¡Hola, amigos lectores! Hoy vamos a sumergirnos en una historia increíble que parece sacada de un guion de comedia, pero es tan real como la vida misma. Nos desplazamos hasta la pequeña pedanía de San Miguel de Latre, donde un nuevo santo ha hecho su aparición en la techumbre de su iglesia del siglo XII. Pero este no es un santo cualquiera; este es un retrato del empresario Eduardo Lacasta, y la controversia no se ha hecho esperar en esta mini comunidad de apenas ocho habitantes. ¿Y quién mejor que un bloguero para desmenuzar esta peculiar situación?

De la gloria a la controversia: un nuevo «patrimonio»

La historia comenzó de una manera bastante tranquila en este pequeño rincón del Prepirineo oscense. La iglesia, un ejemplo impresionante del románico aragonés, había sido objeto de una restauración que, a simple vista, parecía un paso en la dirección correcta. Pero, como suele suceder en la vida, lo que empieza bien puede terminar en un puñado de problemas.

Lo que se tornó especialmente complicado fue la decisión de Eduardo Lacasta de incluir su propio retrato como el nuevo San Matías en la decoración de la iglesia. Esto, para muchos, fue un paso demasiado lejos. Imaginen la escena: un hombre que ha sido condenado por estafa y que ha decidido retratarse a sí mismo como un santo. Ahora, ¿quién no estaría sorprendido por tal acto?

Una noticia que vuela

La periodista Cristina Pérez, de la cadena SER en Jaca, fue la encargada de destapar este escándalo. Al parecer, su información llegó a través de un grupo de WhatsApp de mujeres rurales, donde la indignación no tardó en estallar. ¿Y quién puede culpar a la historiadora anónima que llamó la atención sobre el “desastre y ridículo” de lo que estaba sucediendo?

Las palabras de esta historiadora resuenan en el aire, como un eco de advertencia contra aquellos “saltacletas y furtasantos” que podrían amenazar el patrimonio de esta iglesia, que cuenta con un “valor incalculable”. Hoy en día, no es raro ver cómo la ambición personal puede interferir con el respeto y la conservación del patrimonio histórico, ¿verdad?

La reacción de la comunidad

El alcalde de Caldearenas, Primitivo Grasa, se mostró completamente sorprendido. “Nos quedamos boquiabiertos”, confesó. Tal vez porque, aunque la pintura resultante es de buena calidad, el hecho de que un vecino decida pintarse como un santo sin consultar a nadie es, sin lugar a dudas, motivo de preocupación.

Incluso la Iglesia se vio arrastrada a la controversia, haciendo eco de la frase “no sabíamos nada de este asunto”. El delegado de patrimonio de la diócesis, Jesús Lizalde, también admitió no tener conocimiento de la “iniciativa” y, aunque se mostró comprensivo, se preguntó “¿Sería conveniente dejarlas? ¿Quitarlas?”. Uff, ¡qué dilema!

Un nuevo ícono o un nuevo desastre

Es difícil catalogar este acto como mera vanidad. Eduardo Lacasta ha dejado un verdadero hito en la historia del arte contemporáneo. Algunos dicen que “se quiere ganar el cielo”, haciendo referencia a su retrato divino. Pero tal afirmación se torna irónica cuando consideramos su oscuro pasado. En 2020, fue condenado a seis años de prisión por haber defraudado 45 millones de euros a través de su empresa, Fincas Atlanta.

Así que, ¿qué hace un hombre con un pasado como ese? Aparentemente, busca redención a través del arte religioso. Y aquí es donde entra la famosa frase “sobre gustos, no hay nada escrito”. Pero, ¿realmente podemos considerar su acto como una forma artística? Solo el tiempo lo dirá.

La historia en comparación

En muchos sentidos, la situación recuerda al famoso caso de Ecce Homo, donde una jubilada decidió restaurar una obra de arte en su iglesia local de Borja. El resultado fue igualmente inesperado y con un eco mediático que trascendió fronteras. Todos recordamos cómo el pobre Jesús se convirtió en un meme viral. En este contexto, Lacasta podría estar buscando un tipo de fama similar, aunque con un trasfondo muy diferente.

El valor del patrimonio

Como afirmaba Pilar Piedrafita, de la asociación Amigos del Serrablo, este tipo de actitudes reflejan una “incultura y el poco cuidado hacia el patrimonio”. No solo se trata de preservar la historia, sino de educar a las generaciones futuras sobre la importancia de nuestras raíces. La decisión de Lacasta puede ser vista como un ataque a este legado, pero también abre la puerta a un debate más amplio: ¿quién debería tener la autoridad para intervenir en bienes culturales?

Así que, queridos lectores, mientras vemos cómo la pelota ahora está en el tejado de la diócesis y de la dirección general de Patrimonio del gobierno de Aragón, no podemos evitar preguntarnos: ¿será posible que casos como este nos lleven hacia una mayor protección del patrimonio cultural en el futuro?

Conclusión: un claro mensaje a los megalómanos

A medida que seguimos observando esta narrativa infame, nos encontramos con un dilema ético. ¿Deberíamos permitir que los ricos y poderosos molden el patrimonio común a su antojo? O, por el contrario, ¿deberíamos reafirmar la importancia de la comunidad en la toma de decisiones sobre su legado cultural?

Lo único claro es que esta controversia ha puesto en el punto de mira la necesidad de normativas más estrictas en cuanto a la conservación del patrimonio. Y, por si fuera poco, también nos recuerda que la humildad, incluso en el arte, mismo es una virtud a menudo olvidada.

Así que, amigos, mientras esta historia continúa desarrollándose, les dejo con una pregunta: ¿cómo podrían nuestras propias acciones refinar o deteriorar el legado que dejamos para las futuras generaciones? La pintura de un nuevo San Matías podría ser solo el comienzo de una conversación que todos debemos tener sobre lo que realmente significa preservar nuestra historia cultural.

Hasta la próxima, y no olviden que a veces la vida puede enseñarnos lecciones de lo más inesperadas. Si alguna vez se encuentran delante de un “santo” que parece un poco demasiado familiar, ¡quizás sea hora de hacer una pequeña investigación!