Andrés Calamaro, una de las figuras más emblemáticas del rock argentino, capturó la esencia de una generación en línea con su famosa canción sobre el Mundial de fútbol de 1978: «Soy de la quinta que vio el Mundial 78, me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor.» Si bien esta frase es un reflejo nostálgico de lo que fue ese evento, también es una invitación a reflexionar sobre la complejidad y la contradicción que el Mundial trajo a Argentina en un contexto marcado por la dictadura.
Como muchos, tengo mis propios recuerdos de ese Mundial, aunque nací años después. Mi padre, nostálgico y apasionado por el fútbol, siempre me cuenta cómo las calles se llenaban de una euforia casi palpable, mientras que en los hogares se respiraba una mezcla de alegría y temor. Pero, ¿realmente era para celebrar? Este evento deportivo, que debería haber sido un motivo de unidad y orgullo nacional, fue instrumentalizado de diversas maneras. ¿Puede el deporte sobrevivir a un contexto político opresivo? Esa es la pregunta que me propongo explorar en este artículo.
La complejidad de los recuerdos sobre el Mundial de 1978
Recientemente, Disney Plus Argentina lanzó una serie documental titulada «Argentina 78», basada en el libro «78. Historia oral del Mundial» de Matías Bauso. A través de más de 150 entrevistas a protagonistas del evento, Bauso relata cómo los recuerdos de aquel Mundial están cargados de mitología y, en muchos casos, de distorsiones.
La tesis que sostiene Bauso es clara: los recuerdos sobre Argentina 78 son más que engañosos. Contrario a la narrativa heroica que se podría esperar, el autor pinta un panorama lleno de grises y contradicciones. Por ejemplo, muchos argentinos suelen afirmar que disfrutaron del Mundial en televisión a color, cuando en realidad, la transmisión en el país fue en blanco y negro. ¡Qué ironía, verdad? A veces las memorias son más coloridas que la realidad.
El heroísmo retrospectivo
En una de sus entrevistas, Bauso habla de lo que él llama «heroísmo retrospectivo». Esto hace referencia a cómo las personas, años después, modifican sus recuerdos para encajar en la narrativa que desean construir. Es como cuando uno se ve en una foto de adolescente con ese atuendo que ahora considera un crimen de la moda, pero con el tiempo, al verse en esa imagen, siente nostalgia. ¿No les ha pasado?
Los jugadores de fútbol no se salvaron de este fenómeno. Algunos de ellos empezaron a inventar anécdotas épicas que nunca sucedieron, ¡como si guionizaran otra película de «Rocky»! Este tipo de distorsión de la memoria es, de hecho, bastante común cuando se habla de eventos históricos, pero el impacto emocional en este contexto es crucial. La victoria argentina, lejos de ser solo un triunfo deportivo, se transforma en un evento cargado de simbolismo.
Un evento bajo el signo de la dictadura
Los años 70 en Argentina estaban marcados por una dictadura militar que dejó cicatrices profundas en la sociedad. La pregunta que nos planteamos es hasta qué punto el Mundial del 78 se entrelazó con este contexto oscuro. Según Bauso, se hace evidente que no se puede entender el Mundial sin la dictadura, pero tampoco se puede reducir a un simple enfoque militar.
Además, se debe tener en cuenta que Argentina había ganado el Mundial en 1930 y había sido el país anfitrión en 1978. Entonces, aunque el Mundial fue adjudicado a Argentina antes de la dictadura en 1964, el régimen militar vio en ello una oportunidad de reafirmar su poder. ¿Cuántas veces hemos visto a dirigentes políticos utilizar eventos deportivos para distraer al pueblo de realidades más crudas? Basta mirar ejemplos actuales en nuestras propias sociedades y desear que involuntariamente no nos convertimos en protagonistas de historias similares.
La estrategia de «normalización» de la dictadura
Los militares implementaron un plan estratégico que buscaba trasmitir la imagen de un país pacífico y estable. La idea era un mundo en calma, mientras afuera existía una regencia de terror. Sin embargo, como revela Bauso, la realidad es que el evento tuvo un efecto contrario: llamó la atención internacional sobre las violaciones a los derechos humanos en el país.
La presencia de diferentes gobiernos y periodistas internacionales en el evento sirvió como un espejo que reflejaba la verdadera imagen de una Argentina oprimida y bajo el yugo de la violencia y la represión. Cuando millones de personas se sentaban a ver los partidos, el contraste entre las celebraciones en la pantalla y la dura realidad de la vida cotidiana se hacía cada vez más evidente.
La celebración en medio del dolor
Algo que me impactó profundamente mientras leía sobre estos eventos es cómo incluso los presos políticos, sometidos a torturas, celebraban los goles de la selección argentina. El fútbol, en su poder y sencillez, actuaba como un oasis de felicidad en medio de la tormenta de horror. Aquí es donde la locura de la situación se encuentra, y les invito a reflexionar sobre ello: ¿cómo puede algo tan simple como un gol en un partido convertirse en una chispa de esperanza y alegría para aquellos atrapados en situaciones tan desesperadas?
Uno de los testimonios más conmovedores fue el de un futbolista que, tras escapar de su cautiverio, se unió a la multitud en las calles para celebrar la victoria ante Perú. Al final del día, el fútbol se convierte en un símbolo de libertad, incluso en las circunstancias más adversas.
La manipulación del relato por parte de la dictadura
Los militares intentaron aprovechar el fervor y la euforia popular para enmascarar la realidad del régimen. Pero, como muchos ya sabemos, la realidad siempre encuentra la manera de salir a la superficie. Desde el exterior, el mundo empezaba a ser consciente de que algo oscuro se movía detrás de la fachada del campeonato.
Además, hubo un cambio gradual en el pensamiento popular hacia la dictadura a medida que se desarrollaba el evento. Las celebraciones inusitadas en las calles contrastaban con el desasosiego bajo la opresión. Lo que debería haber sido una celebración unilateral se volvió un acto de resistencia. ¿Cómo se transforma una celebración nacional en un acto de protesta? Esos son los poderes ocultos del fútbol, mago y espejo a la vez.
El legado de un triunfo empañado
A medida que el tiempo avanzó, el Mundial del 78 se convirtió en un tema tabú en muchos círculos. Los jugadores, que inicialmente fueron considerados héroes, pasaron a ser vistos con desdén, como colaboracionistas. Este cambio en la percepción es un fenómeno fascinante. ¿Es justo juzgar a atletas que, en última instancia, fueron productos de su contexto?
Muchos de ellos enfrentaron dificultades financieras y lucharon por tener un nombre en la sociedad que los glorificaba en su momento de resplandor. ¡Hablemos del fútbol y sus estrellas como Tony Stark en el mundo de Marvel! Un momento en el cielo y otro en la penumbra.
Aún hoy, el debate sobre el Mundial del 78 continúa. Algunos lo ven como un triunfo heroico de la selección, mientras que otros como un triste recordatorio de los tiempos oscuros de la historia argentina. La verdad es que el fútbol, como cualquier aspecto de la vida, no es un fenómeno blanco o negro, sino una amalgama de experiencias y emociones.
Reivindicación del pasado a través del presente
Recientemente, tras la victoria de la selección argentina en el Mundial de Qatar 2022, el ecosistema de narrativas comenzó a cambiar nuevamente. Muchos comienzan a redescubrir el significado detrás del Mundial del 78, reinterpretando ese momento de sangre, sudor y lágrimas como parte de un legado mayor del fútbol argentino.
La historia del deporte está llena de personajes complejos, y el Mundial del 78 no es la excepción. Con el avance del tiempo, se presenta una nueva oportunidad para revisitar esos episodios, analizar sus implicancias y, de alguna manera, aceptar tanto el orgullo como la vergüenza que evocan. ¿Podrá el fútbol un día ser un puente y no un muro entre los argentinos?
Este es un proceso que nunca será fácil. Es como pedirle a una persona que olvide su adolescencia mientras todavía siente el dolor del acné. Pero es la única forma de avanzar. La memoria, aunque a veces engañosa, tiene un papel crucial en la forma en que seguimos como sociedad.
Conclusión: el fútbol y sus efectos en la memoria colectiva
Al final del día, el Mundial de 1978 es mucho más que un torneo de fútbol. Es un espejo que refleja las complejidades de una nación que, por un lado, celebraba a su selección y, por el otro, se debatía en la opresión. Cada gol marcado, cada lágrima derramada no solo cuenta una historia de triunfo, sino también de resistencia.
La historia argentina continúa evolucionando, y así también la percepción de aquel torneo. Nos queda la lección de que, a veces, el deporte puede ser un hilo conductor en la narrativa de un pueblo. Así que a medida que seguimos explorando estos temas, recordemos que nuestras historias—por feas que sean—son parte de lo que somos.
Al cerrarse un ciclo y abrirse otro, es crucial que enfoquemos nuestra mirada no solo en el fútbol, sino también en el aprendizaje que podemos extraer de su estela. Así que la próxima vez que se escuche el silbato del árbitro, recuerda no solo al jugador, sino también a la historia que se juega detrás de cada pase.
Fuentes y referencias
– Documental «Argentina 78» en Disney Plus
– Libro «78. Historia oral del Mundial» de Matías Bauso