La frase de Michael Gerrard, lanzada en su discurso en enero de 2018, es una analogía perfecta que ilustra la relación entre política y ciencia en la actualidad. “Cuando el gobierno ignora la ciencia, es como un camionero que lleva una venda en los ojos y conduce basándose en lo que le susurran al oído”. Reflexionemos un poco sobre esto. Imagínate a ese camionero, recto y decidido, a punto de tomar una curva peligrosa. ¿Lo ven? Una acción descabellada guiada por la pura intuición puede llevarlo, y a todos los que lo acompañan, a una situación peligrosa. Hoy, vamos a explorar cómo esa “vende de la ignorancia” está más presente que nunca, y cómo organizaciones como el Silencing Science Tracker están levantando la voz.

La cruda realidad de la ignorancia científica

Desde que Donald Trump asumió la presidencia en 2017, el mundo de la ciencia ha visto una serie de ataques devastadores a su credibilidad y existencia. ¿Y quién paga el precio? La sociedad, los investigadores y, a la larga, nuestro propio futuro. Las decisiones basadas en datos y hechos precisos están siendo reemplazadas por relatos populistas que atentan contra la integridad de la ciencia. La situación se vuelve aún más compleja con la llegada de nuevos miembros con intereses personales y sin nada de experiencia en el sistema político.

Hablando de experiencias personales, recordaré cuando un amigo mío empezó a estudiar biología. Él solía decirme que los hechos no se discutían en el universo científico, se respetaban. Me acuerdo de la forma en que iluminaban su cara cada vez que daba una clase sobre la vida en el océano. Lo que me pregunto es: ¿qué le hará sentir un científico frente a un taburete en una sala de juntas, donde el ruido del escepticismo acerca del cambio climático es el único sonido que resuena?

El Silencing Science Tracker: guardiana de la verdad

Dana Willbanks, coordinadora de comunicación del Fondo de Defensa Legal de la Ciencia del Clima (CSLDF), lidera un esfuerzo notable para documentar estos ataques a lo largo y ancho de los Estados Unidos. En conversación con Willbanks, me fue inevitable sentir una mezcla de admiración y desasosiego. Ella menciona que se han registrado hasta 531 casos de censura y tergiversación. ¡Asombroso! Esto es más que solo números; representa la voz de un ejército silencioso que intenta gritar por justicia y verdad.

“Es fundamental que hagamos nuestro trabajo para proteger la libertad y la integridad científicas”, dice Dana con la determinación que da camino a la resistencia. Su mensaje resuena en un contexto mundial donde la ciencia y política deben trabajar de la mano, no en direcciones opuestas.

Estrategias populistas: de la ciencia a la desinformación

Cuando hablamos de estrategias populistas, se nos presentan varias tácticas. Desde malinterpretar hallazgos científicos hasta acosos laborales y recortes presupuestarios. Esto debido a la ideología que permea a muchos sectores de** la extrema derecha**. ¿No es fascinante —y aterrador— pensar que lo que podría ser la información más sólida se utiliza para justificar decisiones erróneas?

Un ejemplo escalofriante de esto es la selección de Robert F. Kennedy Jr., conocido por sus opiniones antivacunas, para dirigir el Departamento de Salud. Esto es como poner a un león a cuidar ovejas, ¿verdad? Uno se detiene un momento y se pregunta: ¿Estamos hablando de salud pública, o simplemente de una estrategia política para desviar la atención?

La intersección entre clima y salud: un futuro incierto

En varias conversaciones, se ha mencionado el hilo conductor que une el clima y la salud pública. No se trata solo de entender el impacto del cambio climático en el planeta; hay consecuencias directas en nuestra salud. Lo que preocupa es que mientras el cambio climático se manifiesta a través de eventos climáticos extremos, la política decide ignorar la ciencia. ¡Es como tener una fiebre alta y decidir que no es necesario ver a un médico!

La conexión entre un gobierno que desmerece la ciencia y las crisis sanitarias también se puede ver en muchos puntos del planeta. La inundación en España, por ejemplo, desató voces de negación en cuanto al cambio climático. Entonces, ¿qué debemos esperar en un futuro cada vez más incierto?

Trabajando hacia adelante: una conexión vital

A medida que avanzamos, el trabajo de organizaciones como el CSDF se hace urgentemente vital. No solo ofrecen asistencia legal a científicos que enfrentan acoso, sino que fortalecen la red de apoyo para los que permanecen en la lucha por una gestión pública basada en la ciencia y el respeto al conocimiento.

La idea de que varios grupos se unan para combatir estos desafíos es un aliento de esperanza. Willbanks menciona la importancia de la colaboración entre distintas organizaciones, una especie de coalición científica. Este es un movimiento que cada día cobra más fuerza y se traduce en la lucha contra la desinformación.

Un futuro para la ciencia: esperanza y determinación

Al final, uno se pregunta: ¿habrá esperanza para los científicos, para nuestros hijos, para el futuro del planeta? Dana, con su optimismo cauteloso, señala que el trabajo continúa no solo para proteger la investigación científica, sino también para educar a las generaciones venideras. Ella menciona a su hija de dos años y cómo este trabajo lo hacen por ella y para todos los que vendrán.

Es un recordatorio dulce y agridulce de que debemos reunirnos, no solo como científicos, sino como seres humanos que deben enfrentar la realidad y trabajar juntos en un entorno que propicie el conocimiento.

Conclusión: ¿qué podemos hacer?

Lo que está claro es que la ciencia no puede callar. A medida que el año 2024 avanza, la batalla por defender la verdad científica está lejos de terminar. Es un mundo que desafía nuestra percepción de lo que es verdad, pero también uno que exige nuestras voces, y ese es quizá uno de los mayores desafíos.

Así que, querido lector, la próxima vez que veas un ataque a la ciencia, reflexiona sobre cómo podemos ser parte de la solución. Porque a fin de cuentas, todos somos parte de esta vital búsqueda del conocimiento y la verdad. La pregunta persiste: ¿cómo nos aseguramos de que la ciencia nunca more en el silencio?