La realidad de las redes sociales es como una montaña rusa; sube, baja, y en el camino, te grita datos que desafían muchas de nuestras creencias. Por ejemplo, en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos, se dio un curioso fenómeno: el 53% de las mujeres blancas y el 44% del total de mujeres votaron por Donald Trump. ¿Cómo puede ser que tantas mujeres decidieran respaldar a un hombre cuyos tuits le hicieron merecedor de tantos memes y críticas por su postura hacia el feminismo? La respuesta no es sencilla, pero trataré de desentrañar este intrincado laberinto, con anécdotas, reflexiones y un poco de humor.

La guerra de relatos: ¿quién tiene la razón?

En el vasto océano de opiniones en línea, una frase que resuena con frecuencia es: «El dato mata al relato». Y vaya que lo hace. Es como si en vez de ver una película de Hollywood, te estuvieran presentando un documental sobre la vida real, donde los giros inesperados son la norma. Las predicciones durante la campaña electoral apuntaban a que las mujeres se unirían en masa contra la figura de Trump, un personaje presentado como la peor pesadilla del feminismo. Pero la realidad fue muy distinta.

Una vez escuché en una charla (en la que desafortunadamente ¡no había canapés!) que a veces debemos enfrentar duras verdades sobre lo que pensamos que sabemos. Y aquí estamos, con mujeres apoyando a un candidato que, honestamente, parece ser una persona poco empática respecto a los derechos de las mujeres. Pero, ¿podría existir algo más profundo detrás de esta elección?

La pérdida de conexión: entre el wokismo y la vida real

El fenómeno del wokismo ha crecido como una mala hierba en nuestras conversaciones. Originalmente concebido como la idea de estar «despierto» ante las injusticias sociales, ha adquirido un carácter que en ocasiones se siente más como una dictadura de la moral. Muchas mujeres que apoyaron a Trump parecen haber sido testigos de esta transformación y, en lugar de aislarse en sus creencias, decidieron optar por un cambio.

Recuerdo una vez que trataba de explicarle a mi madre qué significaba ser «woke». Después de un par de intentos fallidos y una profunda búsqueda en Google, terminé descubriendo que era yo quien estaba despierto al hecho de que ella simplemente no entendía. Y no tiene nada de malo, es natural en un mundo que cambia más rápido de lo que podemos procesar.

En este marco, las voces ruidosas del wokismo han sido percibidas por muchas mujeres como una amenaza, no solo a sus derechos, sino también a sus vidas cotidianas. La promesa de una equidad radical ha terminado, en algunos casos, provocando un rechazo visceral. «¿Por qué debo sentirme culpable de ser mujer?», podrían pensar.

La reacción al wokismo: una respuesta legítima o una pérdida de rumbo

La realidad es que el desencanto con el feminismo actual ha llevado a numerosas mujeres a buscar alternativas, incluso en figuras que se presentan como antagónicas. Donald Trump, en su campaña, aprovechó este vacío al prometer un retorno a un orden más «tradicional». Aunque su historial particular da pie a muchas dudas, su habilidad para jugar con la narrativa ha sido magistral.

Por ejemplo, aunque New York nunca fue un bastión del conservadurismo, las imágenes de mujeres en sus barrios locales alzando carteles de «No al wokismo» muestran que este tema ha entrado en el debate popular. Ahí estaba yo, un día cualquiera, y de repente me encuentro debatiendo sobre la hora que mi antiguo compañero de escuela había decidido aplicarse un tratamiento de belleza “no tradicional”. Digo esto solo para recordar que algunos debates parecen absurdos, pero a menudo tocan las fibras más sensibles de nuestra identidad.

La polarización del feminismo: ¿qué está en juego?

El feminismo ya no es un ente monolítico; se ha dividido en corrientes y subcorrientes que a menudo tienen puntos de vista en conflicto. El feminismo «trans» y el «feminismo clásico» han sido el escenario de una batalla campal donde, en ocasiones, el diálogo parece haber sido desechado en favor de gritos y acusaciones. Ni cerca de un café de la tarde que podría haber unido a ambos lados.

Una de las manifestaciones más notorias de esta polarización fue durante el 8-M en España, donde las tensiones entre ambos lados se volvió palpable. Para muchos, el evento se convirtió en un campo de batalla ideológico, dejando en la penumbra las demandas a las que debería atender un movimiento que una vez fue unificador.

Aquí es donde entra el humor: ¿imaginas una reunión familiar donde todos discuten acaloradamente sobre el color de la tarta? La verdad es que, al final, todos quieren un pedazo, pero cada uno con su propio sabor. Y mientras tanto, se pierde de vista el simple hecho de celebrar juntos.

La unificación: una agenda común por los derechos de las mujeres

Es fundamental hacer una pausa y reflexionar. La lucha por los derechos de las mujeres no debería ser un espacio de discordia. Tanto el feminismo radical como el feminismo inclusivo tienen en común la meta de alcanzar la equidad. Sin embargo, muchas se sienten alejadas de un discurso que parece ser cada vez más dogmático, y no es raro escuchar a mujeres que simplemente desean que se les deje vivir su vida sin ser juzgadas por ello.

La pregunta que surge aquí es: ¿podremos volver a unir fuerzas? En un ambiente donde las redes sociales actúan como terraplanistas de la realidad, llevando las discusiones a extremos, también hay espacio para la empatía. Y la empatía no se encuentra en el escuadrón de las correcciones políticas que buscan señalar y cancelar a quienes no se alinean.

La lucha por los derechos de las mujeres y, en general, por la justicia social, está llena de matices. Es necesario reconocer que cada voz cuenta, ya sea en un artículo de opinión o en una conversación privada en un salón lleno de amigos. La clave está en encontrar ese equilibrio entre la lucha y el entendimiento.

En conclusión: Un camino hacia el entendimiento

Así que aquí estamos, en medio de una conversación difícil y compleja. La respuesta a por qué tantas mujeres eligieron a Donald Trump está entrelazada con la ansiedad provocada por un discurso que parece, a veces, más divisivo que inclusivo. El wokismo, ese fenómeno que comenzó como un llamado a la conciencia, ha creado una brecha que muchos no esperaban.

Si quieres que este estado actual cambie, es vital que nos unamos en el entendimiento y la discusión abierta. Al final del día, todos estamos en este mismo barco, y claro, mucho mejor si hay un buen café involucrado.

¡Así que una invitación a todos! Busquemos el diálogo, intentemos entender a quien piensa diferente, y recordemos que tanto hombres como mujeres queremos un mundo mejor. Y quién sabe, tal vez hasta podamos reírnos de nuestras diferencias en vez de pelear por ellas. La vida es demasiado corta para perderla en disputas innecesarias.

Y tú, ¿qué opinas de este dilema? Es momento de compartir reflexiones y abrir el espacio a una conversación profunda y enriquecedora.