La presidencia de Donald Trump ha sido un torrente de eventos, emociones y, seamos honestos, un poco de locura. Ciertamente, no hemos tenido un presidente como él en la historia reciente. La autora Emily Witt, en su obra Health and Safety, pinta un fresco vibrante de aquellos días revueltos. ¡Y quién no recuerda las interminables manifestaciones que surgieron a raíz de su ascenso al poder! Ella compartió una anécdota de cómo en su primer día de presidencia, decidió abastecerse de rotuladores y cartulinas. ¿Te imaginas a alguien tan preparado para salir a protestar? La imagen es casi cómica. Pero es a través de estas historias personales que podemos conectar con una época en la que el clima político se tornó tan complejo y polarizado.
El contexto de la presidencia de Donald Trump
Antes de profundizar, es importante recordar el contexto en que Donald Trump llegó a la presidencia. Las elecciones de 2016 no solo fueron un enfrentamiento entre candidatos, sino una batalla entre ideas, identidades y, por supuesto, un cambio drástico en la manera de hacer política en Estados Unidos. Mientras otros candidatos optaron por la retórica tradicional, Trump rompió moldes: tocó fibras sensibles y habló de manera cruda sobre temas como la inmigración, el comercio exterior y el nacionalismo.
No es de extrañar que muchos estadounidenses, al ver este nuevo enfoque, se sintieron atraídos. ¿Quién no ha sentido la necesidad de que alguien hable abiertamente sobre las problemáticas que afectan a la clase trabajadora? Pero lo que comenzó como una revolución discursiva evolucionó rápidamente hacia una polarización y caos notables.
La dramatización del primer día: un relato personal
Volviendo al relato de Emily Witt, me hace recordar mi propio acercamiento a los eventos políticos en esos días. El día que Trump asumió el cargo, yo estaba en mi sala de estar con la mirada fija en la televisión, sintiendo una mezcla de incredulidad y expectativa. ¿Qué podría salir mal? Aunque sinceramente, el sentimiento predominante era una especie de morbo por los problemas que podrían surgir.
Como Witt, tenía una fascinación por las manifestaciones. Recuerdo que, al igual que ella, decidí comprar un par de cartulinas y rotuladores, no porque planeaba unirme a una manifestación, sino porque me sentía obligado a expresar mi opinión sobre lo que estaba ocurriendo en el país. Mis amigos bromeaban diciendo que debería haberme hecho un cartelón con el lema “No estoy de acuerdo, pero gracias por la publicidad”.
Esa necesidad de expresar mis pensamientos, al igual que la de Witt, se convirtió en una forma de enfrentar la incertidumbre. Era como si cada rotulador que usaba marcara una pequeña rebelión contra el miedo de lo desconocido.
La locura de las manifestaciones
Y ahí es donde las historias de Witt se cruzan con mi propia experiencia. Ver las calles de Washington D.C. llenas de personas, todas con sus carteles y gritos, era como una escena de una película de Hollywood: única, dramática y, a veces, cómicamente caótica. Recuerdo que asistí a una manifestación en mi ciudad y, mientras sostenía mi cartel, me di cuenta de que detrás de cada grito había una historia personal, un sentimiento profundo de frustración.
Era como si el pueblo estadounidense hubiera despilfarrado su energía en esas manifestaciones. ¿Pero qué se estaba logrando realmente? A menudo, salía de las calles sintiéndome un poco vacío: el grito del pueblo era fuerte, pero no parecía resonar en los pasillos del poder. La idea de cambiar el mundo a través de un solo evento comenzó a desvanecerse en mi mente. Sin embargo, esa reacción visceral seguía siendo una señal de democracia en acción.
Las políticas de Trump: una mirada crítica
Un aspecto fascinante de la presidencia de Trump es cómo sus políticas fueron percibidas por diferentes sectores de la sociedad. Desde el «America First» hasta la controversial política migratoria, cada paso que dio fue tanto alabado como criticado. Me resulta curioso cómo, en la cena familiar, la conversación solía irse a la deriva hacia si deberíamos «darle una oportunidad».
Claro, había quienes argumentaban que era un «outsider» que rompía con el sistema. Pero en un momento dado, me sentí como el árbitro en medio de un partido de fútbol, tratando de calmar a ambos equipos mientras los debates estallaban a mi alrededor. ¿Cómo se puede entender una figura tan polarizadora sin ser arrastrado por la marea del debate?
La economía durante la presidencia de Trump
No podemos hablar de la presidencia de Trump sin mencionar la economía. Muchos elogian su política económica, que condujo a cifras de empleo y crecimiento que eran dignas de mención. Sin embargo, en contraste, se dieron a conocer ciertas inequidades que persisten en el tejido social de EE. UU.
Lo comprendo bien, pues durante esa época, mi primo logró encontrar un trabajo maravilloso justo tras salir de la universidad. Por otro lado, su compañero de estudios no tuvo tanta suerte. ¿Cómo podía ser que dos personas con el mismo nivel educativo y desempeño encontraran situaciones tan dispares? La noticia era buena, pero la desigualdad seguía estando presente.
La cultura del espectáculo y el estilo de Trump
Uno de los aspectos más intrigantes de la presidencia de Trump es su estilo de comunicación. A través de las redes sociales, especialmente Twitter, parecía tener un canal directo hacia el pueblo. ¿Quién necesita un comunicado formal cuando puedes tuitear hasta que te duela el pulgar? Sus frases rápidas y provocadoras se han vuelto parte del paisaje cultural actual.
Es irónico pensar que un presidente tuvo más seguidores en Twitter que algunos artistas de renombre. Esto plantea una pregunta importante: ¿Estamos ahora más conectados o simplemente más distraídos? A menudo me encontraba pensando en cómo las redes sociales habían transformado de tal manera que las audiencias ahora exigen una imagen más que nunca de sus líderes. En un enfoque casi hollywoodense, la política se convirtió en un espectáculo.
¿Qué nos deja el legado de Trump?
Es justo preguntarnos: ¿Qué haremos con el legado de Trump? A medida que las críticas y las alabanzas continúan, es evidente que su tiempo en el poder ha dejado una marca indeleble en el panorama político estadounidense.
Desde la crisis de la COVID-19, que puso en evidencia las falencias del sistema sanitario, hasta el movimiento Black Lives Matter, que cobró impulso tras la muerte de George Floyd, el impacto de su presidencia puede medirse de varias maneras. Pero, ¿ha producido un cambio real? ¿O simplemente hemos arrojado más leña al fuego de la división?
Reflexiones finales
Al igual que los rotuladores de Emily Witt, cada una de nuestras reacciones y decisiones en estos tiempos turbulentos cuenta. En una era donde las opiniones están divididas, lo más valioso que podemos hacer es escuchar y aprender el uno del otro. Sin dudas, estamos aún en el proceso de asimilar lo que significó la presidencia de Donald Trump, pero cada paso que tomamos podría ser una invitación a reflexionar, a manifestarnos, a encontrarnos.
Así que, la próxima vez que te encuentres sosteniendo un rotulador en medio de un debate acalorado, piensa que quizás, solo quizás, estás impulsando un cambio. La historia no se detiene, y nosotros, como actores de esta narrativa, tenemos la responsabilidad de escribir nuestros propios capítulos. Quizás, un día, tú también te conviertas en un autor como Emily Witt, pero hasta entonces, sigamos siendo parte del diálogo – y de la risa que lo acompaña.