La educación es un tema que toca la fibra sensible de muchas familias. Y no es para menos: educar a nuestros hijos es una de las tareas más importantes que llevamos a cabo. En este contexto, el debate sobre la lengua de instrucción en la Comunitat Valenciana se ha vuelto especialmente candente. A raíz de las declaraciones del secretario de Educación del PSPV-PSOE, Miguel Soler, la cuestión del valenciano frente al castellano se ha reavivado, y con ella, las preocupaciones y anhelos de muchas familias que se enfrentan a un futuro incierto. Pero, ¿realmente estamos en un punto de no retorno en este tema?

La consulta y sus resultados: ¿una victoria del valenciano?

Miguel Soler ha resaltado que ha ganado el número de familias que han apostado por el valenciano en la reciente consulta. Sin embargo, la paradoja se presenta cuando afirma que, a pesar de este respaldo, el próximo curso habrá menos clases en valenciano. ¡Vaya lío, eh! Aquí estamos, celebrando una victoria parcial, pero al mismo tiempo vislumbrando un retroceso en la oferta educativa. Esto es como recibir una medalla de oro y luego enterarte de que los jueces no la validarán.

La ley de «falsa libertad educativa» promovida por el PP y Vox, según Soler, es la principal responsable de esta incongruencia. En su opinión, esta ley busca potenciar el uso del castellano en las aulas al punto de desincentivar el uso del valenciano. Esto es un tema que puede parecer lejano para quienes no viven en la región, pero para los que sí, es como caminar sobre un terreno minado.

¿No es curioso cómo un tema que debería unir a las familias se convierte en una línea de batalla política? En mi experiencia personal, he reflexionado muchas veces sobre cómo la lengua que hablamos afecta nuestra identidad y la conexión con nuestras raíces. He vivido en diferentes lugares y cada vez que cambiaba de país, tenía que adaptarme a nuevos idiomas y costumbres. A veces, me preguntaba: ¿es sólo un idioma o es también una parte de mí?

La situación de los alumnos: menos horas de clases de valenciano

Soler señala que, a pesar de los resultados de la consulta, el alumnado de la Comunitat Valenciana se verá disminuido en sus horas de clases en valenciano el siguiente curso. En regiones donde el castellano predomina, por ejemplo, el alumnado solo tendrá una asignatura en valenciano, cuando actualmente se imparte un 25% del currículo en esta lengua. ¡Imagina que de repente en tu escuela solo te enseñen matemáticas en una lengua diferente! Es un cambio abrupto y complicado que afecta a toda una generación.

Esto me recuerda a cuando decidí participar en una competición de cocina, y tras meses de preparación, me di cuenta que mis ingredientes esenciales no estaban en el mercado. Fue una experiencia frustrante. De alguna manera, las familias valenianas están sintiendo algo similar: la pérdida de una herramienta crucial para su desarrollo cultural y educativo.

En este sentido, ¿cómo se sentirán los padres y alumnos que han votado a favor del valenciano? La ansiedad, la incertidumbre y quizás un poco de desilusión. Imagino que para muchos, la lengua va más allá de ser solo una herramienta de comunicación; es la forma de transmitir tradiciones, cuentos y un sentido de pertenencia.

Una pregunta al aire: ¿qué pasará con el programa Xarxa Llibres?

Soler plantea una preocupación válida: “¿van a doblar el presupuesto para poder mantener el programa Xarxa Llibres en todos los centros educativos?” Este programa sí que es crucial, ya que permite el acceso a materiales educativos de calidad. Pero si los recursos no aumentan, se avecina una tormenta.

A veces, me pregunto, ¿vamos a seguir recortando en educación y bienestar social en lugar de invertir en lo que realmente importa? A lo largo de mi vida, siempre he creído que la educación es la base de una sociedad sana y solidaria. Dediquémonos a cuidarla, no a dañarla.

La configuración de grupos y su impacto en la educación inclusiva

Uno de los puntos más inquietantes que ha mencionado Soler es la configuración de grupos heterogéneos. Este es un concepto fundamental para evitar que se creen guetos dentro de las aulas. Es fundamental permitir que todos los alumnos, independientemente de su lengua materna o habilidades, tengan la oportunidad de aprender juntos.

Imagina un aula donde todos los alumnos pueden interactuar, compartir sus experiencias y aprender unos de otros. Así es como se construye una sociedad más fuerte. Pero ahora, parece que el sistema educativo podría dividirse en líneas de idioma. ¿Es eso justo?

En una charla con unos amigos sobre temas de educación, uno de ellos compartió su experiencia como profesor en inglés de una escuela de inmersión. Dijo que uno de los mayores beneficios de la diversidad lingüística era la forma en que los alumnos se ayudaban entre sí con los idiomas, lo que a su vez sumaba a su capacidad de comunicación.

Sin embargo, si empezamos a clasificar a los alumnos según la lengua que hablan en casa, ¿cuánto tiempo pasará antes de que comencemos a marginar a ciertos grupos? Personalmente, creo que dejar a unos estudiantes en un lado y a otros en el opuesto no es el camino a seguir. La inclusión debería ser el lema de toda institución educativa, independientemente del idioma.

¿Medidas drásticas para un problema complejo?

Las reflexiones de Soler sobre la pérdida de horas de clases en valenciano y su preocupación por los anuncios del gobierno nos llevan a preguntarnos: ¿qué medidas deben adoptarse para preservar el equilibrio educativo en la Comunitat Valenciana? Es un asunto que requiere la participación de todos los colectivos: educadores, padres, alumnos y autoridades educativas.

Una parte de mí quiere creer que hay un camino intermedio. Pero siempre me encuentro con la misma pared: el poder político y la ideología. Cuando las decisiones educativas se transforman en una lucha de egos y promesas vacías, los que más sufren son nuestros hijos.

Algunas iniciativas, como talleres para padres sobre la importancia del plurilingüismo, pueden ser pasos en la dirección correcta. Sin embargo, ¿serán suficientes? ¿Las autoridades estarán dispuestas a escuchar las quejas y necesidades de las familias? Basándome en la experiencia de conversaciones pasadas, a menudo me he sentido como un pez en un estanque: mucho ruido, pero pocas decisiones que realmente cambien la corriente.

Mirando hacia el futuro: un enfoque proactivo podría ser la clave

Así las cosas, lo que se presenta ante nosotros es un escenario que debería ser un campo fértil para la discusión y la colaboración, no un campo de batalla. Es fundamental que la comunidad educativa trabaje de forma proactiva para encontrar soluciones.

Podríamos pensar en ejemplos de otras comunidades autónomas que han logrado combinar la diversidad lingüística y la inclusión de manera armónica, creando un ambiente donde se respeta y valora tanto el castellano como el valenciano. No se trata de hacer desaparecer un idioma en favor del otro, sino de promover un ambiente donde ambos coexistían.

Mi experiencia personal, aunque sencilla, me ha enseñado que en la diversidad hay fortaleza. Así que ¿por qué no tratar de hacer de la educación en la Comunitat Valenciana un ejemplo de cómo se puede gestionar el multilingüismo de una manera que beneficie a todos? ¿Acaso no sería maravilloso que pudiéramos llegar a un futuro donde la educación sea un puente entre culturas y no un muro de separación?

Conclusiones finales: lo que está en juego

En conclusión, el debate sobre el uso del valenciano y el castellano en la educación de la Comunitat Valenciana es un tema cargado de matices. Lo que está en juego no es sólo el idioma que se habla en clase, sino también la identidad cultural de una comunidad, el acceso a una educación de calidad y la posibilidad de construir un entorno inclusivo para todos los alumnos.

Como sociedad tenemos que preguntarnos: ¿estamos dispuestos a sacrificar la riqueza cultural y lingüística de nuestra región en aras de intereses políticos?

Así que aquí estamos, clave en mano, ante la puerta del futuro educativo de nuestros hijos. ¿Vamos a abrirla juntos?

A medida que avanzamos, es fundamental que sigamos conversando y opinando sobre este tema. Porque al final del día, no se trata solo de un idioma, se trata de nuestras historias, nuestras vivencias y el legado que dejaremos a las futuras generaciones. Así que, mantengamos la conversación activa, hagamos preguntas y busquemos soluciones. ¡El futuro educativo está en nuestras manos!