El telón se levanta y el escenario se viste de incertidumbre. María Hervás, la actriz en el centro del universo de su teatro, se enfrenta a una experiencia que podría considerarse tanto un reto personal como una reflexión profunda sobre las relaciones humanas. El proyecto The second woman no es solo un espectáculo, es un viaje inexplorado donde la vulnerabilidad se convierte en la protagonista. ¿Pero qué ocurre cuando 100 hombres diferentes deben interactuar con una sola mujer en un maratón interpretativo de 24 horas? ¡Vamos a descubrirlo!
La rueda de la fortuna teatral: 24 horas de actuación
Cuando se habla de teatro, muchos pueden pensar en ensayos meticulosos, en actores que memorizan sus diálogos y en días de trabajo previos para que todo salga a la perfección. Pero en este caso, no hay ensayos, hay magia en lo inesperado. María Hervás se lanza a la aventura sin conocer a alguno de sus compañeros de escena, lo cual, honestamente, suena como un sueño para cualquier actor, pero también como una pesadilla. Imagina cada vez que te subes a un escenario con un desconocido y, en vez de un guion establecido, tienes que improvisar durante horas con alguien cuya personalidad y estilo de actuar no tienes ni idea. ¡Menuda locura!
La premisa es simple pero profunda: una mujer y un hombre en un diálogo que explora los recovecos de su relación. Sin embargo, con cada nueva versión de la escena, ¡la historia se transforma! Ahí radica la grandeza del teatro: el ser humano siempre es un ente en constante cambio. Entonces, ¿qué pasaría si, en vez de seguir un guión, tuviéramos que crear uno nuevo en cada actuación? A mi parecer, eso es realmente emocionante. Piénsalo por un momento: si cada encuentro es único, las posibilidades son infinitas. Tal vez debería plantearme esto como una nueva forma de mi vida social, ¿no? ¡Por fin una buena excusa para no hablar con las mismas personas en las fiestas!
La lucha contra los propios demonios
María no es ajena a la presión que implica un espectáculo de esta magnitud. Recientemente compartió que, en su primer encuentro con esta locura en Barcelona, tuvo que realizar un gran esfuerzo de concentración. Es curioso cómo, a pesar de la adrenalina y la emoción, ciertos miedos persistentes pueden empezar a acechar. “Soy muy diurna”, dice Hervás, pero en su intento de adaptarse al reto, se encontró despierta durante 37 horas. ¿Alguna vez te has encontrado en una situación en la que tu cuerpo simplemente no responde a tus deseos? Yo lo he vivido, especialmente en esa última reunión interminable. La clave es que, en sus palabras, hay una chispa de reconocimiento: somos humanos y nuestras inseguridades, anhelos y deseos son parte de la experiencia.
La salud mental en el mundo del espectáculo es un tema crítico, y a menudo se desestima. La carga emocional de conectar con extraños detrás de una escena, o incluso en la vida diaria, puede ser abrumadora. Pero aquí es donde la historia se vuelve emocionante. María está trabajando no solo como actriz, sino como exploradora en el vasto océano de su propia psique. En un momento ella reflexiona sobre el deseo: “a las mujeres nos han enseñado a satisfacer el deseo masculino y a tapar el propio”. ¿Cuántas veces no hemos dejado nuestro propio deseo en pausa para complacer a los demás? Esta idea me hizo recordar aquellos días en los que, en lugar de salir a hacer algo que me apasionaba, decidí quedarme en casa para ver una película que mi amigo había elegido. A veces hay que preguntar, “¿realmente quiero eso?”
Feminismo y humanismo en el escenario
Cuando se le pregunta a Hervás si su espectáculo tiene tintes feministas, ella opta por un enfoque más humanista. “Es un trabajo que incide mucho en la conexión entre los seres humanos”, dice. Esto resuena de una manera poderosa. A menudo, la discusión sobre feminismo puede convertirse en un debate polarizado, pero en este caso, parece que se busca algo más profundo: un verdadero entendimiento humano.
Por supuesto, el feminismo es parte integral de este viaje, pero al final, quien actúa es un ser humano interactuando con otro. Hay un anhelo subyacente por la conexión, ya sea entre hombres y mujeres, o simplemente entre los seres humanos. En el teatro, como en la vida, todos estamos tratando de navegar en el amplio y complicado mar de nuestras emociones y conexiones. Es un guiño a nuestra vulnerabilidad, un recordatorio de que, aunque a veces nos sintamos atrapados en roles rígidos y predefinidos, todos tenemos el poder de romper esos moldes.
El dilema de la masculinidad: un eco de la vida real
Por último, en su conversación sobre el miedo a ser una mujer sola ante tantos hombres, María Hervás lanza una anécdota que nos remite a la realidad. En una reciente encuesta, muchas mujeres se mostraron más temerosas ante la idea de encontrarse con un hombre que con un oso. ¡Sí, has leído bien! ¿Uno se preguntaría, “qué clase de mundo es este?” Este tipo de comparación, aunque puede parecer absurda, realmente pone en perspectiva el hecho de que la masculinidad hegemónica a menudo es un punto de miedo para muchas mujeres.
Hervás expresa su entusiasmo, enfatizando que ella ha elegido estar allí y que en ese espacio su voz es la que define la narrativa. “Aquí todo lo he elegido yo, conscientemente”, dice. ¿No es eso en sí mismo un acto de valentía? Mientras en la vida cotidiana muchas mujeres enfrentan situaciones que no eligen, en el teatro, como espectadores, resultamos ser cómplices de este acto de fuerza y elección.
Esto lleva a una hermosa reflexión sobre cómo nuestra vida cotidiana puede a menudo ser un reflejo de nuestras elecciones. Las interacciones que elegimos permiten que reflejemos nuestro propio mundo interior y, en muchas ocasiones, la empatía que encontramos en esos encuentros inesperados puede ser la clave para la sanación.
Conclusión: La belleza de lo inesperado
Finalmente, después de toda esta aventura de 24 horas y múltiples representaciones, la pregunta es: ¿por qué deberíamos sentirnos atraídos a presenciar un espectáculo como The second woman? Pues bien, al igual que María mencionó que ver de nuevo una actuación es como comer pipas, se convierte en una experiencia adictiva. Cada vez que se repite, podrá parecer que conoces la historia, pero con cada interacción hay un nuevo matiz que descubrir. La vida es igualmente sorprendente; cada encuentro con alguien puede darnos una nueva perspectiva, un nuevo aprendizaje.
Nos encontramos en un punto donde el arte no solo imita la vida, sino que también la moldea. Mientras disfrutamos del teatro desde la comodidad de nuestros asientos, nos damos cuenta de que todos estamos en este viaje juntos, conectados por el hilo invisible de la experiencia humana.
Así que la próxima vez que consideres la idea de sumergirte en el mundo de las emociones humanas, ya sea en el teatro o en tu propia vida, recuerda que cada interacción, incluso las más improvisadas, pueden brindarte una lección valiosa. Y quién sabe, tal vez la próxima vez que sientas miedo, te acuerdes de María y su valiente travesía en el escenario.