientras todos los adultos ignoraban su advertencia, este es el momento. La organización ecologista WWF ha hecho sonar la alarma con un análisis exhaustivo que demuestra que, tras una década de inacción, el ritmo de ejecución del Plan de la Fresa es desolador, con solo un 23% de las medidas implementadas. ¿Cómo es posible que incluso tras múltiples advertencias internacionales se sigan las mismas políticas derrochadoras?

Hablando de derroches, les voy a contar una anécdota personal: una vez compré un televisor de 80 pulgadas, solo para darme cuenta de que mi salón era del tamaño de una caja de zapatos. El resultado: tenía una hermosa pantalla enorme que apenas podía disfrutar. Algo similar le ocurre al Plan de la Fresa: grandes promesas, pero una implementación mediocre sobre un terreno que clama por ayuda.

Incumplimientos que no se detienen

Los cumplimientos del plan son tan escasos que nos hace preguntarnos: ¿acaso hay alguien al mando de este barco? De 62 acciones prometidas, solo 14 han sido completadas. Eso es aproximadamente un 22.6% de ejecución, lo que me hace pensar que la Junta está más enfocada en enviar mensajes de texto en lugar de navegar hacia acciones concretas.

Los corredores ecológicos, que prometen ser un salvavidas para la biodiversidad, están igualmente estancados. Aún se encuentran 149 pozos y balsas sin deslindar, además de que hay invernaderos que ocupan espacio en zonas de especial protección. Hablando de medidas prioritarias, me siento como un superhéroe que olvida su capa. ¿De qué sirve tener planes bien pensados si no se llegan a ejecutar?

Una mirada crítica a las promesas de la Junta

El Gobierno de Juan Manuel Moreno tuvo la oportunidad de marcar un cambio en la historia de Doñana, pero todo indica que esa esperanza se ha esfumado. Con cada intento de regularizar los terrenos de los invernaderos ilegales, mi confianza en la Junta se asemeja a la marea baja: cada vez más lejos de llegar a niveles adecuados.

Según el especialista Felipe Fuentelsaz de WWF, la falta de voluntad política es crónica. Si la Junta fuera un estudiante, su carpeta estaría llena de papeles desordenados, marcadores en el campo y una buena excusa para toda la inacción acumulada. “El Plan de la Fresa termina en 2029”, señala Fuentelsaz, “y el 77% de las medidas de corto y medio plazo siguen sin ejecutarse”. ¿No es hora de tomar el asunto en serio?

El colapso del acuífero: una película de horror en el desierto

Puede que no haya sido un blockbuster de Hollywood, pero sin duda, el acuífero de Almonte-Marisma se está convirtiendo en el protagonista de una película de horror, un thriller ecológico que fascinará a los amantes de la naturaleza y la vida salvaje. Desde que se declaró en riesgo, el acuífero ha estado siendo sobreexplotado. Según los técnicos, “actualmente se extrae de manera insostenible más agua subterránea de la que se recarga”. Es como intentar ahorrar para un viaje de vacaciones mientras gastamos a manos llenas en cafés caros. La incongruencia es innegable.

A lo largo de los años, la presión de la agricultura intensiva ha convertido el paisaje de Doñana no en un oasis, sino en un desierto agrícola. La reducción de cultivos ilegales es solo un bálsamo temporal: de 1,600 hectáreas a 1,190, un avance que no se siente cuando el total de las hectáreas que esquilman el acuífero sigue rondando las 11,000. Pienso en ello y me imagino cómo respondería un amigo mío: “Es como intentar llenar una piscina con una manguera que gotea”.

El pacto del año pasado: ¿póntelo o quítatelo?

A raíz de tantas quejas y complicaciones, se llegó a un pacto entre el Gobierno y la Junta con la bendición de un cheque por 350 millones de euros. Sin embargo, este acuerdo parece más un festejo por el cumpleaños de un amigo en el que te olvidaste de llevar el regalo. Los resultados aún son invisibles y mientras tanto, la biodiversidad sigue en caída libre. Los pájaros migratorios que solían hacer de Doñana su parada favorita están teniendo una crisis con sus planes de viaje. ¿Acaso no es esto irónico?

Un año después, la Junta sigue afirmando que la velocidad a la que avanza el plan es satisfactoria. He aprendido que las palabras pueden ser un bálsamo para el dolor, pero en este caso, suenan como una melodía triste. La Consejería ha estado tratando de justificar la falta de ejecución aduciendo que el plan fue diseñado sin respaldo presupuestario. Claro, eso es similar a comprar un coche deportivo sin presupuesto para gasolina. Así no tenemos dónde llegar.

La naturaleza en la cuerda floja

Es cierto que a veces nos olvidamos de lo que tenemos hasta que se nos escapa. Esa sensación de angustia que acompaña a la idea de perder a nuestros amigos o familiares puede compararse con la desesperación que enfrentamos al contemplar la posibilidad de perder todo un ecosistema. La salud del parque está crónicamente deteriorada y parece que las lluvias son el único salvador que podría revertir esta situación, un verdadero deseo caído del cielo.

Mientras seguimos esperando por esos milagros, WWF ha pedido a la Junta que aplique el Plan de la Fresa de una vez y que elimine el riego ilegal para recuperar el acuífero. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir también tiene su parte de responsabilidad. Es el momento de tomar decisiones audaces y no fáciles. De lo contrario, los que pagarán el precio serán más que unos pocos agricultores: seremos todos nosotros.

Mirando hacia el futuro: ¿puede haber esperanza?

Para finalizar, quiero ser honesto: me sorprende ver cómo, a pesar de todos los problemas, hay quienes continúan luchando por mejorar la situación. Es un poco como esa extraña amistad que tienes con un compañero de clase al que no soportas pero que, en el fondo, está ahí para ayudarte. La colaboración entre el Ministerio y la Junta, aunque llena de ruidos y desamor, podría generar cambios positivos si se ejecutan las acciones necesarias.

¿Lograremos algún día ver a Doñana recuperada? ¿Es posible reconciliar la agricultura sostenible con la preservación del medio ambiente? La respuesta podría ser un rotundo “sí”, pero primero debemos convencernos de que es posible, y eso comienza por hacer frente a la realidad que no nos gusta ver en el espejo. La aventura desde aquí no es solo ecológica, sino profundamente humana. ¿Estamos dispuestos a superar el cortoplacismo político y permitir que el futuro florezca, como un campo de fresas bajo un cielo estrellado?

Así que, mientras nos dirigimos a esta nueva fase, sigamos en vigilancia. La historia de Doñana no está escrita y nuestra participación, ya sea como ciudadanos o como ecologistas, puede decidir el destino de esta joya natural. ¡Vamos a hacer ruido! Después de todo, si lo hacemos lo suficientemente fuerte, tal vez la Junta no podrá ignorarlo por más tiempo.