Es curioso cómo la historia a menudo tiende a repetirse. ¿No les ha pasado? Recuerdo una noche cualquiera, en la que, mientras intentaba encontrar una receta sencilla para un postre (siempre me voy por el lado dulce), terminé navegando en una espiral de información sobre las últimas noticias políticas. ¡Qué controversia! ¿Iba a hacer un bizcocho o terminaría deprimido por el estado del mundo? Pero, como voy a compartir, la desinformación y la polarización no son solo temas de actualidad, sino que están entrelazados de manera intrínseca con nuestra realidad democrática. Así que prepárense, que aquí hay mucho que decir.
El contexto actual: desigualdad y desilusión
En la última década, hemos visto un aumento palpable en la desigualdad económica en muchas partes del mundo. Para muchos, la promesa de la democracia ha resultado ser una ilusión desvanecida. Millán Cruz hizo hincapié en que esta desilusión está alimentada por dos amenazas principales: la manipulación y la polarización, exacerbadas por el uso de tecnologías de la información. Y aquí comenzamos a ver un patrón: información engañosa que alimenta la frustración de los ciudadanos, llevándolos a desconfiar de sus gobiernos y, en última instancia, de la propia democracia.
«La democracia se basa en la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones,» dice Millán. ¿Pero qué pasa cuando la información que reciben es incorrecta? Es como si fueras al supermercado a comprar ingredientes frescos y te vendieran un bote de salsa de tomate caducada en lugar de tomates orgánicos. Simplemente no es justo.
La amenaza de la desinformación
¿Alguna vez has caído en la trampa de un contenido engañoso en las redes sociales? Ese momento en el que una publicación parece tan convincente que decides compartirla sin verificar, solo para darte cuenta de que era un meme de un gato con un sombrero. ¡Ups! La desinformación se propaga más rápido que un video viral de un cachorro, y eso es alarmante. Millán se refiere a la desinformación como «la herramienta principal de la manipulación». Se plantea la pregunta: ¿dónde termina la responsabilidad individual en la era digital y dónde empieza la responsabilidad de las plataformas?
Polarización: amigo o enemigo
La polarización, por su parte, es el primo incómodo de la desinformación. O sea, ¿cuántas veces te ha pasado que, tras una discusión animada en redes sociales, terminas sintiendo que tu amigo de toda la vida se ha convertido en un enemigo ideológico? Esa lucha por demostrar que tu verdad es la única verdad puede hacer que perdamos de vista algo fundamental: el diálogo. Nos fragmentamos, y aquellos con los que podríamos tener un diálogo enriquecedor se convierten en adversarios, y ese es un camino peligroso.
La educación mediática: una solución necesaria
En medio de este panorama, surge un rayo de esperanza: la educación mediática. Es evidente que necesitamos equipar a nuestra sociedad con las herramientas necesarias para que puedan discernir entre una fuente fiable y una sospechosa. Tal vez recordar a tus amigos que compartir un artículo sin leerlo no es muy diferente a malgastar un postre de chocolate antes de cenar, ¿cierto? Es la clave para que la ciudadanía tome decisiones informadas.
Uno de los problemas reconocidos es que muchos gobiernos tienen un interés en el uso de la desinformación y polarización, lo que complica aún más esta situación. Sin embargo, esto nos lleva a una reflexión vital: ¿estamos dispuestos a educarnos solos si nuestras autoridades no están a la altura? Tal vez sea el momento de tomar las riendas de nuestra propia educación. ¿Cuántas veces has amplificado un mensaje que resonaba contigo, sin pararte a analizar si era realmente cierto?
Promoviendo periodismo independiente y riguroso
El periodismo no solo debe ser un vehículo de información, sino una especie de ancla que nos mantenga firmes en medio del torbellino de la desinformación. Tiene el poder de contrarrestar campañas engañosas y promover una discusión auténtica. Aquí es donde entra la necesidad de un periodismo independiente y riguroso. Sin embargo, al igual que no irías a un restaurante donde el chef lleva pijama, no deberíamos confiar en fuentes de noticias que no trabajan con estándares éticos.
Pero, incluso con las mejores intenciones, ¿es posible conseguir que el periodismo mantenga su integridad cuando la economía de la atención es el rey? Es una pregunta inquietante que nadie parece tener la respuesta.
La fragmentación social: una mirada introspectiva
La lógica de Spengler, mencionada por Millán, es ineludible: cada civilización tiene su auge y caída. En la parte final del ciclo, la moralidad se vuelve fluida y la sociedad se fragmenta. Un individualismo egoísta florece en lugar de la comunidad y la cooperación. ¿Es eso lo que queremos? Cada vez que veo a alguien gritar en las redes sociales, no puedo evitar preguntarme si se darían cuenta de esto si terminaran conversando cara a cara. ¿Por qué el odio puede volverse tan sencillo de expresar tras una pantalla?
La fractura social genera un círculo vicioso —el odio alimenta más odio— y, en vez de dialogar, comenzamos a actuar como un equipo en un juego de “toma y daca”. Mientras tanto, la democracia se asoma, titubeante, a la tensión de la balanza.
Es la hora de actuar
Llegamos a un punto crítico en el que el cambio no solo es deseable, sino urgente. La solución no se encuentra en las manos de unos pocos, sino en cada uno de nosotros. Fortalecer la educación mediática, aumentar la transparencia en las plataformas digitales y fomentar un periodismo independiente son solo algunos de los pasos que podemos tomar. Entonces, ¿cómo podemos actuar todos a nivel individual para contribuir a una democracia más fuerte y menos manipulada?
- Duda de lo que ves. Antes de clickear en «compartir», pregúntate: ¿es esto realmente cierto? Una rápida búsqueda en Google puede evitar que generemos más ruido en la esfera pública.
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Respeta al que piensas diferente. La diversidad de pensamiento enriquece cualquier discusión. Intentemos recordar que, a menudo, el enemigo no está en el contrario, sino en cómo reaccionamos ante él.
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Involúcrate. Apoyar un periodismo independiente puede hacer la diferencia. Busca aquellos medios que se toman su tiempo para investigar los hechos, no solo para presentar teorías.
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Educa a otros. Comparte esta información como si se tratara de una receta familiar. Cuanto más compartamos la educación mediática, mayor será su impacto.
Conclusión: mirando hacia el futuro
Es un momento de reflexión. La democracia no es simplemente un sistema de gobierno; es una manera de vida que depende de nuestra participación activa. La desinformación y la polarización son nuestros actuales adversarios, pero la educación mediática y el periodismo riguroso pueden ser nuestras mejores herramientas para enfrentarlos. Así que, ¿qué haremos? ¿Dejaremos que la historia se repita y otros se burlen de nosotros, o tomaremos las riendas de nuestra realidad?
Como suelo recordar en esos momentos oscuros de la guerra de información, una buena conversación (como un buen postre) puede marcar la diferencia. ¡Vamos a hacer que demócratas y cachorros convivan en nuestras redes sociales por mucho más tiempo!
Así que ahora, mientras vuelvo a buscar esa receta de postre (donde solo se utilicen ingredientes frescos), les dejo con una pregunta: ¿realmente estamos dispuestos a cambiar la narrativa, o será el ciclo eterno de la historia el que gobierne nuestro futuro?