En la última semana, la política española ha sido sacudida por una serie de acusaciones que han puesto en la cuerda floja a personalidades de renombre. Pero, ¿quién no se siente un poco cansado del “tira y afloja” entre los nombres conocidos en el ámbito político y social? Es como si estuviéramos viendo una serie de televisión, solo que en lugar de escribir un argumento atractivo, parece que los protagonistas están tan empeñados en dañarse unos a otros que la trama se ha vuelto ridícula.

Y aquí es donde entramos en el meollo del asunto. La reciente controversia entre Iñigo Errejón, una de las figuras más prominentes de la política actual, y los comentarios respecto a la manipulación y el abuso en el ámbito político ha hecho que muchos nos preguntemos: ¿estamos verdaderamente tomando en serio la lucha por los derechos de las mujeres o sigue siendo un juego de palabras vacías? Pero no todo es tan simple.

El contexto político: un bombo de hipocresía

Cuando el presidente Pedro Sánchez hizo un llamado a la “España feminista”, la intensidad de las críticas del Partido Popular (PP) no tardó en llegar. Acusaciones de encubrimiento y manipulación se alzaron, como si estuvieran lanzando piedras en un afán de demostrar que el Gobierno parece estar detrás de una cortina de humo.

La crítica principal radicaba en el hecho de que la izquierda política se estaba comportando como una especie de matriarca que protege a sus propios. ¿Confianza o hipocresía? ¿Es la justicia social realmente su prioridad? Esa es la pregunta del millón, y las respuestas parecen estar tan sujetas a la interpretación como las propias leyes que nuestras democracias promulgan.

Un poquito de historia: Errejón y Podemos

Para aquellos que no están familiarizados, Iñigo Errejón fue uno de los pilares fundacionales de Podemos. Esa misma formación que ahora se ve acosada por acusaciones anónimas que alegan comportamientos machistas por parte de su co-fundador. Y aquí es donde la historia se vuelve un tanto confusa: ¿cómo puede alguien que aboga por los derechos de las mujeres, enfrentarse a tales acusaciones?

La reacción de Errejón fue contundente, dejando el juego político para dar paso a un comentario en redes sociales que resonó entre sus seguidores y críticos. La política es un terreno resbaladizo, y el hecho de que ahora se proponga “un cambio” es relevante. Sin embargo, hay algo angustiante y cómico al mismo tiempo en cómo los actores políticos parecen cambiar de lealtades y posturas en un abrir y cerrar de ojos.

La tirantez entre feminismo y poder

El eco de las palabras de Irene Montero, exministra de Igualdad y eurodiputada, enfatizando que los “hombres en el poder” han sido protegidos de forma excesiva, es claro. Aquí se trata de elevar el velo que durante tanto tiempo ha enmascarado los comportamientos dañinos al justificar la “cultura de la violación”.

La declaración de Montero nos vuelve a plantear la cuestión de las violaciones en un contexto de poder. Si hay algo que parece repetirse en la política, es que el poder a menudo mina la relación entre los principios y la moralidad. Pero además de condenar, es un momento de reflexión; ¿realmente hemos aprendido de los errores del pasado?

¿Un cambio de paradigma?

La sociedad ha comenzado a visibilizar más las violencias machistas, y eso es algo que no podemos ignorar. Ione Belarra, actual secretaria general de Podemos, también hizo alusión a la importancia de crear “canales seguros” para que las víctimas puedan alzar la voz. La pregunta que me viene a la mente es: ¿por qué tardó tanto tiempo en instaurarse esta “cultura de seguridad”?

Reflectivamente, yo mismo me he encontrado en situaciones donde el silencio se ha vuelto una forma de complicidad. Es como cuando quieres decir algo y temes las repercusiones, mientras que, en el fondo, sabes que no estás solo. Pero, regresar a la historia, las palabras de Belarra resonaron como un rayo y nos dejaron pensando en cómo siempre hay una historia detrás que merece ser escuchada.

La resistencia de las voces silenciadas

Así como Cristina Fallarás ha tomado la iniciativa de dar voz a las víctimas a través de plataformas públicas, nos enfrentamos a la culpa histórica de haber ignorado sus testimonios. La voz de las personas influyentes, quienes a menudo pueden dar un giro al destino de las situaciones, es poderosa; pero, ¿realmente se está utilizando esa influencia para generar un cambio tangible?

El testimonio anónimo que se compartió en redes sociales expone la dura realidad de la violencia machista en un contexto donde el poder parece ser la variable constante. El hecho de que muchas mujeres hayan decidido hablar por fin abre un camino nuevo, aunque también pone de manifiesto el riesgo que estas valientes personas están asumiendo.

Un juego de palabras: cuidado con las nuevas leyes

A medida que el debate se intensifica, la necesidad de una legislación más contundente y clara se hace evidente. Si bien el PSOE se ha manifestado del lado de las víctimas, el escepticismo está a la orden del día. ¿Estamos viviendo en un mundo donde la ley realmente protege a las víctimas o solo es papel? ¿Leyes feministas o “leyes a la moda”?

Como consecuencia, la retórica política parece seguir siendo efectiva, mientras que las verdaderas reformas son lentas como tortugas intentando salir del pantano. El camino hacia la igualdad todavía está lleno de baches; pero, a la vez, hay que reconocer que se están haciendo esfuerzos. Sin embargo, la pregunta real es: ¿están estos esfuerzos logrando el impacto deseado en la vida de las mujeres?

La necesidad de unir voces

El papel del feminismo ha sido crucial para reimaginar una sociedad donde la violencia de género pueda ser condenada. La voz de las víctimas ha comenzado a resonar en la calle, y eventos como el 8 de marzo, donde muchas personas toman las calles para exigir sus derechos, han puesto de manifiesto que «ya no basta con dar la cara: es hora de actuar».

Definitivamente, no me atrevería a etiquetarlo todo de esperanza, pero es un comienzo importante. La política puede llegar a ser una danza incómoda, donde aquellos que mueven los hilos a menudo son los que menos se esperan.

Conclusión: ¿Un rayo de esperanza o una tormenta pasajera?

Al final del día, la lucha por la igualdad y por los derechos de las mujeres sale a la luz, aunque a veces de manera dolorosa. No se puede esconder el hecho de que alguien como Iñigo Errejón, con tanta influencia en el campo, se encuentre ahora bajo la mirada escrutadora de muchos. Y quizás, solo quizás, el verdadero cambio resida aquí: en el enfrentamiento de los poderes establecidos y en la ruptura del silencio que rodea a aquellos que abusan.

Sin embargo, el camino hacia una sociedad más equitativa necesita más que confrontaciones públicas y debates. ¿Cómo podemos unir nuestras voces y crear un cambio real? La respuesta no se encuentra en la política, sino en el tejido social que somos capaces de construir juntos. No solo quedémonos en las palabras; la posibilidad de un futuro mejor radica en nuestra acción y compromiso.

En este escenario donde mezclar política y feminismo puede parecer un acto de equilibrio extremo, la esperanza se queda en un estado de “aún por ver”. Así que, en lugar de suceder alguna sorpresa más, pongámonos serios en esta lucha. ¿Quizás una nueva estructura social sea lo que necesitamos para construir ese futuro que tanto anhelamos? ¡Ya lo veremos!