El mundo de la educación puede llegar a ser un lugar utópico donde los estudiantes puedan crecer, aprender y alcanzar su potencial. Sin embargo, lo que algunos no ven desde su burbuja de idealismo educativo son las realidades desgarradoras que enfrentan muchos de nuestros jóvenes en el día a día. En este artículo, quiero compartir algunas reflexiones sobre la conexión entre la vivienda y el rendimiento académico. ¿Alguna vez te has parado a pensar en cómo un simple desahucio puede arruinar los sueños de una niña de 13 años? Te invito a acompañarme en esta travesía donde exploraremos esta dura realidades a través de anécdotas, estadísticas y un toque de humor (porque a veces, cuando el mundo parece que se hunde, la risa es el único salvavidas).

Una anécdota que lo dice todo

En mi primer año como orientador educativo, conocí a una niña brillante de 13 años de un instituto en Madrid. Era esa alumna que todos los profesores querían tener: inteligente, carismática y trabajadora. Sin embargo, algo no iba bien. Un día me enteré de que no había venido a una cita programada. Un día que se tornó en un día crucial, pues ese mismo día su vida daría un giro de 180 grados.

Un par de horas después, la noticia: su familia había sido desahuciada. Fue como un balde de agua fría. ¿Cómo una chica así, se preguntarán muchos, puede caer en una situación tan desesperada? La respuesta es más compleja y perturbadora de lo que parece. Esa niña no solo perdió su hogar, sino también su derecho a la educación, su rutina y el sentido de pertenencia.

Desde ese momento, los buenos resultados académicos se convirtieron en un recuerdo distante. Todo lo que había construido se desmoronó ante sus pequeños ojos. ¡Qué injusticia! Creo que todos hemos sentido esa impotencia en algún momento, ¿verdad? Ese momento en el que nos damos cuenta de que hay cosas que escapan a nuestro control, pero sin duda nos duelen profundamente.

Una realidad aterradora

Este no es un caso aislado. En nuestro país, entre el 70% y el 80% de los desahucios incluyen menores de edad. ¡Algo que debería hacernos reflexionar! ¿Por qué hay tanta vergüenza en hablar sobre este tema? Muchas familias se sienten acomplejadas y ven el riesgo de ser juzgadas, así que optan por el silencio. Los profesores, en su afán de ayudar con el aprendizaje académico, muchas veces olvidamos que detrás de un bajo rendimiento hay una historia que nos grita «ayúdame» a cada instante. En mi experiencia, lo que más afecta el rendimiento escolar son factores externos a las aulas.

Los problemas de conducta, el absentismo y las dificultades de aprendizaje a menudo están conectados con la inseguridad habitacional y la pobreza infantil. Si un niño no tiene un lugar seguro al que volver después de clase, ¿cómo puede concentrarse en la lección de matemáticas? ¿Te lo imaginas? Me gustaría ver a alguien que vive en un constante estado de incertidumbre resolver ecuaciones cuadráticas. No sé tú, pero yo tendría dificultades para recordar cómo me llamo, y no me he enfrentado a un desahucio.

Un ciclo vicioso

Y aquí es donde se empieza a tejer ese temido ciclo vicioso. La vivienda y la educación están íntimamente relacionadas. Cuando una familia enfrenta el desalojo, la disponibilidad de oportunidades académicas se reduce drásticamente. Los niños que se trasladan de un lugar a otro no solo pierden su estabilidad emocional, también pierden conexiones u oportunidades educativas valiosas.

Es triste ver cómo la sociedad ha llegado a desarticular estos dos pilares fundamentales que deberían ser sinónimos de crecimiento y desarrollo. Es más que evidente que el sistema de vivienda actual, que convierte las casas en bien de mercado para la especulación, no logra atender a las necesidades de las familias. Esta lógica comercial está destruyendo la estructura fundamental de nuestras comunidades y, a su vez, la educación de nuestros niños.

¿Qué papel debemos jugar como educadores?

Como orientadores y educadores, tenemos la responsabilidad de analizar cuán profundamente el contexto social y económico afecta a nuestros alumnos. ¡No todo son deberes y exámenes! Como educadores, somos los defensores de los derechos de nuestros estudiantes. ¿Y quién puede defender mejor a un niño que alguien que realmente lo conoce?

He recibido, en ocasiones, palabras de ánimo de compañeros que me dicen «Estas cosas no están en nuestras manos». ¿De verdad? Sí, somos muchos los que hacemos lo que podemos, pero eso no significa que debamos cerrarnos a la lucha. Luchar por crear un entorno en el que nuestros alumnos puedan prosperar es fundamental.

En el contexto actual, donde el 30% de la población infantil vive en condiciones de pobreza, es nuestro deber responsabilizarnos y hacernos sentir. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de romper el ciclo de pobreza y desahucio que afecta a nuestros jóvenes. No basta con dar clases y hacer informes sobre el rendimiento académico. Debemos ir más allá, mirar a nuestro alrededor y escuchar las historias de nuestros estudiantes.

La importancia de la empatía

La empatía es una herramienta poderosa que muchos de nosotros, intencionalmente o no, olvidamos utilizar. Nos quedamos atrapados en la rutina diaria de las clases y los exámenes, y a veces parece que nos olvidamos de que detrás de cada alumno, hay una vida, una historia que contar.

Cuando se habla de retos emocionales, debemos recordar que hay niños que sufren mucho más en su día a día que algunos adultos que conocemos. Para muchos, la escuela es el refugio donde no solo aprenden materias académicas, sino también cómo navegar por los vaivenes de la vida. ¿No debería cada niño tener la oportunidad de sentirse seguro mientras crece?

Medidas necesarias para la educación y vivienda

Si los educadores de Madrid se movilizan por la situación de la vivienda en la manifestación del próximo 13 de octubre, no es solamente por un salario digno. Es momento de llamar la atención sobre cómo la falta de vivienda afecta a la calidad educativa. En este momento, todos sabemos que la situación del mercado inmobiliario está estrangulando el bienestar de miles de familias.

Los alquileres se disparan, y la especulación inmobiliaria parece que no tiene fin. No se puede ignorar que, cuando no hay constitución de hogares dignos, la educación deja de ser un privilegio y se convierte, inusitadamente, en un lujo.

A medida que escribo esto, reflexiono en lo que podría hacerse. Por ejemplo, implementar políticas que regulen el nivel de precios de alquileres o intervenciones para prohibir la especulación es crucial. Estas medidas no solo impactarían positivamente a las familias, sino que representarían pasos fundamentales hacia un acceso equitativo a la educación.

Un llamado a la acción

Este 13 de octubre, si escuchas el murmullo en la calle, no lo consideres solo como ruido. Cada grito y reclamo representa las voces de aquellos que claman por una necesidad básica: vivienda digna. Es el momento justo para recordar que la educación y la vivienda son derechos fundamentales y que ninguno debería prevalecer sobre el otro. Si trabajamos juntos, podemos contribuir a un mundo donde cada niño tenga un lugar donde dormir y un aula donde aprender.

Así que, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos de brazos cruzados? La respuesta es NO. La lucha por los derechos de nuestros estudiantes es nuestra responsabilidad. No se trata solo de emplear buenas prácticas educativas, sino de fomentar un entorno en el que cada niño pueda aprender sin las cadenas del miedo y la inseguridad habitacional.

Conclusión

En resumidas cuentas, la conexión entre la vivienda y la educación no se puede pasar por alto. Mientras sigamos enfrentándonos a desahucios que afectan a nuestros estudiantes, seguiremos perpetuando un ciclo de sufrimiento que no puede ser ignorado. Es el momento de que los educadores se conviertan en voces poderosas. Si hay algo que he aprendido en mis años como orientador, es que una voz unida es más fuerte.

Así que, la próxima vez que te enfrentes a un alumno que parece perdido en sus pensamientos, detente por un momento y pregúntate: ¿qué hay detrás de esa mirada? Puede que descubras que no solo le advierten sobre deberes no entregados, sino que enfrentan batallas que ni siquiera imaginamos. La educación no es solo libros y clases; es la promesa de un futuro mejor. Y juntos, podemos asegurarnos de que nuestros estudiantes tengan la oportunidad de vivir esa promesa. 🍎✨