La visita del Papa Francisco a Bélgica ha sido todo un evento, no solo para católicos, sino también para aquellos que siguen de cerca el impacto de la religión en nuestras sociedades modernas. El Pontífice no fue solo un visitante; fue un catalizador de conversaciones críticas sobre temas que han aquejado a la institución durante décadas, como el abuso y el encubrimiento dentro de la Iglesia.

¿Por qué es tan importante este viaje?

Imagínate estar en un estadio con 36,000 personas, incluyendo la familia real belga y los grandes duques de Luxemburgo. El ambiente estaba cargado de expectativas y emociones. ¿Pero qué fue lo que realmente hizo el Papa durante su homilía en el Estadio Rey Balduino? Se podría decir que fue un llamado a la introspección colectiva. Francisco, siempre con su estilo único, se dirigió a la comunidad preguntando: “¿Cuál es nuestra responsabilidad ante los que han sufrido?”. En un tono de voz que resonaba entre los peregrinos, pidió a todos que enfrentaran el dolor de las víctimas de abusos con empatía y acción.

Un encuentro sin precedentes

Durante su estancia, el Papa tuvo un encuentro de dos horas con 17 víctimas de abusos. Este fue el encuentro más extenso que ha tenido con afectados por estos crímenes durante su papado. La sinceridad de las historias que escuchó tendría que haber creado un peso considerable en su corazón. Imagina escuchar el sufrimiento de personas que han sido heridas por quienes deberían haber sido sus cuidadores. ¿Cuál es el impacto de escuchar estas historias desgarradoras directamente de las víctimas?

Francisco expresó que “con la mente y el corazón regreso a las historias de algunos de estos pequeños”. Este tipo de reflexión no solo muestra su comprensión, sino que también debería servir como un llamado a la responsabilidad para todos aquellos que tienen un papel en la protección de los más vulnerables.

La sinceridad en sus palabras

El Papa no se contuvo en sus palabras. Reconoció que “en la Iglesia hay sitio para todos, pero no hay lugar para el abuso”. Esta declaración resonó como un eco entre la multitud. Les pidió a los obispos que no encubrieran a aquellos que perpetúan el abuso, recordando que el silencio y la indiferencia no ayudan a nadie. ¿No deberían todas las comunidades religiosas abordar estos problemas de manera abierta y honesta? ¿Acaso el silencio no agrava el dolor?

Contexto de la crisis de abusos

Dicha crisis no es algo nuevo, sino una mancha antigua en la historia de la Iglesia. En 2019, un informe solicitado por los obispos belgas identificó más de 1,000 abusos que involucraban a eclesiásticos, con un 73 % de estos casos dirigidos a menores. Uno de los casos más notorios fue el del exobispo Roger Vangheluwe, quien admitió haber abusado de su sobrino. A pesar de haber sido retirado de su cargo, su tibieza en las disculpas lo convirtió en un símbolo del problema de encubrimiento dentro de la Iglesia. Y aquí me pregunto, ¿cómo pueden las personas tener fe en una institución que ha fallado tantas veces en proteger a los inocentes?

Publicidad del dolor

Mientras el Papa hablaba, el silencio y la seriedad de su mensaje hicieron que las interrupciones por aplausos fueran notables. Él dijo: “El mal no se esconde, va a la luz”. Este acto de visibilizar el sufrimiento de las víctimas es crucial en nuestro intento por comprender y sanar. La religión, que debería ser un refugio de amor y esperanza, a menudo se convierte en un campo minado de dolor. ¿Qué tipo de comunidad queremos construir si no podemos ser honestos sobre nuestras fallas?

Durante su mensaje, el Papa Francisco también habló sobre la Jornada del Migrante y del Refugiado. Este era otro tema que resonaba en los corazones de muchos belgas. Al abordar la difícil situación de los migrantes, Francisco instó a verlos como “hermanos”. ¿Acaso esta llamada a la fraternidad no debería ser un principio fundamental en todas nuestras interacciones con los demás?

Un homenaje a lo positivo

En medio de esta pesada conversación, el Papa beatificó a Ana de Jesús, una religiosa española que fue una figura clave en la vida de Santa Teresa de Ávila. La decisión de beatificarla en un momento cargado de escándalos es un recordatorio de que la fe puede también encontrar su camino en medio del caos. Francisco recordó que “con su vida sencilla y pobre”, Ana y sus compañeras “supieron llevar a tantas personas de vuelta a la fe”. ¿No sería maravilloso que también pudiéramos aprender de estas historias de redención y fe?

La fórmula para avanzar

Ante un panorama tan desgastante, el Papa dejó una idea clara: la responsabilidad recae sobre todos nosotros. No solo sobre la Iglesia, sino sobre la sociedad en su conjunto. La invitación es a denunciar los abusos, a hablar y a crear una cultura de ayuda y protección. ¿Estamos dispuestos a tomar este desafío?

La beatificación del rey Balduino fue otro momento notable, indicando que incluso las figuras públicas pueden tener un legado que resuene más allá de la política o la religión. Francisco incitó a los obispos belgas a involucrarse en este proceso. Este gesto podría ser un paso hacia un futuro donde la fe se enlaza más con la responsabilidad social. ¿Qué impacto tendrá esta recomendación en la vida de las personas en Bélgica?

Un cierre significativo

Al concluir su viaje, el Papa expresó su deseo de que la fe y la comunidad prevalezcan sobre la oscuridad del abuso y la indiferencia. Pero, ¿realmente escucharemos este llamado? La historia nos ha enseñado que el cambio no es fácil y que los viejos hábitos mueren con dificultad. Sin embargo, en este presente lleno de desafíos, tenemos la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente.

Como comunidad, debemos enfrentarnos a nuestros propios miedos y prejuicios. La visita del Papa Francisco a Bélgica no es solo una reflexión de lo que ha sido, sino también de lo que podemos ser. Si algo nos alentamos esta semana es a no silenciar las voces que claman por justicia. El tiempo de hacer cambios revolucionarios es ahora. ¿Estamos listos para ser parte de ese cambio?