El 12 de octubre es una fecha que, en España, se ha estado celebrando durante años con un desfile militar que conlleva un sinfín de emociones, pasando desde el orgullo hasta la controversia. Este año, la escena se volvió más cinematográfica que nunca. Imagina esto: cientos de personas, algunas con paraguas remando contra la lluvia, otras más valientes o quizás un poco locas, ondeando banderas con fervor. Pero, ¡oh sorpresa! Las fuertes lluvias no solo hicieron saltar sus planes, sino que también sumaron un nivel de drama digno de Hollywood al evento.

Una mañana en Cibeles: el preludio de un desfile memorable

La mañana del desfile comenzó relativamente tranquila. Los primeros en llegar a la plaza de Cibeles eran patriotas y curiosos con entusiasmo. Recuerdo una vez que, siendo un estudiante, intenté ir a uno de estos desfiles. Con una banderita en la mano y un montón de ganas, lo que no contaba era con una lluvia torrencial que me dejara más empapado que un perrito mojado. Así que, ¿será que la historia se repite? Claro, la vida tiene una forma fascinante de enseñarnos lecciones.

El público se reunió, y entre risas nerviosas sobre el clima y murmullos de “¡Viva España!”, surgieron esos vendedores ambulantes. ¡Qué genios del marketing! Cargan sus coloridas banderas y, al mismo tiempo, una serie de chistes malísimos que alegran la fría mañana. ¿Acaso no es maravilloso cómo un simple símbolo puede transformar una multitud en una comunidad?

Una distancia que se hace notar

Una de las cosas más peculiares de este desfile militar fue, sin duda, la ubicación de la tribuna de autoridades. Situada en la plaza de Neptuno, lejos del público, permitía que los gritos y abucheos al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se desvanecieran, como en una escena de una película donde intenta hablar en un bar ruidoso. Esto llevó a que las ausencias se sintieran como un eco en la distancia: varias ministras optaron por no asistir, creando un aire de misterio y especulación.

La presencia del nuevo representante

Por otro lado, esta jornada marcó un hito significativo ya que el president de la Generalitat de Catalunya, Salvador Illa, estaba presente. ¡Imaginen! El primer presidente catalán en 14 años en asistir a este evento. Algunos ya lo comparan con una especie de «reconciliación”, pero siempre hay alguien que le pone la nota chispeante: “¿Esto es un desfile o una convención de reconciliación?”.

¿Qué hay con la lluvia?

A medida que las nubes se oscurecieron y comenzaron las lluvias, se hizo evidente que el desfile no sería un evento típico. Con un ambiente más serio y una atmósfera tensa, las autoridades ya estaban preparadas para cancelar cualquier elemento aéreo. No más cazas, helicópteros ni paracaidistas. Recuerdo una conversación con un amigo que, a través de sus grandes sueños de volar, siempre ha querido ser parte de la Patrulla Águila. No obstante, hoy, el único vuelo que verían sería el de las gotas de lluvia.

Como si la naturaleza quisiera darle un mensaje, los momentos más clave del desfile coincidieron con las partes más intensas de la lluvia. El levantamiento de la bandera, por ejemplo, que suele ser un espectáculo, se convirtió en una escena de película épica con los reyes, Felipe VI y la Princesa de Asturias, abandonando temporalmente sus asientos. Nunca pensé que ver a un rey levantarse por el agua podría ser tan… ¿realista?

Los ruidos detrás de la ceremonia

Otra curiosidad del evento fue cómo la lluvia ahogó los sonidos de la multitud. Piensas: “Es una bendición disimulada cuando no tienes nada bueno que decir, ¿verdad?». La llegada de Pedro Sánchez estuvo acompañada de unas cuantas protestas, pero perdidas entre los tambaleantes sonidos de la lluvia.

Más allá del ruido, había opiniones. Santiago Abascal, líder de Vox, hizo un comentario que mantiene la discusión encendida: “No hay nada por lo que pedir perdón”, lo cual, en medio del agua, sonó casi como una declaración de principios, o quizás una referencia a una cultura que aún discute qué se merece ser celebrado.

La relevancia del 12 de octubre: ¿un motivo de orgullo o de reflexión?

Si hay algo que el 12 de octubre provoca son divisiones. Podemos, por su parte, aboga porque este día “no es motivo de orgullo”, mientras que piden que se conmemore el 15M, el cual representa un movimiento social de ‘indignados’ que llenó las plazas españolas hace varios años. La pregunta que se plantea es: “¿Hasta qué punto un país puede celebrar eventos que para otros son recordatorios de dolor y condena?”.

A nivel autonómico: un desfile sin sobresaltos

Dentro de las tribunas, se vivió una atmósfera de camaradería entre los presidentes autonómicos. Las palmadas en la espalda entre Emiliano García-Page y Salvador Illa aliviaran un poco la tensión en el aire. En medio de esas lluvias, la importancia de la unidad y la convivencia parecía renacer, al menos por unos momentos.

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, dejó caer un comentario notable: “Desde que soy presidenta de la Comunidad nunca había tocado lluvia, pero me alegro porque al final también es bueno para el campo…”. Esta mezcla de humor y sinceridad siempre es un buen recordatorio de que, incluso cuando las cosas se vuelven serias, nunca hay que perder la capacidad de reírse.

Un desfile histórico, marcado por la imprevisibilidad

A medida que todo avanzaba, las gotas de lluvia se intensificaron. Se escuchaba sobre la megafonía, aunque apenas audible, los pasos de los soldados de infantería marchando. En un momento de incertidumbre, cuando la fiesta parecía estar condicionada por el clima, la única constante fue la imperturbable Legión y su carnero, Killo, que por alguna razón parece estar más preparado para la lluvia que algunos humanos.

El desfile de este 12 de octubre terminó siendo un símbolo de resiliencia, un recordatorio de que aun en las condiciones más adversas, hay un sentido de unión y comunidad que permanece. Tal vez, después de todo, lo que realmente celebramos no es solo una fecha, sino la capacidad de adaptarnos y mantenernos firmes ante cualquier tempestad, tanto literal como figurada.

Reflexión final

La narrativa que envuelve al 12 de octubre es rica y diversa, y cada año trae consigo nuevas lecciones. Este 2023, nos recordó que la historia se teje no solo con eventos, sino con las emociones y relatos que cada uno de nosotros aporta. Así que, mientras algunos todavía sostienen los paraguas y otros wiki-wiki su diagnóstico de “¿habrá sol el próximo año?”, siempre llevaremos una sonrisa en el corazón y la certeza de que el orgullo nacional es algo que se siente más que se dice.

Y tú, ¿cómo te sientes respecto a estas celebraciones? ¿Te parece que el viernes de locuras patrias vale la pena experimentar, o preferirías quedarte en casa con un buen libro y una manta? ¡La vida es un desfile y todos tenemos nuestros propios pasos!