La historia está llena de personajes peculiares, pero pocos son tan intrigantes como el propio Adolf Hitler. A menudo, desgranamos sus decisiones políticas y sus logros (si se les puede llamar así) bélicos, pero, ¿alguna vez te has preguntado cómo un ser humano tan infame se mantenía en pie físicamente? Es una pregunta que abre un inmenso y oscuro abismo: la salud física y mental del ‘Führer’. Y aquí es donde entran en juego los ‘Diarios de Morell’, un tesoro olvidado que revela un lado casi cómico (si no fuera tan serio) de uno de los dictadores más infames de la historia.
¿Quién era Theodor Morell y por qué importa?
Antes de zambullirnos en los detalles de cómo Adolf Hitler se convirtió en su propio paciente A, entendamos quién fue Theodor Morell, el médico personal de Hitler. Este venerólogo, que podría haber pasado desapercibido en la historia, acumuló una impresionante colección de documentos que revelan las dolencias y tratamiento del dictador. A algunos, el nombre de Morell podría sonar más a personaje de una novela de espionaje que a un médico médico, pero, créeme, su impacto fue real.
En 1936, tras una recomendación de Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal de Hitler, Morell comenzó a atender al líder alemán. Quizás la primera pregunta que surge es: ¿qué tipo de médico era un venerólogo en medio de una guerra? Bueno, si has tratado de explicar por qué el mundo tiene tanta obsesión por la salud sexual, entonces ya sabes que los venéreos pueden ser de gran importancia, incluso en tiempos de guerra. Pero su papel se amplió rápidamente: a medida que Hitler comenzó a tener dolencias más comunes—desde problemas gástricos hasta un leve insomnio—se convirtió en su impresionante boticario personal.
Esto nos lleva a otro punto crítico. ¿Qué hace que el ‘Führer’ fuera un españolito que temía como un niño a la consulta médica? Según los documentos, Hitler era un verdadero hipocondríaco. Al menos eso sugiere Eric Frattini, el autor de «El paciente A», quien sostiene que la angustia de Hitler a menudo se reflejaba en su salud.
¿Qué había en la mente de un dictador hipocondríaco?
One might wonder why someone so consumed with power would be so afraid of diseases. A partir de las anotaciones de Morell, parece que el déspota estaba constantemente lidiando con una amplia variedad de problemas de salud. Dolor de estómago, insomnio, ansiedad… ¡La vida del ‘Führer’ no era tan diferente de la de cualquier otra persona que intenta lidiar con la presión laboral y el estrés! Entonces, aquí estamos, hablando de un hombre que supuestamente estaba empujando a un país entero a la guerra, mientras se enfrentaba a una crisis digestiva. ¿A que da risa? Pero hay un lado oscuro en esta comedia de errores.
Un mal día para alguien como Hitler podría ser el equivalente a un horror de película de terror para cualquier otro. De acuerdo a Frattini, la ansiedad de Hitler no solo afectaba su salud física, sino que también influía en sus decisiones estratégicas. Hay algo irónico en ello: un hombre cuya mente estaba tan revoloteada por la salud podría haber hecho una pregunta retórica: «¿Cómo es que estoy en mis cabales mientras mi país va a la deriva en la guerra?» ¿Y tú, has estado alguna vez tan preocupado por un simple dolor de estómago que te planteaste la vida misma?
Más que un médico, un drogadicto encubierto
Más allá de ser un médico, el régimen de Morell lo convirtió en un drogadicto encubierto. En su búsqueda para mantener a Hitler alerta y disminuyendo su ansiedad, Morell le administró una serie de sustancias sumamente peligrosas. Hablamos de un verdadero cóctel de cocaína, anfetaminas y glucosa. ¡Imagina la escena! Ahí está Hitler, en medio de una crisis internacional, dándole un buen trago a un combinado más propio de una fiesta rave que de un campo de batalla.
Frattini indica que, a lo largo de su consultorio, el médico registró numerosas entradas sobre los medicamentos que le suministraba. Ciertamente tenemos un interés en saber qué le pasaba al ‘Führer’ cuando probaba materiales que habrían hecho que cualquier otro temblara al recordar. Morell tenía un enfoque improvisado, un experimento en vez de un tratamiento. ¡Cuando sabe tanto sobre medicina como yo sobre cómo hacer una paella, eso ocurriría!
¿Cuántas drogas necesitaba un dictador?
Según registros, el médico personal le administró a Hitler más de 74 tipos de medicamentos, y Frattini lleva esta cifra a 82. ¡Eso es un verdadero maletín de la “farmacia de herramientas” para un dictador! ¿Con cuántos de estos medicamentos se habría quedado cruzando los dedos para que su doctor no lo hubiera envenenado, preguntándose si iba a salir de su consulta con más que un simple resfriado?
Pero más inquietante es lo que Morell incluía en esos tratamientos. Por ejemplo, se le conocía por prescribir un remedio que fabricaba a base de «los mejores cultivos de un campesino búlgaro» para el dolor estomacal de Hitler. ¡Eso es lo que yo llamo un «remedio herbal de guerra»! Uno espera que, a estas alturas, el ‘Führer’ tuviese acceso a un mejor «poder curativo».
El horror no termina aquí; el doctor incluso insertó elementos que previamente pertenecían a armas usadas en la Primera Guerra Mundial. ¡El mero hecho de que todo esto puede haber pasado por la mente de un médico resulta más inquietante que cualquier trama de terror que puedas haber visto!
Un hipocondríaco en un momento de estrés global
El análisis de Frattini también revela que muchos de los capítulos de enfermedad de Hitler estaban sincronizados con las etapas de la Segunda Guerra Mundial. Esto nos lleva a otra pregunta interesante: ¿realmente su sufrimiento físico reflejaba el caos exterior? Profundizando en esta premisa, parece que cada conflicto estratificado que manejaba se traducía directamente en sus malestares. ¡Qué ironía! Un dictador que lleva a su país a la guerra, cediendo a su ansiedad y su estómago revuelto.
Más de una persona puede hallar algo de empatía para quienes sufren de ansiedad y estrés, sin importar cuánto poder puedan tener. Quien sufre de ansiedad pesada sabe que las crisis pueden paralizar a los grandes. Sin embargo, hay en la historia un ridículo cómico, casi una caricatura, cuando esa ansiedad pertenece a uno de los seres más temidos del mundo.
El legado de Morell y lo que podemos aprender
¿Y qué aprendemos de todo esto? Mucho más que el hecho de que un dictador hipocondríaco es, en sí mismo, una ironía de la historia. Los ‘Diarios de Morell’ no son solo una colección de diagnósticos médicos, sino un recordatorio de que detrás del poder, muchos luchan contra batallas que podrían parecer triviales para el resto del mundo.
A medida que descubrimos más sobre nuestro pasado, nos damos cuenta de que la salud mental y física juega un papel crucial en la toma de decisiones. Dicho de otra manera, todos esos problemas que se acumulan en uno mismo pueden conducir a consecuencias internas y externas inimaginables. Quizás es hora de recordar que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino un espectro mucho más amplio que necesita ser abordado.
El estudio de Frattini continúa iluminando partes de la vida de Hitler que nunca habían sido exploradas antes. En lugar de solo ver al dictador como un monstruo, los ‘Diarios de Morell’ nos ofrecen una visión humana, aunque inquietante, de su vida privada. ¿Quién diría que las luchas internas de una figura histórica podrían ser más reveladoras que su legado de caos y destrucción?
Así que la próxima vez que te enfrentes a una crisis de ansiedad o te sientas abrumado en el trabajo, recuerda a Adolf Hitler luchando contra su propia angustia gastrointestinal mientras une naciones bajo un régimen totalitario. Mientras más nos acercamos a entender el lado humano de los líderes históricos, más podemos aprender y, tal vez, evitar repetir esos oscuros capítulos de nuestra historia.