El camino hacia la libertad de Cataluña ha estado lleno de intrigas, debates y, como diría un amigo mío, «buenas intenciones que muchas veces se ven empañadas por la frustración». En un reciente mensaje a los 180,000 miembros de Òmnium Cultural, su presidente, Xavier Antich, ha lanzado un llamado claro y contundente: es hora de que el soberanismo dé un giro de 180 grados para fortalecerse y construir una nación verdaderamente inclusiva.

Pero, ¿qué significa realmente este «giro de 180 grados»? ¿Es posible pasar de un desánimo palpable a una acción efectiva y cohesionada? Una pregunta que podría hacer que cualquiera se rasque la cabeza. Eso me recuerda cuando hace años intenté aprender a cocinar paella y, en lugar de un delicioso manjar, obtuve una especie de «plato de arroz asustado». Tal vez el secreto no esté en la receta, sino en la pasión y el compromiso por hacerlo bien.

La inercia y la necesidad de un cambio

Antich menciona que el soberanismo no puede permitirse esperar cuatro años para enderezar el rumbo. ¿Por qué? Porque el tiempo no espera a nadie y, como bien sabemos, el futuro no es un lugar al cual llegar, sino uno que comenzamos a crear hoy. Las palabras de Antich resaltan la importancia de la acción inmediata y de un cambio de mentalidad. La política de “desánimo y frustración” en Cataluña ha calado hondo, dejando a muchos preguntándose: “¿qué sigue después?”.

Recuerdo un tiempo en que un amigo, completamente desmotivado, me dijo: «No creo que nada cambie, para qué esforzarme». Lo que aprendí de esa conversación es que, muchas veces, el cambio comienza dentro de cada uno de nosotros. Para avanzar, necesitamos esa chispa que activa el motor del cambio.

Antich acentúa que el próximo lustro será crítico. Aquí lo que se plantea no es sólo un panorama político, sino uno donde la sociedad civil ocupa un lugar esencial. ¿Puede una comunidad unirse y empujarse unos a otros hacia un objetivo común? La historia está llena de ejemplos de comunidades que han luchado juntas y han logrado resultados sorprendentes.

La construcción de un «nosotros» inclusivo

Uno de los puntos más importantes que menciona Antich es la necesidad de construir un “nosotros inclusivo”. Esto implica que Cataluña debe ser un lugar donde todos, independientemente de su origen o ideología, se sientan parte de la misma narrativa. Me viene a la mente la experiencia de una reunión de amigos de distintos trasfondos; al final, lo que nos unió no fueron nuestras diferencias, sino nuestras historias compartidas y el respeto por las vivencias de cada uno.

Antich recalca también el papel central de la lengua en la construcción de esta identidad. Como bien sabemos, el catalán no es solo un idioma; es un símbolo de cultura y unidad. La afirmación de que la lengua es la «columna vertebral» de la nación no puede ser más acertada. De hecho, hay 2,3 millones de ciudadanos deseosos por aprenderla. Esto sugiere que hay una necesidad de crear oportunidades para que ellos sean parte de esta rica cultura.

Un llamado a la colaboración

Antich entiende que la colaboración es clave, no solo de la sociedad civil, sino también de instituciones, partidos, el mundo empresarial y hasta el ámbito cultural. En un contexto donde todos buscan ser escuchados, ¿cómo podemos realmente trabajar juntos?

La respuesta podría estar en la promoción de espacios de diálogo y entendimiento, donde se escuchen las voces de cada sector. Ciertamente, la diversidad es una fortaleza, pero no podemos ignorar que la falta de una visión compartida puede llevar a fragmentaciones. ¿No es acaso paradójico ver cómo, en ocasiones, la diversidad nos divide en lugar de unirnos?

Nuevos horizontes: hacia un futuro próspero

A medida que reflexiono sobre las palabras de Antich, no puedo evitar preguntarme: ¿qué tal si Cataluña se convirtiera en un modelo a seguir para la inclusión y la unidad? Imaginen un futuro en el que todos los catalanes, sin importar su historia personal, se sientan parte de un mismo tejido social.

La idea de construir «nuevos horizontes» es atractiva y optimista. Pero también representa un desafío. Todos recordamos los momentos en que hemos sentido que la libertad está a la vuelta de la esquina, pero algo siempre parece interponerse. A veces, los obstáculos parecen tan grandes como un edificio de 20 pisos, y uno se pregunta cómo escalarlo.

Sin embargo, la transformación de estos retos en oportunidades es, en esencia, lo que impulsa a las sociedades. Los últimos años han enseñado que, a pesar de la polarización y las dificultades, el deseo de avanzar permanece intacto. Tal vez es momento de tomar ese frente y, en vez de ver el viaje con miedo, cuidarlo como un camino lleno de aprendizajes.

La amnistía y su examen

Antich también toca el tema de la amnistía y su inminente examen por parte del Tribunal Constitucional y las instancias europeas. Este tema ha estado en el debate público y político de manera recurrente. La realidad es que la aplicación desigual de la amnistía puede generar disconformidad entre aquellos que creen firmemente en sus beneficios. La pregunta es: ¿realmente obtendremos un consenso o simplemente se añadirán más capas de descontento?

Cada paso que se tomen en esta dirección definirá las narrativas sobre la libertad y la cohesión en Cataluña. Cada decisión tendrá una repercusión no solo a nivel local, sino también internacional. A veces, es irónico pensar que en un mundo tan interconectado, aún luchamos con cuestiones tan fundamentales.

Conclusión: la importancia de la acción personal

A medida que cierro este artículo, reflexiono sobre la oportunidad única que tiene Cataluña de redibujar su narrativa colectiva. Lo que Antich propuso no es solo un mensaje para los que están en primera fila en el panorama político, sino un denominado a todos nosotros. Es un llamado a cada ciudadano a ser parte de este cambio.

La construcción de una nación próspera y justa no puede ser tarea solo de unos pocos; debe ser un esfuerzo compartido. A cada uno de nosotros se nos encomienda la tarea de contribuir, independientemente de cuáles sean nuestras diferencias. Después de todo, todos somos parte de esta historia.

Así que, la próxima vez que sientas que no tienes poder sobre la situación, recuerda: hasta el plato de arroz más asustado puede convertirse en un maravilloso manjar con un poco de amor y dedicación. ¡Vamos, Cataluña, hay un mundo que construir!