Recuerdo la primera vez que vi Atrapat en el temps, conocida en el mundo anglosajón como Groundhog Day. ¡Ah, qué joya del cine de los 90! La mezcla de comedia romántica y la surrealista idea de vivir el mismo día una y otra vez me hizo reflexionar sobre lo absurdo de la rutina. Quiero pensar que todos hemos tenido esa sensación, ¿verdad? Esa mañana que parece no terminar nunca, donde todo se siente repetitivo y monótono. Bueno, parece que Nostromo Live ha decidido hacernos volver a experimentar esa sensación, pero esta vez a través del arte del teatro musical.

Un vistazo a El día de la marmota

La adaptación al musical de Groundhog Day llega a Barcelona con una energía renovada y un ambiente festivo, algo que siempre se aprecian en estas fechas navideñas, donde las familias se reúnen, comen en exceso y posiblemente también critican al cuñado que siempre habla de política. En esta ocasión, el musical El día de la marmota se estrena en catalán, lo que añade una capa de autenticidad cultural y un pinchazo de orgullo regional. Después de presentaciones en locales como Londres, Nueva York y Melbourne, el hecho de que Barcelona se alce como la primera ciudad en albergar esta obra en otro idioma que no sea el inglés es digno de celebración. Chúpate esa, Madrid.

Pero, volviendo al musical, el director Enric Cambray ha sabido marcar su impronta en esta producción tras la salida del anterior director, Àngel Llàcer. Hablando de Llàcer, quiero decir que siempre me ha parecido un personaje fascinante; su personalidad brilla tanto como su cabello bajo los reflectores. Sin embargo, es claro que Cambray se lo ha tomado muy en serio, brindando una dirección que hace justicia a la esencia de la obra. Estoy seguro de que en algunos momentos incluso los actores sienten que están atrapados en un bucle, de lo intensas que son sus actuaciones.

Un reparto brillante

La historia gira en torno a Phil Connors, interpretado por Roc Bernadí, un meteorólogo que se aventura a una pequeña ciudad para cubrir la celebración del Día de la Marmota. Lo que encuentra, no obstante, es una de las lecciones más inesperadas de su vida. La actuación de Bernadí es fragmentada y profunda. El hombre ha llevado la gavardina con tal orgullo que me hizo recordar cada vez que trato de encajar en una prenda de vestir que compré en los años 90. Hagan lo que hagan, esas prendas nunca parecen estar tan bien como las lucían en el escaparate.

A su lado está Diana Roig, quien como Rita Hanson logra desmarcarse de la interpretación que hizo Andie MacDowell en la película original. La química entre ambos es palpable, y mientras les veo, no puedo evitar preguntarme: ¿seré yo el único que siente una punzada en el corazón al recordar amores pasados en cada escena romántica?

Una mención especial también merece Claudia Bravo, que se roba el espectáculo con su hermosa canción en el segundo acto. No puedo dejar de aplaudir la valentía de invertir en un musical que, por una vez, no trata de edulcorar la visión de los protagonistas; aquí hay espacio para los renuncias y comportamientos menos que perfectos.

Un guion que nos invita a pensar

Lo que más me atrapó desde el principio en este musical es cómo sus creadores han manejado el guion. Adaptado por David Pintó, logra mantener la mordacidad original y el humor oscuro de la trama, haciéndonos preguntar si realmente estamos satisfechos con nuestras vidas. ¿Cuántas veces sentimos que las semanas pasan volando, pero al mismo tiempo se convierten en un eco monótono de lo que hicimos ayer?

Lo que hace aún más fascinante a El día de la marmota es que no solo se centra en el bucle temporal, sino que permite rasguñar un poco la superficie de este fenómeno con una idea más filosófica. Y es que, ¿no nos deparamos todos, en alguna ocasión, con la pregunta de si hemos tomado el camino correcto en nuestras vidas? Esa metáfora del bucle es, al final, un espejo en el cual ver nuestras propias decisiones.

Una producción apasionante

Por supuesto, no podemos hablar de un musical sin mencionar sus componentes técnicos. Las escenografías ingeniosas diseñadas por Enric Planas nos transportan de inmediato a un pueblito que parece sacado de un cuento de hadas. Las casas blancas son como piezas de un rompecabezas, todo perfectamente dispuesto para aceptar la historia de repetición y redención que se desenlaza frente a nuestros ojos.

Y, como en toda buena producción, el sonido es esencial. La dirección musical de Manu Guix es otro punto a favor. La banda de seis músicos es el motor que mantiene el ritmo elevado, llevando cada canción a un nivel emocional que realmente resuena con el público. Tal vez no logren evitar que alguno de nosotros acabe cantando en voz alta (y con un tono algo desafinado), pero… no seré yo quien critique a quien se atreve a disfrutar de la música en directo.

Finalmente, una palabra sobre las coreografías de Miryam Benedited: ¡wow! No hay mejor manera de describirlo. La forma en que los actores se mueven en el escenario podría hacer que incluso el más riguroso de los espectáculos de danza contemporánea se ponga celoso. Cada paso y giro parecen tener una vida propia, añadiendo esa chispa de energía que envuelve el teatro.

Reflexiones finales

El día de la marmota no es solo un musical; es un recordatorio divertido y profundo de que, a pesar de la repetición y la rutina, siempre hay espacio para el cambio y la auto-reflexión. Nos obliga a mirar hacia adentro, hacernos preguntas difíciles y, en última instancia, a decidir qué queremos de nuestra existencia diaria. ¿Es tan malo levantarse cada día en un papel que ya conoces? Quizás el verdadero desafío sea encontrar el valor para hacer algo diferente y transformador.

La obra está programada hasta el 2 de febrero en el Teatre Coliseum, y, a pesar de que el día de la marmota pueda enfrentar a Phil Connors con su propio juego de repeticiones, nosotros tenemos la opción de salir de esas rutinas y disfrutar de una experiencia completamente nueva cada vez que la veamos.

Por eso, si tienes la oportunidad, no dejes que el miedo escénico te detenga: ve y siente el ritmo, ríe (y quizás llora) en este fantástico musical que nos recuerda que, a veces, mirar hacia atrás es el primer paso para avanzar.

Permíteme cerrar esta reflexión con una pregunta: ¿te atreverías a cambiar tu propio día de la marmota? Te prometo que a veces, sólo a veces, los nuevos comienzos resultan ser lo que realmente necesitamos.