Los lunes suelen ser un día complicado. Después de un fin de semana lleno de descanso, deportes —o, más bien, maratones de series—, la realidad tiende a golpear con fuerza. ¿Y qué mejor manera de enfrentar un lunes que con un poco de humor ácido y crítica social? Esto es exactamente lo que hizo Wyoming en su monólogo de inicio en El Intermedio. Habló de una sopa en Bangkok que lleva cocinándose más de 50 años, y, entre risas y reflexión, comenzó a hilarlo con el estado de nuestro sistema judicial. ¿Te suena nuevo esto del caldo y la justicia? Acompáñame a desmenuzar este tema como un buen caldo.

La sopa de los 50 años: una metáfora inquietante

Imagina una sopa que ha sido cocinada durante medio siglo. Al principio puede ser deliciosa, llena de sabores frescos, ingredientes bien seleccionados y un toque mágico. Pero, con el paso del tiempo, hay un límite. Las especias se desgastan, los ingredientes se desgastan, y lo que era una rica experiencia se convierte en un frío recuerdo de lo que fue. Esta fue la imagen que utilizó Wyoming para ilustrar lo que muchos sienten sobre la justicia en España.

La crítica aborda la longevidad de un sistema que parece no adaptarse a los cambios vertiginosos de la sociedad actual. ¿Es posible que el sistema judicial español se haya estancado en su propia receta? A menudo, escuchar hablar de justicia suena como estar atrapado en una película de los 80: los mismos clichés, los mismos problemas, pero con un look algo más moderno.

Elecciones judiciales: ¿un juego de azar disfrazado?

Recientemente, se llevaron a cabo elecciones para ocupar nuevos puestos en el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional y los Tribunales Autonómicos. Con un total de 121 posiciones en juego, Wyoming ironizó sobre el proceso. Dijo que en este ámbito, a diferencia de la lotería, «aquí la cosa no está nada repartida». Pero, la pregunta es: ¿realmente alguien se sorprende de esto?

En la vida, las elecciones suelen ser complicadas. Desde el colegio hasta el momento de elegir un candidato a la presidencia, siempre hay una sensación de que la elección real está entre lo «menos malo». Y a medida que se despliega el telón judicial, una sensación similar nos invade. Las altas esferas parecen jugar con sus propias cartas, mientras que los ciudadanos, el verdadero ingrediente principal en esta receta, observan desde la barrera.

Un sistema inclinado: la Torre de Pisa de la justicia

Si hay algo que Wyoming clama con razón es que «la justicia en este país es como la Torre de Pisa, permanece irremediablemente inclinada hacia la derecha». Y dos preguntas surgen inmediatamente: ¿Por qué es tan evidente esta inclinación? y ¿qué se puede hacer al respecto?

Por un lado, el sistema judicial está compuesto por personas, y como personas, a menudo cargamos nuestras propias inclinaciones y prejuicios. Los mismos que, probablemente, han sido alimentados durante años de prácticas históricas, donde cada elección y designación parece perpetuar un ciclo de exclusión. A veces me pregunto si la justicia, en su búsqueda de ser «justa», se olvida de la esencia de ser equitativa.

Reflexiones sobre el público: ¿dónde están los pobres en el sistema?

Wyoming también dejó caer una referencia que, más allá de la risa, nos hace reflexionar bastante. «Es más difícil ver a un pobre en un juzgado que en un concierto de Bertín Osborne». Aplaudo la agudeza de esta afirmación, ya que refleja una verdad escalofriante: ¿quién realmente tiene acceso a la justicia?

No soy un experto en derecho, pero sí he visto bastante en mi vida. En todos estos años he visto a amigos, colegas y conocidos intentando buscar justicia en un sistema diseñado — ¿casualmente? — para complicar las cosas. ¿Y qué hace falta para conseguir que ese «pobre» pueda tener voz en la sala del juzgado? Claramente, no es solo una cuestión de dinero. Es un entramado de conexiones, influencias y un entendimiento innato del funcionamiento de un sistema que deja fuera a muchos.

Los ingredientes secretos de la justicia

Puede que la justicia no sea un plato que simplemente se sirve en un restaurante, sino más bien un puchero donde cada ingrediente juega un papel crucial. Y aquí es donde se vuelve interesante (y un poco gracioso). ¿Cuáles son esos ingredientes que estamos cocinando en la olla de la justicia?

  1. Acceso: La falta de acceso a recursos legales y representación es, tal vez, uno de los retos más grandes. Gran parte de la población no tiene la misma capacidad de contratar asesores o abogados.

  2. Transparencia: Cuanto más opaco es el sistema, más difícil es para la población confiar en él. Invitar a un rato de diálogo y abrir las puertas podría resultar refrescante.

  3. Diversidad: Un sistema que solo refleja las altas esferas y deja de lado la voz de la población no puede considerarse mayormente representativo. ¿Cuántos jueces provienen de colectivos marginalizados?

  4. Educación judicial: Un recordatorio puede ser útil. La educación en temas legales no debería ser un lujo, debería ser una prioridad.

Un guiño a las soluciones: ¿un nuevo caldo en la olla?

A veces, con la sensación de que estamos atrapados en una olla a presión, es fácil rendirse. Pero antes de dar ese paso, vale la pena explorar las soluciones. ¿Podría un círculo de «cocineros» renovados traer nuevos sabores a la vieja receta? La participación ciudadana en el sistema judicial podría ser un punto de partida valioso. Tal vez, la inclusión de más voces del pueblo podría ayudar a balancear esa inclinación.

Así como en la cocina, donde se experimenta con nuevos sabores para transformar un plato, en el sistema judicial también se podría optar por innovar. Propuestas como la mediación, el acceso electrónico, e incluso la diplomacia legal son buenas ideas que se podrían implementar.

La importancia del humor y la crítica

Es fascinante cómo el humor puede convertirse en una especie de herramienta en la crítica social. En el caso de Wyoming, su aguda percepción del mundo judicial ilumina un tema complejo con una mezcla de saña y diversión. Y aunque a veces nos puede parecer que el mundo se tambalea, las risas sirven como un alivio, como un recordatorio de que los problemas pueden ser abordados con un toque de cree.

¿Puede la risa cambiar el mundo? Tal vez no, pero puede ser una excelente forma de abrir el diálogo y fomentar la reflexión. Y eso es lo que necesitamos: un espacio social donde se puedan discutir estos temas sin tabúes y con una pizca de humor.

Reflexión final: ¿podremos hallar un nuevo sabor en la justicia?

Entonces, para cerrar el ciclo que inició El Intermedio, recordar que la justicia, al igual que la cocina, está sujeta a cambios. El reto es encontrar la manera de darle la vuelta a ese caldo rancio y ofrecer algo que realmente represente a la sociedad. Así que, mientras reflexiono sobre lo expuesto, no puedo evitar preguntarte: ¿estás dispuesto a probar ese nuevo plato?

Tal vez un día, la justicia en España no solo tenga un sabor renovado, sino que también sea accesible para todos. Pero hasta entonces, ¡brindemos por las risas en el camino! Porque al final del día, la vida es una gran mezcla de risas, reflexiones y la pokušavanje de hacer que la sopa sepa un poquito mejor.