Las inundaciones son un fenómeno natural que, como el agua que cubre un piso de un instituto, suele revelar las fisuras de un sistema. En este caso, el sistema educativo. Este año, las lluvias torrenciales de la DANA han dejado en luto a varios colegios en la Generalitat Valenciana. Y, como suele suceder, la culpa ha volado de un lado a otro, como un pato salvaje en una tormenta. ¿Te imaginas estar en un aula, en medio de un temporal, y que en lugar de clases tengas que escuchar una guerra de declaraciones entre políticos?
La última controversia gira en torno a José Antonio Rovira, el conseller de Educación, quien ha dejado claro que no tiene la intención de ser el único que se moje. Afirmó que hay tres institutos en l’Horta Sud listos para abrir después de la lluvia, pero cuyos equipos directivos han decidido no abrir. ¿Y en medio de todo esto, un operario ha perdido la vida en el colegio Massanassa? Este panorama es un auténtico desastre.
La tormenta perfecta: dos versiones y poca claridad
Cuando hablamos de educación, los debates pueden ser tan intensos como una final del Mundial. Todos tienen una opinión y, a menudo, esos puntos de vista están tan polarizados como la opinión sobre las aceitunas en la pizza (hay quienes dicen que no deben estar ahí y quienes no podrían vivir sin ellas). Rovira sostiene que la situación de los tres institutos es apta para su reapertura; sin embargo, los equipos directivos responsables dicen que no hay intención de abrir porque necesitan más garantías de seguridad. Aquí es donde la tragedia se mezcla con la comedia.
Si te sientes confundido, no eres el único. Imagina ser un padre que ha recibido un mensaje del colegio que dice: «¡Sí, vamos a abrir!», solo para luego escuchar que el director dice: «¡Esperen un momento!». ¡Menuda montaña rusa emocional!
La salsa política: ¿estrategia o incompetencia?
Los comentarios de Rovira sobre los directores de Compromís han añadido más leña al fuego. En su intervención, sugirió que algunos directores son incapaces de trabajar y simplemente ponen «palos en la rueda». Es como si en un partido de fútbol, el jugador del equipo contrario decidiera patear el balón hacia su propia portería; algo que desafía la lógica más básica.
El concejal de Albal, Raúl Esteban, criticó abiertamente al conseller, señalando que no solamente había “abandonado” a los centros educativos, sino que también intentaba culpar a los directores. Y aquí es donde una vez más se cruzan los caminos: la política parece dejar a un lado el bienestar de los estudiantes para jugar a la culpabilidad.
Educación: el gran olvidado en las tormentas políticas
Reflexionemos un momento: ¿qué sucede con los estudiantes en todo este caos? Siempre que escucho sobre conflictos en el ámbito educativo, no puedo evitar recordar mis días de estudiante. Recuerdo una vez que la clase de matemáticas fue interrumpida por una manifestación en el patio. Al final, aprendimos más sobre política que sobre números. Las declaraciones incendiarias de los políticos se convirtieron en minuteros, y mis compañeros y yo nos preguntábamos si, en realidad, algún día aprenderíamos lo que realmente importa.
Las riadas y las tormentas pueden destruir edificios, pero también pueden diluir el enfoque en la educación. Cuando las decisiones se centran más en los titulares y menos en las aulas, perdemos el rumbo. La verdadera pregunta es: ¿quiénes son los que deberían realmente llevar las riendas del futuro educativo?
La llamada de la empatía
A veces, solo un poco de empatía podría cambiar toda la narrativa. Imagínate estar en un aula, sintiendo el miedo y la incertidumbre tras una inundación, y luego enterarte de que tus profesores están lidiando con los caprichos de los políticos.
No es fácil ser un educador; bien lo sé, porque he trabajado con niños en diversas ocasiones. La pasión por enseñar y querer lo mejor para los alumnos a menudo choca con burocracias y políticas. Los directores y profesores solo quieren un espacio seguro donde sus alumnos puedan aprender y crecer.
Es un momento complicado, un cruce de caminos donde el bienestar de los estudiantes se ve comprometido entre diálogos estériles y promesas vacías.
Los tres institutos en el centro del vendaval
Ahora, volvamos a los institutos en l’Horta Sud. Están atrapados en una tormenta de decisiones. Según el comunicado del conseller, estos centros están “listos” para abrir. Pero como bien sabemos, estar «listo» no es lo mismo que estar «seguros». La seguridad es prioridad, especialmente tras las consecuencias de la DANA.
La situación en el colegio Massanassa es especialmente trágica. La muerte del operario es una dura recordatoria de que las condiciones de trabajo y educación a menudo no se consideran suficientemente. Es un momento en el que se podrían y deberían invertir recursos en garantizar la seguridad, comenzando con la infraestructura.
Están los expertos de Tragsa que aseguran que las interacciones de las obras están por concluir, pero la incertidumbre permanece. Si yo fuera un director, también tendría dudas sobre la veracidad de esos informes. La pregunta es: ¿alguien se está preguntando lo que los docentes y padres realmente piensan?
Otras voces en el debate educativo
La comunidad educativa está escuchando todo esto, y a menudo se siente impotente. Si bien es cierto que hay que mantener ciertas normas y regulaciones, también debemos tener en cuenta que los alumnos son el futuro. A menudo durante estas discusiones, me viene a la mente una cita de Albert Einstein: “No puedo enseñar nada a nadie, solo puedo hacerles pensar”. Tal vez la reflexión que deberíamos hacer es sobre cómo hacer que las decisiones se centren en el diálogo y la colaboración, en lugar de en la división.
Esto significa considerar las voces de todos: directores, docentes, padres y, por supuesto, los estudiantes. Después de todo, un instituto no es solo un edificio; es un espacio donde se moldean las mentes jóvenes, que mañana podrían cambiar el mundo.
Humor y un poco de esperanza: siempre hay luz al final del túnel
Y aunque este artículo pueda parecer un lamento sobre la situación de la educación en Valencia, la risa también tiene su lugar. ¿Acaso no es gracioso observar cómo las decisiones de un conseller parecen más un juego de ajedrez que una estrategia educativa? En medio de serias preocupaciones, la ironía de esta pugna puede ofrecer un poco de aliento. Si algo nos ha enseñado la vida es que siempre, siempre podemos sacar algo de risa, incluso en las peores tormentas.
Al final del día, hay esperanza. Si la comunidad puede reunirse, construir puentes de diálogo y trabajar más allá de sus diferencias, la capacidad de mejorar la educación es infinita. Además, ¿quién no quiere ver a un estudiante sonreír porque ha aprendido algo nuevo?
Un futuro en construcción: ¿hacia dónde vamos?
La conclusión es clara. Los colegios deben ser espacios seguros donde se pueda aprender a cualquier costo, incluso cuando caen tormentas. La educación no puede ser una víctima de las batallas políticas.
La pregunta final es: ¿los responsables escucharán y aprenderán de esta experiencia? La responsabilidad de cambiar el rumbo está en manos de todos, no solo de los que ocupan puestos en la política. Así que, querido lector, dejemos que nuestras voces se escuchen y se sumen a la construcción de un sistema educativo que no solo resista las tormentas, sino que también florezca después de ellas.
Como dice el refrán, «al mal tiempo, buena cara». Y aunque el camino sea largo y arduo, el futuro de la educación en Valencia depende de nuestra voluntad de actuar juntos. ¡Así que sigamos adelante!