La frase “em cuiden les amigues, no la policia” resuena cada vez más en nuestras calles y en las redes sociales. Si te soy honesto, a veces me resulta difícil no soltar una pequeña risa sarcástica ante la situación actual. En un mundo donde las fuerzas de seguridad deberían ser nuestras aliadas, la idea de tener que cuidar de nosotros mismos y de nuestros seres queridos suena a una escena sacada de una película de suspense. Pero lo que nos enseñan estas historias es que, a veces, la realidad supera la ficción.
La desconfianza en las fuerzas de seguridad
La relación entre la ciudadanía y las fuerzas de seguridad a menudo se caracteriza por un crónico desconcierto. En lugar de sentirnos seguros bajo su protección, muchos de nosotros nos encontramos mirando por encima del hombro. Cada vez que escuchamos sobre la infiltración de la policía en movimientos sociales, es como si uno de esos giros de trama inesperados al final de una novela nos diera un golpe directo al estómago. Pero, ¿por qué debería preocuparnos tanto?
La respuesta es sencilla: cuando los mismos agentes encargados de protegernos son los que se infiltran y manipulan, perdemos la fe en el sistema. Ya no son héroes, sino villanos en una historia en la que no pedimos participar.
El documental «Infiltrats»: revelaciones impactantes
Recientemente, el documental «Infiltrats» se emitió en TV3, y sus revelaciones sobre la infiltración policial en Catalunya y Valencia fueron, para decirlo de manera sutil, escalofriantes. Este reportaje, resultado del trabajo periodístico del medio La Directa, muestra una red de policías encubiertos que, con identidades falsas, se integraron en movimientos de izquierda militante. Imagínate estar en una conversación sobre derechos sociales o manifestaciones y, de repente, darte cuenta de que tu compañero de discusión es, en realidad, un agente de la ley que ha estado jugando a la comedia. Se te queda una sensación amarga en el estómago, ¿verdad?
Amistad a costa de la traición
¿Alguna vez has tenido un amigo que se ha convertido en un enemigo? La historia de estos infiltrados es, en muchos sentidos, eso. Cuatro agentes, tres hombres y una mujer, establecieron relaciones de amistad e incluso de pareja en el seno de estos movimientos, usando la intimidad para obtener información. Esto no solo es una violación de la confianza, es un claro ejemplo de cómo operan en las sombras, confiando en que la compasión y la camaradería humanas les servirían como herramientas para cumplir con sus objetivos.
Al escuchar esto, me vino a la mente una anécdota personal. Recuerdo una vez que, durante una protesta por el cambio climático, conocí a un chico que parecía ser un idealista apasionado, pero a medida que la conversación avanzaba, busqué detalles, y terminé descubriendo que era un experto en marketing. Aunque su intención no era mala, esa duda de la autenticidad de las personas que nos rodean a veces puede jugarnos una mala pasada. Es un recordatorio de que no siempre se puede confiar en aquellos que parecen ser aliados.
La manipulación como herramienta de control
El reportaje no solo detalla cómo se lleva a cabo la infiltración. También se adentra en las consecuencias devastadoras que esto genera en la comunidad afectada. La tristeza de descubrir que alguien en quien confiabas era, en realidad, un espía genera un dolor que se asemeja a la pérdida de un ser querido. El hecho de que estos agentes utilizaran vínculos afectivos para suplantar la confianza habla de un nivel de manipulación que nos hace cuestionar nuestra propia capacidad para discernir.
En la vida diaria, tal vez no estemos inmersos en conflictos políticos, pero seguramente todos hemos sentido esa traición personal. Ya sea un amigo que no cumplió su palabra o un colega que se llevó el mérito de un trabajo en equipo, esas experiencias pueden ser dolorosamente reales. La diferencia aquí es que estamos hablando de infiltrados cuya misión era desestabilizar movimientos que luchan no solo por derechos, sino por la libertad misma.
Foucault y la vigilancia del poder
Para entender mejor esta dinámica, podemos recurrir a las palabras del filósofo Michel Foucault. En su obra «Vigilar y castigar», nos advierte sobre la sofisticación del poder moderno. Este poder no se expresa solo en términos de represión; crea redes de control y clasificación que amenazan nuestra capacidad de actuar y pensar libremente.
Las películas contemporáneas como «El reino» o «Antidisturbios», ambas de Rodrigo Sorogoyen, también exploran cómo las instituciones pueden dejar de ser transparentes y, en cambio, operar en el ámbito de la manipulación y la traición. La línea que separa la protección de la opresión se torna cada vez más difusa.
La retórica del poder: ¿el enemigo es el terrorismo?
Una de las herramientas más peligrosas en el arsenal del poder es su uso del lenguaje. La narrativa que establece qué se define como terrorismo, vandalismo o derecho a la manifestación puede cambiar radicalmente dependiendo de quién esté contando la historia. Así, lo que para unos es una protesta pacífica, para otros puede interpretarse como un acto de terror.
Esta manipulación de significados es un juego peligroso. Y cuando son aquellos en el poder quienes definen las consecuencias penales de estos actos, la democracia se convierte en una ilusión. Nos encontramos ante un espejo distorsionado donde el abuso de poder a menudo se justifica bajo el paraguas de la seguridad nacional. ¿No es esto un precedente inquietante para nuestra percepción de la justicia?
¿Qué podemos hacer?
Entonces, ante esta realidad, ¿cuál es nuestro papel como ciudadanos? Es vital cuestionar todo. La confianza no se regala, se construye. Observamos nuestro entorno y nos preguntamos si realmente conocemos a las personas con las que interactuamos, ya sea en una manifestación, un debate o incluso dentro de nuestras organizaciones comunitarias.
Conectar con la gente de manera genuina y abierta es esencial. Tal vez, en lugar de distanciarnos y cuidarnos a nosotros mismos, deberíamos reforzar nuestras comunidades, creando redes de apoyo donde todos se cuiden. Y a no ser que se trate de un agente encubierto, ¡buscamos la resistencia juntos!
Reflexiones finales: un llamado a la acción
La infiltración y la manipulación son procesos que quedan lejos de ser nuevos; han existido a lo largo de la historia. La confusión y la desconfianza que generan pueden tener consecuencias duraderas en la forma en que interactuamos y nos organizamos como sociedad. Si no estamos dispuestos a cuestionar lo que se nos presenta, podríamos acabar atrapados en una red de mentiras que nos alejan de la verdad.
A medida que observamos estos acontecimientos, tal vez debamos hacernos la pregunta: ¿quién realmente nos cuida? La respuesta no siempre será agradable, pero es una conversación necesaria. Así que sigamos conversando, cuestionando y, lo más importante, cuidando de nuestras amigas y amigos. Después de todo, en un mundo donde todos parecen estar al acecho, un poco de empatía y amistad genuina puede ser el faro que nos guíe hacia el entendimiento, en vez de la desconfianza.
La historia continúa y, afortunadamente, también lo hace nuestro compromiso con la transparencia y la justicia. Así que, la próxima vez que escuches a alguien gritar “em cuiden les amigues, no la policia”, quizás deberías unirte al grito, aunque sea solo para hacerles saber que, en el fondo, todos estamos en este mismo barco.