En la vida, hay personas que dejan una huella indeleble en la comunidad, y el sacerdote vasco Luis de Lezama Barañano es un brillante ejemplo de ello. Su fallecimiento el pasado sábado, a los 88 años, nos recuerda la importancia de valorar la vida de aquellos que dedicaron su tiempo y esfuerzos al bienestar de los demás. A lo largo de su trayectoria, Lezama no solo fue un sacerdote comprometido con su fe, sino también un periodista, empresario y, quizás sorprendentemente, un hostelero que hizo historia en Sevilla. Así que, ¿qué fue lo que hizo de este hombre una figura tan significativa en la sociedad sevillana?

Un comienzo lleno de amor y vocación

Luis de Lezama llegó a Sevilla en un momento crucial para la ciudad. El bullicio de la Expo 92 no solo anunciaba una apertura hacia el mundo, sino que también ofrecía el telón de fondo perfecto para un joven sacerdote con grandes aspiraciones. Personalmente, me resulta fascinante cómo un clérigo se aventuró en el mundo de la hostelería. ¿Quién hubiera imaginado que un cura sería el fundador de un establecimiento emblemático como la Taberna El Alabardero?

Lezama ingresó en este universo gastronómico no solo por la pasión por la cocina, sino por un deseo genuino de servir a los demás. Se dio cuenta de que el buen comer puede ser un vehículo para la convivencia, un puente entre culturas y un medio para ofrecer experiencias que alimenten no solo el estómago, sino también el alma. Esto me hace pensar: ¿cuántas veces comemos sin pensar en el trasfondo de un plato, en el esfuerzo y el amor que se vierte en cada bocado?

La Taberna El Alabardero: un templo de la gastronomía

La Taberna El Alabardero no fue solo un lugar donde se servía buena comida; se convirtió en un símbolo de excelencia en la hostelería. Ubicada inicialmente en el Club Antares, este establecimiento ha formado parte de la historia gastronómica de Sevilla, acogiendo a estudiantes como Jesús Sánchez, quien más tarde se alzaría con varias estrellas Michelin. Imaginar a estos chefs en formación discutiendo sobre recetas en un ambiente tan enriquecedor es un recordatorio de lo vital que es la educación culinaria.

Durante la Expo 92, Lezama asumió la responsabilidad de gestionar «los banquetes oficiales ofrecidos por España», donde la cultura y la comida se entrelazaron en una sinfonía deliciosa. Me pregunto, ¿cuántos de esos banquetes habrán dejado recuerdos imborrables en la memoria de sus asistentes?

La Escuela Superior de Hostelería: un faro de formación

Pero el legado de Lezama no se detuvo ahí. En 1993, tras reunir a una diversidad de voluntades, fundó la Escuela Superior de Hostelería de Sevilla. Este centro se convirtió en un faro de formación para aquellos que aspiran a ser líderes en el ámbito de la hostelería y el turismo. La misión de esta escuela ha sido invariable: alcanzar la excelencia y formar a los futuros líderes del sector.

¿Quién no ha soñado alguna vez con ser un gran chef o un operador turístico de renombre? La Escuela Superior de Hostelería proporciona las herramientas necesarias para que esos sueños se hagan realidad. Lezama no solo creó un espacio para aprender, sino un ecosistema donde la pasión y el compromiso se transforman en enseñanza y, eventualmente, en carreras exitosas. Antes de conocer la Escuela, yo mismo pensaba que los chefs eran casi seres de otro planeta. ¡Quién diría que un cura podría ser el motor detrás de eso!

Un compromiso social inquebrantable

El trabajo de Luis de Lezama también se extendió más allá de su labor empresarial. A través de su vida activa en la comunidad, demostró que la religión y la caridad pueden ir de la mano en la práctica. Las fuentes cercanas al sacerdote más que una simple despedida, han destacado su ferviente compromiso con los demás y su dedicación a muchos proyectos e iniciativas sociales. Para aquellos de nosotros que estamos continuamente buscando oportunidades de contribuir, su vida es una lección de humildad y dedicación.

Es un hecho que hoy en día muchas personas buscan formas de involucrarse en actividades benéficas, pero a menudo sentimos que nuestras acciones son pequeñas. Luis de Lezama, con su ejemplo, nos recuerda que cada pequeño gesto cuenta. Si él pudo transformar vidas a través de la comida y la educación, ¿cuánto podemos hacer nosotros, en nuestros propios círculos, con nuestras capacidades y talentos?

El legado perdura

Aunque Lezama ya no esté con nosotros físicamente, su legado sigue presente en los corazones de quienes han sido tocados por su vida y su trabajo. La Taberna El Alabardero y la Escuela Superior de Hostelería aún son testigos de su pasión y visión. Imagine pasear por las calles de Sevilla y tropieza con esta taberna; no los mantendrás en secreto ¿verdad?

En Sevilla, hay lugares que llevan el nombre de aquellos que han realizado grandes aportes a la sociedad. Lezama no solo recibió la Medalla de Sevilla por su labor en la Escuela, sino que también fue honrado con el Cucharón de Plata de la Cámara de Comercio. A veces, nos olvidamos de reconocer a los que realmente mejoran nuestras vidas a través de su trabajo; Luis de Lezama fue uno de esos héroes anónimos.

¿Qué lecciones podemos aprender?

A medida que reflexionamos sobre la vida de Luis de Lezama, es inevitable preguntarse: ¿qué aprendizajes podemos extraer? Aquí van algunas consideraciones que todos podemos aplicar en nuestras vidas:

  1. Empatía: La capacidad de entender y conectar con el prójimo debe ser una prioridad. La empatía nos abre puertas hacia una jubilosa y significativa interacción social.

  2. Pasión por el servicio: Ya sea en el ámbito de la hostelería o cualquier otro campo, servir a los demás con amor y dedicación es un camino hacia la satisfacción personal.

  3. Continua formación: Nunca hay una edad para aprender. La educación es la clave para abrir un mundo de oportunidades, y la formación profesional no solo se limita a un ámbito específico; puede transformar vidas.

  4. Compromiso con la comunidad: Ya sea a través de iniciativas sociales o simplemente siendo un buen vecino, el compromiso por mejorar nuestras comunidades puede convertirse en un legado que perdure.

Un adiós lleno de gratitud

El sacerdote y empresario Luis de Lezama nos deja un legado profundo, lleno de amor, dedicación y compromiso hacia su comunidad. En su capilla ardiente, a partir del lunes 13 de enero en la Parroquia de Santa María la Blanca, la comunidad tendrá la oportunidad de rendir homenaje a este enorme ser humano. La misa corpore in sepulto prevista nos recordará la importancia de agradecer a aquellos que han impactado positivamente nuestras vidas.

En definitiva, la vida de Luis de Lezama no solo es motivo de tristeza hoy, sino también de celebración y agradecimiento. Su esfuerzo, dedicación y ese toque mágico que aportó al arte de la gastronomía y la educación son testimonios de que, aunque el tiempo pase, el verdadero impacto que uno deja en el mundo puede perdurar por generaciones. ¿No es eso algo digno de recordar y de emular en nuestras vidas?

Con gratitud y un guiño al cielo, celebremos su vida y los aportes que ha hecho a la gastronomía y a la comunidad. ¡Hasta siempre, Luis!