El mundo del cine suele ser un reflejo, a veces distorsionado, de la realidad. En este sentido, Emilia Pérez, el nuevo musical dirigido por el aclamado cineasta francés Jacques Audiard, ha logrado posicionarse como un tema de conversación candente desde su estreno. Estrenada en España el pasado 5 de diciembre, esta película ha dado mucho de qué hablar, tanto por su irónico enfoque sobre el narcotráfico mexicano, como por los desafíos que plantea respecto a la representación de las comunidades marginalizadas.

La historia es tan inusual que casi suena como un guion sacado de un sueño loco: Manitas del Monte, un narco infame, decide transformar su vida al convertirse en Emilia Pérez, interpretada por la talentosa Karla Sofía Gascón. Aunque el discurso sobre la transformación de género es crucial, la película ha sido criticada por simplificar cuestiones complejas relacionadas con el crimen organizado y la violencia en México. Pero, ¿qué hay detrás de todo esto?

Un vistazo a la narrativa de ‘Emilia Pérez’

La película se centra en la vida del mencionado Manitas del Monte, que busca dejar atrás su oscuro pasado criminal. En un intento por explorar su lado femenino y maternal, decide secuestrar a Rita, una abogada atrapada en el inframundo mafioso. El retrato de Emilia como una «samaritana» que ayuda a las madres ‘buscadoras’ en su incansable búsqueda de los desaparecidos es tanto conmovedor como problemático.

¿Y quiénes son estas mujeres? Las buscadoras son heroínas en un país asolado por la implacable violencia del narcotráfico. Armadas con varillas de acero, estas madres buscan a sus hijos desaparecidos, convirtiéndose en símbolos de resistencia frente a la impunidad. Una vez, mientras estaba en una clase de escritura, un compañero mencionó que en México, todos conocemos a alguien que ha sufrido la desaparición de un ser querido. Escuchar esto me puso la piel de gallina. Es una realidad que muchos preferirían ignorar pero que, desgraciadamente, forma parte del día a día de muchos mexicanos.

La perspectiva crítica de los expertos

El crítico de cine y periodista cultural Nicolás Ruiz resalta el dolor que la película no logra capturar. En una entrevista, él relata cómo asistió a la identificación del cadáver de un familiar, un evento desgarrador que fue banalizado por el sistema burocrático. «Los funcionarios la trataban como si estuviera en una pollería», dice, lo que resuena con tantos otros relatos de tragedia y deshumanización.

Contrario a esto, la película ha sido aclamada internacionalmente, incluso ganando el Globos de Oro a mejor película musical. Pero, ¿realmente se puede fusionar la tragedia con el espectáculo sin caer en la insensibilidad? Ruiz, junto con otros críticos, plantea que el gran problema radica en que Audiard, al no pisar México durante el rodaje, carece del contexto necesario para abordar tales temas de forma honesta. Y, sinceramente, ¿quién no se sentiría incómodo al ver una representación caricaturesca de su propia vida por un director extranjero?

La crítica a la representación de género

Otro punto álgido de la película es su representación del personaje trans. La asociación GLAAD ha criticado la narrativa como retrógrada, sugiriendo que refuerza estigmas en lugar de romperlos. Además, las críticas de intelectuales como Jorge Volpi y Paul B. Preciado subrayan que la película presenta una visión simplista de las luchas de género y del narcotráfico. Preciado sugiere que los medios aún luchan por representar a las personas trans de una manera que no caiga en la exotización o patologización.

¿Es justo convertir la vida de un narcotraficante en un musical lleno de glamur y bailes? A menudo, las películas se utilizan para dar voz a realidades sufrientes, mientras que Emilia Pérez parece acercarse más a un cuento de hadas oscuro. La idea de que la transformación de un ser humano esté profundamente ligada a la bondad o maldad en sus acciones es una noción peligrosa. Nuevamente, preguntémonos: ¿cambia realmente un ser humano por medio de un simple cambio de vestimenta?

Humor + Tragedia: Una combinación incómoda

La película ha suscitado reacciones mixtas y, como muchas cosas en la vida, ha servido de mecanismo de defensa. En este contexto, la maestra en Estudios de Cine, Karina Solórzano, menciona que el humor es uno de los recursos que la comunidad utiliza para sobrellevar la tristeza y la desolación. En redes sociales, la película ha sido objeto de memes e ironías que no siempre reflejan una crítica sustancial, sino que a menudo se convierten en un medio de resistencia cultural.

Pero como alguien que ha estado en discusiones acaloradas sobre la representación cultural en el arte, puedo decir que el humor no es el único camino para enfrentar el dolor. Establecer un diálogo profundo y significativo sobre la violencia y sus repercusiones es crucial.

Cifras alarmantes: el costo humano de la violencia

Desde los años 50, más de 115,000 personas han desaparecido en México, una cifra que refleja la crisis humanitaria que azota al país. Lo más devastador es que el 75% de los desaparecidos son hombres; las mujeres, en su mayoría jóvenes, se enfrentan a un destino aún más sombrío. El académico Roberto González Villarreal señala que muchos de estos jóvenes son capturados y reducidos a una vida de esclavitud. Esto no es solo una tragedia personal; es un recordatorio colectivo del dolor que enfrenta la sociedad mexicana.

A medida que las desapariciones siguen en aumento, González Villarreal también destaca cómo la violencia ha evolucionado, trasladándose de los conflictos relacionados con el narco a una creciente demanda de mano de obra en sectores ilícitos. Las historias de secuestros se entrelazan con luchas diarias por la justicia y la búsqueda de los desaparecidos. Pero, una vez más, me pregunto: ¿cómo es que una narrativa tan devastadora puede ser llevada al cine y gala en formato musical?

La voz silenciada de una nación

Las voces de los críticos mexicanos resonarán mientras continúe la discusión sobre Emilia Pérez. La mezcla de resistencia, tragedia y un intento de creación de conciencia social no siempre resulta en una narrativa que sea relevante y, sobre todo, respetuosa. Alonso Díaz de la Vega, un crítico eminente, argumenta que la ligereza con la que se trata el tema no solo es decepcionante, sino también insultante. Sería como hacer un musical sobre un evento trágico sin comprender por completo el contexto, como si el sufrimiento humano pudiera ser una mera anécdota.

La película ha abierto un debate importante sobre el arte, la representación y la responsabilidad del cine ante las realidades brutalmente complejas que enfrenta México. Quizás, la respuesta no radica solo en criticar, sino también en mirar hacia adelante y exigir un esfuerzo más significativo por parte de los cineastas para contar historias que realmente reflejen la dignidad y la resiliencia de un pueblo.

Reflexiones finales

Emilia Pérez es más que un simple filme: es un espejo que nos enfrenta a nuestras creencias acerca del arte y la realidad. La historia que cuenta podría ser una oportunidad para confrontar nuestra propia forma de pensar acerca del dolor, la identidad y la resistencia, pero ¿lo está haciendo de la forma correcta? Si algo es cierto, es que la conversación está muy lejos de terminar.

Así que, amigos, sigamos hablando, discutiendo y cuestionando. Después de todo, como el sabio dicho popular dice: «La historia nunca se repite, pero rima». ¿Qué otras «rimas» estamos dispuestos a explorar?