La historia del arte está llena de giros inesperados. Desde obras que se pierden en incendios hasta artistas que deciden destruir sus propias creaciones , los caminos del arte son a menudo tan imprevistos como fascinantes. Un claro ejemplo de este fenómeno se presentó el 5 de octubre, cuando Elena del Rivero, una artista española de notable trayectoria, decidió que era hora de «queimar» sus propias obras. Si esto te suena a sacrilegio, no estás solo. A menudo, nos preguntamos: ¿es realmente necesario sacrificar algo en nombre del arte?

En este artículo, exploraremos el significado de este acto, el contexto tras la obra de Del Rivero y reflexionaremos sobre su relevancia actual en el mundo del arte y la sociedad. Además, compartiremos anécdotas que podrían hacerte ver las cosas desde una nueva perspectiva y te invitaremos a cuestionar el significado de la creación y la destrucción.

¿Qué sucedió el 5 de octubre?

Imagina una tarde de otoño, el aire huele a tierra húmeda y humo; y en un rincón del campo, una niña llamada Edea observa con curiosidad. Con su inocencia de infante, pregunta: “¿Qué vamos a quemar hoy?”. La respuesta de Manolo, vestido con su mono azul y botas de agua, marca el inicio de un debate intenso sobre la naturaleza del arte: “Vamos a queimar todo eso”.

Ese “eso” no son simples ramas secas o rastrojos, sino 51 obras que la artista Elena del Rivero creó durante los años setenta y ochenta, épocas marcadas por intensos cambios sociales y culturales. Pero, ¿por qué alguien se arriesgaría a perder parte de su legado artístico? ¿Qué mensaje se encuentra detrás de este acto tan drástico?

La artista detrás de la polémica

Elena del Rivero, nacida en Valencia hace 75 años, lleva una vida tan intrigante como sus obras. Afincada en Nueva York, su carrera es un testimonio de las conexiones entre la creación artística y la experiencia personal. Algunas de sus obras más notables abordan temas como la identidad, la memoria y el desplazamiento.

Del Rivero es conocida no solo por sus pinturas, sino también por su trabajo con tejidos y elementos metafóricos que evocan reflexiones sobre el hogar y la pérdida. Podríamos pensar que esta destrucción es un acto de desesperación o una señal de ruptura con el pasado, pero la realidad podría ser más compleja.

El contexto de la obra

Al mirar hacia atrás en su carrera, uno se da cuenta de que la obra de Elena ha sido una conversación continua con su entorno, con sus recuerdos y con su papel como artista en un mundo que constantemente cambia. Por ejemplo, en los años setenta, un período de efervescencia cultural en España, sus trabajos comenzaron como una exploración de la vida cotidiana. Sin embargo, con el tiempo, se fueron transformando en exploraciones más profundas sobre la memoria y el desarraigo.

La decisión de «queimar» sus propias obras puede interpretarse como un acto de reinvención. Tal vez Del Rivero quiera limpiar su paleta y comenzar de nuevo, creando un ciclo entre la destrucción y la creación, algo que siempre ha sido parte del proceso artístico. ¿Es esta una forma de manifestar que el pasado ya no le define?

El fuego como símbolo de purificación

Cruzando los dedos, ¿acaso el fuego realmente purifica? En muchas culturas, el fuego es un símbolo de renovación. Los antiguos griegos creían que el fuego podía llevar las almas al más allá, mientras que en el ámbito más contemporáneo, este elemento se asocia a menudo con la chispa de la inspiración.

Cuando el arte se encuentra con el fuego, hay un poder casi catártico. Pero, ¿por qué Del Rivero eligió esta forma de artisticidad puede parecer, para algunos, un acto extremo? La respuesta puede contener más matices de lo que parece a simple vista.

Reflexiones sobre la creación y la destrucción

Este acto podría verse como una forma de protesta contra el consumismo en el arte. En una era donde las obras se compran y venden como artículos de lujo, ¿no sería revolucionario destruir lo que está destinado a ser una mercancía? Imagínate a un artista contemporáneo, observando cómo su obra se vende a precios exorbitantes mientras él mismo apenas puede permitirse los materiales para su próximo proyecto.

Es un juego complejo, pero también comprensible. Muchos de nosotros hemos estado allí: esa necesidad de soltar objetos que una vez fueron significativos y que, con el paso del tiempo, solo nos llenan de nostalgia. Este es un sentimiento que todos podemos entender, ya sea al limpiar el armario, tirar viejas cartas de amor o incluso deshacernos de esa colección de discos que ya no escuchamos. Pero, ¿cuántos de nosotros nos atreveríamos a hacerlo con nuestros propios logros, los cuales hemos trabajado arduamente por años?

Aportando a la conversación sobre el arte contemporáneo

El acto de Del Rivero no es solo un desacuerdo con el sistema, sino también una invitación a reflexionar sobre el valor del arte en nuestra sociedad actual. Cuando pensamos en el arte contemporáneo, muchas veces nos encontramos atrapados en la lógica del mercado. Sin embargo, también debemos recordar que el arte es, ante todo, una excursión hacia lo desconocido; un reflejo de nuestras emociones, preocupaciones y sueños.

Y aquí es donde la obra de Del Rivero nos confronta. Nos hace preguntarnos: ¿Estamos atados a nuestras creaciones o debemos liberarnos de ellas para seguir evolucionando? Este acto nos invita a discutir sobre el legado artístico y lo que realmente queremos que perdure.

¿Un mensaje para las nuevas generaciones?

La historia de la “quema” podría resonar también con los jóvenes artistas que intentan encontrar su voz en un mundo que a menudo parece saturado de ruido. Tal vez el mensaje aquí no sea simplemente sobre el arte, sino sobre el proceso de pasar a la acción, de tomar decisiones audaces cuando se nos presentan momentos en los que deberíamos hacer una pausa.

En esta era digital en la que las obras pueden volver a subirse eternamente a la red, eliminar permanentemente las creaciones es, en sí mismo, un acto radical. Entonces, la próxima vez que alguien quiera “queimar” un dibujo o una escultura, ya no serán solo un par de brochazos en un lienzo; será un acto con significado profundo, una obra en sí misma.

El impacto de las acciones de Elena en su entorno

No podemos olvidar que el entorno que rodea la vida de un artista también juega un papel crucial en sus decisiones. Las reacciones no se hicieron esperar al ver el fuego consumir las obras de Del Rivero. Muchos pueden verlo como un acto sublime, mientras que otros podrían considerarlo una falta de respeto a un legado que inocentemente pone todo sobre la mesa.

La influencia cultural de la artista es innegable, y su trabajo pasó de ser una conversación interna a un comentario social lleno de vibras incendiarias. En un mundo donde el arte a menudo se ve como un objeto, ¿es posible que la artista nos esté recordando que el verdadero valor no radica en el objeto, sino en las emociones y reflexiones que evoca?

Reflexiones finales

Después de reflexionar sobre la decisión de Elena del Rivero de “queimar” sus obras, podemos comprender que, en el fondo, este acto de destrucción es también un acto de creación. La artista establece un diálogo con el arte contemporáneo en un momento donde las preguntas más complejas giran en torno a lo que significa ser un creador hoy en día.

Así que, para todos aquellos que valoran el arte y su ebullición en el presente, el legado no es solo lo que se queda. A veces, puede ser también lo que decidimos dejar atrás. Así que la próxima vez que limpies tu armario, recuerda: quizás, al igual que Elena, estés en el camino hacia la creación de algo nuevo.

La conexión entre el arte, la vida y la destrucción se hace más palpable que nunca. Y tú, ¿qué elegirías dejar atrás para dar paso a lo nuevo? ¿Te atreverías a saltar al fuego?


Con esto, espero que hayas encontrado respuestas, reflexiones y quizás hasta un poco de inspiración o un tímido susurro de aventura hacia la creación en tu vida.