La situación en Siria ha sido un rompecabezas de conflictos y crisis humanitarias, pero detrás del velo de la guerra y la ruina económica, hay una historia aún más inquietante. Siria, un país marcado por la violencia y la opresión bajo el régimen de Bachar El Asad, ha ido transformándose en un narcoestado: un centro de producción y tráfico de captagon, una droga que se ha convertido, por desgracia, en la «cocaína de los pobres». Pero, ¿cómo se llegó a este punto? ¿Quién está detrás de este oscuro negocio? Y, lo más importante, ¿qué impacto tiene esto en la sociedad siria y más allá?

Un vistazo a la historia reciente de Siria

Nos encontramos en 2011, un año que cambió para siempre la percepción del mundo sobre Siria. La Primavera Árabe había ido germinando el deseo de libertad en varios países de Oriente Medio. Por desgracia, en lugar de ceder, El Asad aplicó una represión brutal a las manifestaciones que pronto se encaminarían hacia una guerra civil.

¿Recuerdas cómo se sentía el mundo en esos días? Recuerdo que estaba en una reunión con amigos, discutiendo cómo los jóvenes en Siria solo querían oportunidades, educación y un futuro sin represión. Ahora, al mirar hacia atrás, es desolador ver cómo esos sueños fueron aplastados y reemplazados por horror y sufrimiento.

Como resultado del conflicto armado, el país se sumió en una profunda crisis, no solo humanitaria, sino también económica. Las sanciones internacionales complicaron aún más la situación, empujando a muchos, incluidos los miembros del régimen, a buscar fuentes de ingresos alternativas. Y aquí es donde entra el captagon.

¿Qué es el captagon y por qué es tan popular?

El captagon, un derivado de la anfetamina, es conocido por sus efectos estimulantes. Se ha popularizado no solo en Siria, sino en varias partes de Oriente Medio. Para los que no están familiarizados, podría describirse como una manera de escapar de la dura realidad. Muchos consumidores reportan un aumento en la energía y una disminución en la necesidad de sueño. En un país donde el miedo y la desesperación son moneda corriente, no es sorprendente que muchos busquen formas de evadirse.

Ahora, esto me lleva a reflexionar sobre lo que significa depender de algo como una droga para lidiar con la realidad. En momentos de estrés, como el que vivimos durante la pandemia de COVID-19 (donde muchos de nosotros nos convertimos en expertos en hacer pan, ¿o fue solo yo?), es natural buscar un escape. Pero, claro, hay formas saludables y legales de hacerlo.

La familia El Asad y el negocio del captagon

Como si la situación no fuera ya lo suficientemente complicada, hay que dar un paso atrás y mirar a la familia que tiene las riendas del país. La figura más notoria, por supuesto, es Bachar El Asad, pero su hermano menor, Maher El Asad, ha estado al mando en los entresijos del negocio del captagon. Las investigaciones indican que Maher supervisa un imperio narcotraficante que genera la asombrosa cifra de 2.400 millones de dólares al año. ¿Puedes imaginar tener tanto poder y, al mismo tiempo, estar vinculado a un negocio tan oscuro?

Se dice que Maher utilizó su influencia para establecer relaciones con varios grupos armados, convirtiendo a Siria no solo en una zona de guerra, sino en un mercado floreciente para el captagon. Este nivel de corrupción y falta de ética es desalentador, y plantea cuestiones importantes sobre las prioridades de los líderes en situaciones de crisis. ¿Cómo se puede calcular el costo de una vida humana frente a un beneficio económico?

Impacto en la población siria

La búsqueda de beneficios por parte de un régimen tiránico como el de El Asad ha dejado una huella imborrable en la sociedad siria. La adicción al captagon ha crecido exponencialmente, y cada vez es más común ver a jóvenes atrapados en su ciclo de consumo y dependencia.

Es desgarrador pensar que una generación entera podría estar perdida en la espiral de la adicción. ¿Te imaginas crecer en un entorno donde la violencia y la desesperación son tus compañeros constantes? Algunos podrían argumentar que el captagon ofrece una salida, aunque sea temporal. Pero esto es solo una ilusión, ¿no crees?

La crisis de salud pública que supone el aumento de la adicción ya está causando estragos en comunidades que apenas pueden sostenerse. Muchas familias, ya devastadas por la guerra, luchan también contra la devastación que trae consigo el uso de drogas.

Las rutas del captagon: un complot internacional

A medida que el captagon continúa fluyendo desde Siria, comienza a alimentarse de una red más amplia de tráfico internacional. Irán, Líbano y otros países de la región se han convertido en cómplices involuntarios en este juego mortal. La droga no solo alimenta a los consumidores locales, sino que también ha encontrado su camino en el mercado negro internacional, donde se venden a precios exorbitantes.

Puede parecer un guion de película: un narcotraficante con un imperio en expansión, rodeado de cómplices, traiciones y dilemas morales. Pero la realidad que viven muchas personas en Siria no tiene nada de glamuroso. En realidad, es un ciclo de sufrimiento que afecta a todos, desde consumidores hasta la vida cotidiana de quienes intentan sobrevivir en un país devastado por la guerra.

¿Qué soluciones existen? ¿El fin del ciclo?

Ante este panorama sombrío, surge la pregunta: ¿qué se puede hacer para revertir esta situación? La respuesta no es sencilla.

Por un lado, se requiere una intervención internacional que aborde no solo el tráfico de drogas, sino también la devastación social y económica que ha padecido Siria. Muchos abogan por una combinación de ayuda humanitaria, programas de tratamiento y rehabilitación para aquellos atrapados por la adicción, y un esfuerzo concertado para desmantelar las redes de tráfico que sostienen el negocio del captagon.

Sin embargo, el desafío es monumental. Las políticas exteriores a menudo ignoran las realidades sobre el terreno. Y, al final, ¿quién paga el precio por esta inacción? La respuesta es siempre la misma: el pueblo sirio.

Reflexiones finales

El captagon ha cambiado, y desafortunadamente empobrecido, el tejido social de Siria, transformando un país ya golpeado por la guerra en un escenario de desesperanza y adicción. Mientras observamos desde fuera, es fácil perder de vista la humanidad detrás de los números y los informes.

Mi deseo es que este artículo sirva como una pequeña ventana a una situación mucho más compleja, un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza puede encontrar su camino.

La fortaleza del pueblo sirio es indudable, pero se necesita más que resistencia para salir de este ciclo. Necesitamos estar informados, ser empáticos y, sobre todo, actuar. Así que, la próxima vez que escuches sobre Siria, recuerda: hay más que guerra y ruinas; hay miles de historias de resistencia que merecen ser contadas.

Al final, la pregunta que queda es: ¿puede el espíritu humano, aplastado por el sufrimiento, florecer nuevamente? Solo el tiempo lo dirá, pero hay esperanza en la lucha por un futuro más brillante.