El pasado lunes, el anuncio del Nobel de Medicina 2024 otorgado a Victor Ambros dejó una mezcla de alegría y polémica. Mientras que muchos celebran sus contribuciones a la ciencia, otros se preguntan por qué su esposa y colega, Rosalind Lee, no recibió el mismo reconocimiento. Esta situación ha desatado un torrente de críticas sobre la falta de visibilidad de las mujeres en la comunidad científica. Así que, abramos el debate: ¿acaso el galardón refleja una profunda injusticia en el reconocimiento de las contribuciones femeninas en la ciencia?

La noticia que sacudió a la comunidad científica

La noticia llegó a través de las redes sociales, como un rayo en un cielo despejado. La organización de los premios Nobel tuiteó: “Felicitaciones a nuestro premio Nobel de Medicina 2024, Victor Ambros” junto con una mención a su esposa y colaboradora, Rosalind Lee. Sin embargo, lo que debería haber sido una celebración se convirtió rápidamente en un campo de batalla sobre el sexismo en el ámbito científico. ¡Es como si la academia sueca decidiera abrir una caja de Pandora!

Un regalo que no incluye a todos

La gran pregunta es: ¿por qué el Nobel fue solo para Ambros? Después de todo, Rosalind Lee fue la primera autora del célebre artículo de 1993 en la revista Cell. La respuesta parece estar en la forma en que se interpreta el crédito en el ámbito científico. En el mundo de la biomedicina, ser «primer autor» no siempre equivale a ser el principal responsable de la investigación. Este es un punto que subraya Sara Rodríguez Heras, especialista en microARN, quien explica que generalmente el “último autor” es quien ha liderado el proyecto. ¡Aquí es donde todo se complica!

Un mar de críticas en las redes sociales

Las redes sociales se inundaron de reacciones. Los usuarios comenzaron a cuestionar el tuit, tildándolo de “machista y desalentador”. “Si Rosalind fue la primera autora del mencionado artículo, ¿no debería ser también premiada?” Twitter se convirtió en una plataforma de indignación, y muchos científicos e investigadores coincidieron en que el tuit no solo era inoportuno, sino que también revelaba una cultura que permanece anclada en la invisibilidad de las mujeres en la ciencia.

Es como el típico chiste de los que dicen “tienes que poner tu foto en tu CV si quieres conseguir el trabajo”. Absurdo, ¿verdad? Cambia la foto con un nombre femenino y, ¡bam!, las cosas se ven completamente diferentes.

La historia de Rosalind Franklin: un eco del pasado

En medio de este torbellino, no podemos evitar pensar en Rosalind Franklin, una científica que fue eclipsada por sus colegas Watson y Crick, quienes se llevaron la gloria del descubrimiento de la estructura del ADN. La historia parece repetirse en el caso de Lee. César Tomé, especialista en historia de la ciencia, señala que esta situación tiene un paralelismo inquietante con lo que le ocurrió a Franklin. La historia parece un ciclo del que no podemos escapar: una y otra vez, el esfuerzo y la contribución femenina quedan en segundo plano. ¡Qué desalentador!

¿Debería Rosalind Lee haber recibido el Nobel?

Muchos investigadores opinan que el trabajo de Rosalind Lee es significativamente valioso. Ella y su equipo fueron fundamentales en la generación de cepas de C. elegans que hicieron posible el estudio del microARN en el laboratorio. ¿No es suficiente para que una mujer sea reconocida con un Nobel? Sin duda, hay un montón de mujeres en la ciencia que han hecho contribuciones más que suficientes para merecer reconocimiento.

Gemma Marfany, catedrática de Genética, también plantea interrogantes inquietantes: “Si el premio se otorga por el artículo de Cell de 1993, ¿no deberían ser premiados todos los autores, no solo Ambros y Lee, sino también la tercera firmante del artículo?”.

La jerarquía en la ciencia: un sistema que se resiste a cambiar

El sistema jerárquico que prevalece en el mundo académico quiere que creamos que el liderazgo masculino es la norma. Marta Macho, matemática y editora del digital Mujeres con Ciencia, señala que esta estereotipación está profundamente arraigada, y a menudo es el propio entorno científico el que perpetúa estas desigualdades. En un entorno donde la influencia y el liderazgo tienden a ser frágiles, a menudo se ignoran las contribuciones de mujeres brillantes.

A veces, me imagino a Rosalind Franklin y Rosalind Lee compartiendo una taza de café, bromeando sobre cómo sus logros se desvanecen tras la sombra de sus contrapartes masculinos. La ciencia puede ser un campo de batalla, y a menudo las mujeres son las que se llevan las balas invisibles.

Las lógicas del reconocimiento científico

El hecho de que Victor Ambros lidere su grupo de investigación no disminuye el valor del trabajo de su esposa. Todo lo contrario. Sin embargo, resulta fascinante que a menudo la narrativa del “genio” se construya alrededor de las figuras masculinas, mientras que las mujeres que se encuentran en el mismo camino suelen ser consideradas como meras “colaboradoras”. La idea de que ella es “solo una ayuda” es tan errónea como perjudicial.

La académica Marta Macho concluye que el comité del Nobel no se limita a dejar fuera a Rosalind Lee, sino que también hay un conjunto de personas y organismos que han propuesto las candidaturas. La cultura organizativa es, en gran medida, responsable de cómo se asignan las recompensas, y, lamentablemente, muchas mujeres siguen quedando fuera de la conversación.

Hacia un futuro más inclusivo

En medio de este escenario tumultuoso, hay un punto esperanzador. Se ha visto que cada vez más mujeres ocupan puestos de liderazgo en la investigación científica. César Tomé señala que hay un cambio en proceso. “Ahora mismo, se están premiando trabajos que provienen de una época donde la mayoría de los investigadores principales eran varones. Espero que dentro de 30 años, la historia se cuente de otra manera”.

¿Es este un atisbo de luz al final del túnel? Tal vez. Pero como dice el dicho: “la esperanza es lo último que se pierde”.

La rueda sigue girando

Lamentablemente, hasta que no haya una reevaluación significativa en cómo se lleva a cabo la nominación y el premio Nobel se reshufflee hacia un sistema más equitativo y justo, seguiremos viendo situaciones que evocan nombres y caras que se quedan en el olvido. Para ponerlo en perspectiva, Gemma Marfany menciona el caso de los fragmentos de Okazaki. El nombre está asociado con un solo investigador, pero la historia es mucho más rica y compleja. El trabajo de pareja entre científicos debería ser tratado con más equidad y menos sesgo.

Es frustrante pensar que esta especie de “día de la marmota” se repite: mujeres brillantes persiguiendo sus sueños, trabajando duro, pero recibiendo, al final del día, un reconocimiento que raramente refleja su verdadero valor.

Conclusión: abrir la puerta a la igualdad en la ciencia

El Nobel de Medicina 2024 ha desatado una discusión crítica sobre el papel de las mujeres en la ciencia. Desde el eco de Rosalind Franklin hasta la invisibilidad de Rosalind Lee, nos encontramos en un momento decisivo. Es vital que tomemos acción y busquemos no solo reconocer a las mujeres como colaboradoras, sino también como líderes y pioneras.

En un mundo que a menudo parece haber sido diseñado para colocar a las mujeres en la sombra, necesitamos no solo aplaudir a quienes triunfan, sino también asegurarnos de que sus travesuras y contribuciones nunca caigan en el olvido. ¿Conseguiremos alguna vez que los nombres de las mujeres brillantes sean igualmente venerados? O tal vez, sea momento de escribir una historia completamente nueva.

Así que la próxima vez que celebres un premio Nobel, recuérdalo: cada descubrimiento tiene detrás un ejército de mentes trabajadoras. ¡Celebremos a todos, y asegurémonos de que las mujeres en la ciencia nunca sean olvidadas!