En octubre de 2019, Chile vivió un estallido social que marcó un antes y un después en la historia reciente del país. La chispa que encendió las protestas fue un aumento en el precio del billete del metro; sin embargo, las llamas que siguieron se alimentaron de años de desigualdades sociales y un profundo descontento con un sistema que muchos sentían no les representaba. Ahora, conmemoramos el quinto aniversario de esos acontecimientos, y es imposible no reflexionar sobre lo que significan y cómo han influido en la sociedad chilena contemporánea.
La experiencia del museo del estallido social
Imagínate esto: estás en un museo, rodeado de objetos que cuentan la historia de una revolución, un laboratorio emocional donde cada artículo tiene un eco, una voz que grita en silencio. El Museo del Estallido Social, ubicado en el barrio de La Florida, es uno de esos lugares. Después de más de una hora recorriendo las reliquias que eternizan los gritos y esperanzas de una revolución ciudadana, cinco estudiantes y su profesor se sientan en círculo, atentos a la guía Nataly Navarrete. Es un momento de unión en torno a la memoria colectiva. “¿Qué les ha removido de la experiencia que acaban de conocer?”, pregunta Nataly, rompiendo el hielo como un experto en la salsa de una conversación profunda.
El museo, creado en marzo de 2020, es un esfuerzo autogestionado que busca preservar la memoria de aquellos días tumultuosos. Según Marcel Solá, curador del espacio, la motivación detrás de su creación fue la necesidad de contrarrestar el «borrado y blanqueamiento» que intentó el gobierno de Sebastián Piñera. Y aunque en muchos contextos se habla de “olvidar para sanar”, aquí se promueve el recuerdo como una forma de resistencia.
La importancia de recordar
Recuerdo una vez que, en una cena familiar, surgió el tema de la historia reciente de Chile. La discusión se tornó intensa, y entre anécdotas de tiempos difíciles y esperanzas por un futuro mejor, escuché a mi abuelita decir: «Olvidar no es una opción». Y no podría estar más de acuerdo. Cuando se olvida la memoria de un pueblo, se corre el riesgo de repetir sus errores.
En el museo, un enorme mural de ojos de hojalata rinde homenaje a los más de 400 heridos oculares por disparos de bombas lacrimógenas. No hay carteles explicativos; cada objeto, desde escudos de latón hasta cartuchos de bombas lacrimógenas, habla su propio idioma. La experiencia es un viaje emocional donde la historia palpitante se737 convierte en un recordatorio de la lucha por un Chile más justo.
Reflexiones sobre el estallido social
Cinco años después de esas manifestaciones históricas, vale la pena cuestionar: ¿realmente hemos aprendido de lo ocurrido? Una encuesta reveladora de la empresa Cadem muestra que, mientras en 2019 el 74% de los ciudadanos creía que Chile podría ser un mejor país, hoy ese número se ha reducido al 68% que ve las consecuencias del estallido como negativas. La percepción de la población sobre aquellos días ha cambiado drásticamente, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿qué pasó con ese fervor?
La oposición, entre críticas y relatos erróneos, habla del “estallido delictual” como un fenómeno aislado, como si hubiera sido solo una mala etapa que debemos olvidar. Sin embargo, está claro que las demandas por mejoras en salud, educación y derechos sociales continúan vigentes. La actual portavoz del gobierno, Camila Vallejo, ha sido clara: condenar la violencia no significa ignorar las razones detrás de las protestas.
La batalla de relatos
Lo fascinante (y, a veces, lo frustrante) de la historia es que está en constante construcción. ¿Quién escribe esa historia? Las narrativas sobre el estallido social han sido variadas: desde la mirada de quienes creen que fue un movimiento de justicia hasta aquellos que lo ven como puro vandalismo. Mireya Dávila, politóloga de la Universidad de Chile, menciona que hay una batalla por imponer relatos. Y, seamos sinceros, es en esta pugna donde se juega el futuro de las próximas generaciones.
Las encuestas demuestran que la opinión pública ha tomado un giro adverso hacia el estallido, incluso entre los moderados. Vemos con desilusión que la historia se vuelve mala, desdibujada por un pasado que muchos desean olvidar. Pero, como siempre, la historia tiene una forma peculiar de regresar.
Nuevas reformas y el futuro
Hoy, tras la conmemoración de cinco años del estallido social, los reclamos de aquellos días aún esperan ser respondidos. Las reformas propuestas en salud, educación y pensiones siguen en un limbo legislativo. El parlamento, controlado mayoritariamente por la derecha, se ha convertido en un freno para estas demandas urgentes. ¿Realmente podemos construir un país más justo si seguimos sin abordar estos cruciales aspectos?
El caso del exdirector general de Carabineros, quien ahora enfrenta imputaciones por violaciones a los derechos humanos durante las protestas, vuelve a poner el tema en la agenda pública. Sin embargo, la sombra de la impunidad se cierne sobre las miles de denuncias por abusos que, hasta ahora, han tenido escasas consecuencias. Este escenario necesita ser visibilizado y, sobre todo, confrontado.
La necesidad del museo
Volviendo al Museo del Estallido Social, la importancia de su existencia se hace aún más evidente. En una era donde el negacionismo se convierte en una herramienta política, espacios como este se vuelven refugios de la memoria colectiva. Aquí, no se trata solo de recordar, sino de honrar las vidas perdidas, de reconocer las luchas y de buscar que no se repitan los mismos errores.
En el patio del museo, tres turistas alemanes se toman selfies con la escultura del Negro Matapacos, un símbolo de resistencia y lucha contra la inequidad. “Supe del museo por un artículo en la prensa alemana, y creo que es vital que las nuevas generaciones conozcan este pasado sin tergiversaciones”, comenta una de las visitantes. Ahí, una vez más, la memoria se convierte en un activo cultural, un puertecillo para quienes buscan entender el alma chilena.
Reflexiones finales
Este quinto aniversario de las protestas de octubre de 2019 nos invita a revisar no solo lo que ocurrió, sino también lo que hemos hecho con esa historia. La memoria colectiva, aunque a veces dolorosa, es la base para cualquier construcción social futura.
Así que la próxima vez que te encuentres conversando sobre historia o revisitando tu propio pasado, recuerda que olvidar no es una opción. Las luchas de hoy son las raíces de los sueños de mañana.
¿Te has preguntado alguna vez qué legado quieres dejar? La memoria tiene poder, y en un mundo donde muchos buscan borrar el pasado, está en nuestras manos asegurarnos de que la voz del pueblo siga sonando fuerte y clara. En la historia de Chile, y del mundo, hay muchas lecciones valiosas aún por aprender y recordar. Mantengamos vivas esas llamas.