Aparentemente, el ciclo de desastres naturales nunca se detiene. Este pasado domingo, la isla de Mayotte, conocida por ser el departamento más pobre de Francia, fue arrasada por el ciclón tropical Chido. Un fenómeno meteorológico que, con vientos de más de 220 kilómetros por hora, dejó a su paso un rastro de destrucción inimaginable. Pero, ¿qué hay detrás de este desastre? ¿Estamos realmente preparados para enfrentar estos fenómenos? Acompáñame a descubrir la cruda realidad de lo ocurrido en esta pequeña isla situada en el océano Índico.

¿Qué pasó en Mayotte?

No estoy aquí para hacer un informe frío y distante. Quiero que sientas lo que ha pasado. Imagina despertar un día y encontrarte rodeado de escombros, con tus vecinos desaparecidos, y sin poder acceder a electricidad ni agua. Eso es exactamente lo que han vivido los aproximadamente 320,000 habitantes de Mayotte tras el paso del ciclón Chido. Les cuento que el balance inicial acentuaba que había al menos 14 muertos y 250 heridos, pero el prefecto de Mayotte, François-Xavier Bieuville, dejó claro que las cifras podrían alcanzar miles de fallecidos. Es, sencillamente, escalofriante.

El caos tras el ciclón

La situación es tan alarmante que incluso el hospital y las escuelas han sido gravemente afectados. Las imágenes de las instalaciones educativas y de salud arrasadas dan una idea de la magnitud de esta tragedia. Cuando hablamos de ser humanos, sabemos que cada vida cuenta. Cada historia detrás de estas cifras se suma a la gravedad del desastre. Y si esto no era suficiente, hay que recordar que más de 15,000 hogares han perdido el suministro eléctrico y las comunicaciones son prácticamente nulas.

La diputada Estelle Youssouffa lo resume de manera impactante: «No hemos tenido noticias de las dos terceras partes de la isla». ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, en una era donde el acceso a la información es casi instantáneo, estemos ante una situación así? Nos preguntamos a dónde va la ayuda humanitaria y cómo se puede movilizar en medio de esta devastación.

Una pausa para reflexionar

¿Cuántas veces hemos visto imágenes de desastres naturales y, dentro de nuestro corazón, hemos sentido la ausencia de empatía? Es fácil mirar hacia otro lado, como si eso no pudiera pasarle a nuestros seres queridos o a nosotros mismos. Pero la realidad es que, aunque estemos a miles de kilómetros de distancia, sus heridas son nuestras heridas. La comunidad internacional tiene un rol crucial en la respuesta a estos fenómenos, y es angustiantes las lecciones que aún no hemos aprendido.

¿Clima y política: una combinación mortal?

Más que un simple fenómeno meteorológico, el ciclón Chido refleja un problema más profundo relacionado con la vulnerabilidad social y económica de un territorio. Mientras las autoridades intentan gestionar la crisis, el ministro del Interior dimisionario, Bruno Retailleau, indica que será necesario mucho tiempo para afinar el saldo humano. Aquí es donde la política entra en juego, donde las decisiones del pasado influyen en la capacidad de respuesta ante catástrofes como esta.

Recordemos que el 95% de los habitantes de Mayotte son musulmanes de rito suní, lo que añade una capa extra de complejidad. El entierro debe realizarse dentro de las 24 horas posteriores al fallecimiento, lo que dificulta aún más la gestión de pérdidas y el recuento de víctimas. Ushers de la burocracia, simplemente asfixiantes, cuando se está lidiando con el trauma humano a niveles tan profundos.

¿Es este un patrón repetido?

No es la primera vez que el territorio enfrenta un desastre natural de tal magnitud. De hecho, el ciclón Chido es el más intenso en más de 90 años. La historia parece un ciclo de olvido y repetición, donde la falta de inversiones y respuestas efectivas perpetúan la vulnerabilidad. Entonces aquí la gran pregunta: ¿realmente hemos aprendido algo de desastres anteriores?

Es como cuando prometes no volver a ordenar pizza para cinco personas, tras haber vivido la experiencia de quedarte atascado con sobras durante días. ¿Cuántas veces tenemos que ver la misma película para darnos cuenta de cómo termina?

Recuperación y resiliencia: el camino por recorrer

Las imágenes de soldados, equipos de rescate, y voluntarios trabajando incansablemente en Mayotte son esperanzadoras. Pero la verdad es que, tras la devastación, queda un largo camino hacia la recuperación. Las comunicaciones siguen limitadas mientras las primeras ayudas comienzan a llegar. Las organizaciones humanitarias como Unicef se han movilizado para ofrecer asistencia en el área de salud y educación, pero se necesitarán días y quizás semanas para evaluar la cantidad de ayuda necesaria.

La solidaridad es un pilar clave en la recuperación, y como ciudadanos globales, es nuestro deber apoyar a la comunidad de Mayotte. ¿Cómo podemos hacerlo? Existen diversas maneras de contribuir, desde donaciones a organizaciones que están sobre el terreno hasta campañas que crean conciencia sobre el tema.

El impacto del cambio climático

No podemos ignorar el elefante en la habitación: el cambio climático. Los fenómenos meteorológicos extremos han aumentado en frecuencia e intensidad. Tal vez un día, en un futuro cercano, sentiremos los mismos vientos arrasadores en nuestras propias costas. Cuando vemos un ciclón como Chido devastar una isla, es un recordatorio que el clima no es solo una cuestión ambiental, sino una cuestión de justicia social.

Es fácil olvidarse de esto, lo admito. Pero cada vez que nos dejamos llevar por la vida cotidiana—el café que omitimos, la lucha entre elegir una ensalada o hamburguesa—olvidamos que hay un mundo grande allá afuera esperando respuestas.

Conclusión: ser parte de la solución

Es hora de mirar más allá y preguntarnos cómo podemos ser parte de la solución en lugar de ser meros espectadores. Sigo convencido de que la risa y el humor son necesarios, pero la empatía también deber ser una brújula en nuestras vidas. La realidad de Mayotte nos ha recordado que, aquí y ahora, hay personas que necesitan nuestra ayuda, y que cada uno de nosotros tiene la opción de hacer algo al respecto.

Necesitamos cuestionar cómo operamos como sociedad: ¿hay lugar en nuestro día a día para apoyar iniciativas de sostenibilidad? ¿Traducimos nuestra preocupación por el clima en acciones? La resiliencia se construye sobre decisiones conscientes, y todos podemos ser parte de un cambio significativo.

La historia de Mayotte es un llamado a todos nosotros. No se trata solo de mirar las cifras en la pantalla, sino de recordar que cada cifra es una vida. ¿Por qué no transformar la compasión en acción? Es un desafío que todos debemos asumir. Hacerlo puede prevenir que las futuras generaciones emblanquen la historia en un ciclo sin fin de sufrimiento y pérdida.

Así que, ¿estamos listos para aprender y actuar? La respuesta está en nuestras manos.