La memoria histórica, ese concepto que nos arrastra hacia el pasado con la fuerza de un huracán, está siendo objeto de discusión, manipulación y, a veces, de una impresionante desinformación. Un caso reciente que ha captado la atención y la indignación de muchos es el del campo de concentración de San Simón, un lugar que guarda un legado trágico de sufrimiento y muerte durante la Guerra Civil española. Pero, ¿realmente es posible ignorar las voces de quienes vivieron ese horror? ¿Qué nos dice el relato actual sobre nuestra historia?
En este artículo, no solo exploraremos la historia del campo de San Simón y sus víctimas, sino que también desnudaremos las narrativas que intentan relativizar el dolor de aquellos que tanto sufrieron. Prepárense para un viaje reflexivo y, a veces, un poco irónico, porque la historia no solo se cuenta en libros, sino también en las conversaciones cotidianas.
Un vistazo a la historia de San Simón
Situado en la ría de Vigo, el campo de concentración de San Simón fue un lugar donde se concentraron alrededor de 6,000 demócratas y republicanos entre 1936 y 1943. Un campo de concentración que se asemeja más a un escenario sacado de una novela de terror que a un suceso histórico. La falta de alimentos, las enfermedades y el brutal trato de los guardias son solo algunos de los horrores que aquellos hombres y mujeres debieron soportar. Al parecer, el único ejercicio que hacían era hacer malabares con su propia supervivencia.
Mi abuela solía contarme historias de personas que sobrevivieron a campos de concentración; sus relatos eran como cuentos de hadas pero con finales tristes. Pregunta para ti, querido lector: ¿cuántas historias como estas has escuchado en tu propia familia?
A medida que la investigación avanza, se han registrado al menos 463 muertes documentadas en San Simón. Sin embargo, Dionísio Pereira, el historiador que lleva adelante el proyecto «Nomes e Voces», advierte que este es solo un número mínimo. Los registros y pruebas documentales son limitados, y muchos desaparecidos se hallan en fosas comunes, como si su sufrimiento no fuese más que un susurro en el viento. Es entonces cuando nos preguntamos: ¿es posible hablar de historia sin mencionar estas voces?
Las circunstancias que llevaron a la tragedia
Pereira también menciona que, por lo general, aquellos que fallecieron debido a las condiciones del campo eran, en su mayoría, personas mayores provenientes de diversas regiones de España: Castilla La Mancha, Extremadura, y Andalucía. Para el régimen franquista, distanciar a los presos de sus raíces era una estrategia de despojo no solo físico, sino emocional. Las familias quedaron desterradas de su historia, y, en muchos casos, de sus seres queridos.
Lo más escalofriante es que a partir de 1939, la mortalidad en San Simón aumentó dramáticamente. Según relatos de distintos investigadores, el verano de 1941 vio morir a unas 250 personas, lo que equivale a decir que cada día un pequeño grupo de personas se apagaba lentamente en la isla. ¿Qué nos dice eso de nuestra naturaleza como sociedad —y de nuestra capacidad para recordar el sufrimiento ajeno—? ¿Nos volvemos insensibles con el tiempo o simplemente olvidamos?
Recuerdo la primera vez que escuché sobre un campo de concentración. Pensé que era una película de terror, una de esas que se ven en la televisión una noche de sábado. Pero la cruda realidad a menudo supera las peores pesadillas. Ahora, imagina ser uno de esos prisioneros, tratando de sobrevivir mientras el mundo sigue girando afuera.
La controversia en la actualidad: ¿desinformación o falta de empatía?
Recientemente, un diputado del Partido Popular, José Luis Ferro Iglesias, hizo comentarios que minimizaron el sufrimiento en el campo de concentración de San Simón. Al declarar que no tenían constancia de muertes en ese lugar, el político encendió la llama de la indignación. ¿Acaso se puede ignorar la historia de tal manera y salir ileso?, ¿o es esta una táctica más de manipulación política?
La alcaldesa de Redondela, Digna Rivas, ha propuesto declarar a Ferro Iglesias persona non grata por sus comentarios. Pero no es solo un ataque a un político; es un ataque a los valores democráticos que tanto nos costó conquistar. Reflexionemos por un momento: ¿realmente podemos permitir que las verdades históricas se tornen maleables y sirvan como herramientas políticas en manos de unos pocos?
Pereira, lleno de pasión por su trabajo, también expresó su indignación a través de las redes sociales. «Con toda seguridad no son todas las muertes», dijo. Aquí podemos sentir su frustración, casi como si intentara gritar en un mundo en el que algunos prefieren el silencio.
Una herida que se niega a sanar
La realidad de los campos de concentración franquistas es, sin duda, un capítulo doloroso en la historia de España. Las víctimas y sus familias llevan el peso de una memoria que ha sido deliberadamente ignorada y, en ocasiones, manipulada. Y lo triste es que, aunque pasen los años, esas heridas siguen vivas.
Uno de los aspectos más inquietantes de esta situación es la rapidez con la que algunos sectores intentan relativizar el sufrimiento. Como si el hecho de que no todos estén de acuerdo en la magnitud de la tragedia pudiera eliminarla por completo, un poco como intentar borrar un doodle en la pizarra. Pero, ¿acaso el sufrimiento se mide por la cantidad de muertes en una lista? No, no lo creo.
Hacer frente a estos hechos no solo requiere valentía, sino también una dosis de egos, honestidad y muchas empatía. Cada familia que perdió a un ser querido en San Simón merece ser escuchada y honrada. La historia no se trata solo de números, sino de emociones, de vidas que una vez fueron y que aún resuenan en el alma de quienes aún buscan respuestas.
¿Puede la historia ser un aliado?
Por otro lado, la memoria histórica también puede ser vista como una hermosa oportunidad de aprendizaje. ¿Cómo podemos usar estos relatos de sufrimiento para construir un futuro mejor? La historia nos ofrece lecciones, pero tenemos que estar dispuestos a escucharlas.
Como todo buen blogger que se respete, me gustaría plantear algunas reflexiones a modo de conclusión. La memoria histórica no es un tema de debate político, es una cuestión de humanidad. Nos refleja y nos define.
La comunidad ha comenzado a buscar formas de declarar a San Simón como un lugar de Memoria Democrática, lo que sin duda servirá para educar y recordar a las futuras generaciones. La historia del campo de concentración de San Simón no debe estar solo en los libros, sino en el corazón de cada uno de nosotros.
Conclusión: recordando a los olvidados
A medida que cerramos este capítulo, la pregunta sobre el futuro de nuestra memoria colectiva sigue flotando en el aire. ¿Podemos seguir ignorando la historia, o es momento de levantar las voces que habrían de perderse en el tiempo? La historia de San Simón no debe ser un mero apunte en una libreta; debemos transformarla en un grito de justicia, un recordatorio de las tragedias pasadas que deben ser aseguradas y respetadas.
En un mundo donde la desinformación parece acecharnos a cada paso, la responsabilidad de recordar recae sobre nosotros. Compartamos estas historias, recordemos a los que sufrieron, y construyamos un futuro donde el sufrimiento no se minimiza. En la memoria, en los relatos compartidos, encontramos no solo dolor, sino también esperanza y humanidad.
Así que, la próxima vez que te topes con alguien que minimiza la historia, o que intenta reescribirla según sus propias necesidades, pregúntales: ¿cómo vivirías tú si tu sufrimiento se convirtiera en una anécdota para otros? Esa es la esencia de la empatía, y quizás el primer paso para transformar el mundo a nuestro alrededor.