Cuando uno se sienta a mirar un programa de televisión, ya sea para reírse con los chistes de un cómico o para enterarse de las últimas noticias, pocas veces pensamos en lo que sucede detrás de escena. En una reciente entrega de «La Revuelta», presentada por David Broncano, el humor y la sátira se entrelazaron de manera imprevista con un tema muy serio: la supuesta restricción de la libertad de expresión impuesta a los trabajadores de los medios de comunicación. Y todo esto surgió a partir de la presencia de dos becarias de La Sexta, que no podían asistir como público al programa. ¿Increíble, verdad?

Censura o protocolo interno: el dilema de las becarias

Es común pensar que la libertad de expresión es un derecho sagrado, uno que debería ser disfrutado por todos, especialmente por los jóvenes que se inician en el mundo laboral. Sin embargo, esta situación apunta a un tipo de censura interna que, aunque pueda parecer cómica o absurda, es perfectamente real y digna de reflexión. Al parecer, las normas en Atresmedia permiten que sus becarios no asistan a programas de otras cadenas. Pero, ¿es esto realmente necesario?

Lo curioso es que en el programa de este miércoles, Broncano descubrió que las becarias habían logrado burlar esta regla, pero no sin cierta incomodidad. Esto me hizo recordar mis días de juventud, cuando intentábamos buscar pequeñas escapatorias a las reglas de nuestros trabajos. ¿Quién no ha llegado tarde al trabajo porque estaba «trabajando en una nueva estrategia»? Ciertamente, a mí me pasó en más de una ocasión. Pero volvamos al tema en cuestión: ¿no tendríamos que fomentar un ambiente donde los jóvenes se sientan libres de expresarse y explorar diferentes perspectivas, en lugar de someternos a protocolos que limitan su libertad?

La ironía en el aire: una sátira social

La discusión planteada en el programa dio pie a que, con un humor característico, se cuestionara el estado actual de la libertad de expresión en los medios. Sergio Bezos, colaborador habitual, salió a la palestra armando un espectáculo que hizo reflexionar a los espectadores. “Adoctrinando muy fuerte”, comentó Broncano, en una queja divertida sobre la atmósfera que se vive en nuestros días en las redacciones de los medios. ¿Acaso eso es lo que nuestros jóvenes están aprendiendo en sus prácticas?

Sin duda, esta situación tiene ecos de lo que se vive en otras partes del mundo donde la censura a menudo asoma la cabeza. Recientemente, hemos visto cómo la libertad de prensa es cada vez más un espejismo en varios países. Pero, lo más fascinante de todo es cómo el humor puede ser una vía para apuntar y reflexionar sobre esos problemas. Es como decir, “estamos riéndonos, pero hay una verdad detrás de esta sonrisa”.

El valor del humor como herramienta de crítica

El uso del humor en este contexto es fundamental. No solo sirve para hacer reír; también actúa como un vehículo poderoso que puede unir a las personas a través de experiencias similares. Cuando Broncano se dio cuenta de que estos protocolos resultaban absurdos, el público no solo se rió, sino que pudo cuestionar de manera crítica la situación. Y es que, ¿quién no ha sentido alguna vez que su trabajo puede estar limitando su creatividad y libre expresión?

La realidad es que el humor tiene la capacidad de abrir diálogos que de otro modo serían incómodos o difíciles de abordar. Como dijo el gran Charlie Chaplin, «la vida es una tragedia en primer plano, pero una comedia en plano general».

La experiencia compartida: anécdotas y lecciones

Recordando mis propias experiencias, hay anécdotas que a menudo me hacen sonreír. Una vez trabajé en un lugar donde el ambiente era tan rígido que teníamos un “reglamento de risas”, que, por supuesto, ¡no se tomaba en serio! La idea de que los líderes en una organización deben prohibir la risa es, simplemente, irrisoria. Espero que estas becarias puedan recordar esta experiencia como un chiste interno en el futuro.

Los que se encuentran en el ámbito laboral siempre llevamos con nosotros el peso de las normas. Pero al igual que esas becarias, tenemos que encontrar maneras inteligentes de navegar en este complicado paisaje. A veces, un poco de humor y creatividad puede ser una de nuestras mayores armas. Los despachos pueden ser lugares serios, pero eso no significa que no podamos hacer aliados en los momentos de tensión.

Cultura laboral: un ojo en la libertad y otro en el compliance

La situación que vivieron esas becarias también destaca la necesidad de un debate más amplio sobre la cultura laboral en los medios de comunicación y, por extensión, en cualquier ámbito profesional. En algunas empresas, el compliance —es decir, la conformidad a las normas— pasa a ser un valor por encima de la creatividad y la libertad de expresión.

¿Qué pasaría si se implementaran espacios donde el humor, la creatividad y la libertad pudieran florecer junto con los protocolos necesarios? Imagina que los directivos pudieran separar la seriedad de la libertad, manteniendo un equilibrio. Me atrevería a decir que se podría crear un entorno más saludable y, a largo plazo, más eficiente. Algo así como un «equilibrio Zen» entre la risa y el trabajo duro.

¿La libertad de expresarse en peligro?

En este contexto, cabe preguntarse si los jóvenes profesionales de los medios deben aceptar que sus voces pueden ser silenciosas por el simple hecho de ser novatos. Mientras que algunos podrían pensar que es parte del aprendizaje, hay un fuerte argumento a favor de que la libertad de expresión no debería ser una cuestión de antigüedad o experiencia, sino un derecho inherente que se debe respetar en todos los niveles de la organización.

La situación que se mostró en «La Revuelta» es, desafortunadamente, un reflejo de un clima más amplio. Con el auge de plataformas como Twitter y TikTok, cuyas influencias se filtran en la cultura popular y la forma en que nos comunicamos, la lucha por una voz auténtica se vuelve aún más relevante. Estos jóvenes comunicadores están intentando navegar en un mar de expectativas y restricciones.

Conclusión: el camino hacia la libertad

Los comentarios de esas becarias, aunque presentados en un contexto humorístico, son un recordatorio de que la libertad de expresión, incluso en el ámbito laboral, sigue siendo una batalla que vale la pena luchar. Desde el humilde bidé del teatro Príncipe Gran Vía hasta los pasillos de grandes corporaciones, la lucha por comunicar, crear y, sobre todo, ser escuchados continúa.

Así que, mientras disfrutamos del humor que brindan programas como «La Revuelta», recordemos la importancia de proteger la voz de todos los trabajadores. ¿Acaso no merece cada uno de nosotros la oportunidad de ser escuchado, incluso en los lugares más inesperados, como un bidé?

Estamos en tiempos donde la creatividad debe ser celebrada y protegida. Por supuesto, siempre con un toque de humor para aligerar el camino. Mantengamos la risa (y la libertad de expresión) como nuestros aliados, y, quién sabe: tal vez esas becarias inspiren a una nueva ola de libertad en el mundo de los medios.