El Parque Grande José Antonio Labordeta, un emblemático espacio verde en Zaragoza, se encuentra en la encrucijada de la tradición y la modernidad. A punto de celebrar su centenario, el parque ha sido objeto de un intenso debate tras la instalación del espectáculo navideño Luzir, que lleva consigo un precio de entrada y la polémica generada entre ciudadanos, asociaciones ecologistas y la administración local. ¿Realmente necesitamos llenar de luces y sonidos artificiales los rincones que solían ser un remanso de paz? Este artículo buscará profundizar en los diferentes aspectos de esta situación, revelando las voces a favor y en contra, así como el impacto real que está teniendo en el parque y en su biodiversidad.
Un parque en peligro: ¿espectáculo o agresión al medio ambiente?
Desde el pasado 1 de diciembre y hasta el 7 de enero, los visitantes del Parque Grande tendrán que pagar 15 euros por adulto y 9,5 euros por niño para disfrutar de una experiencia temporal llena de luces y sonidos. ¿Qué hay de malo en una celebración navideña, se preguntarán algunos? Pues bien, las críticas han llegado de parte de diversas asociaciones ecologistas y de los partidos de la oposición. La razón: consideran que este evento ve las desmontando los criterios de renaturalización urbana que el propio Ayuntamiento pretende promover.
¿No es irónico? Un espectáculo pensado para atraer a más visitantes puede acabar dañando el mismo ecosistema que los zaragozanos han disfrutado durante casi un siglo. Los datos son impactantes: más de 400.000 LEDs se encenderán en un recorrido de 600 metros a través de 20.000 metros cuadrados de parque, perturbando la tranquilidad nocturna de un entorno vital para la fauna local.
Críticas desde el corazón de la comunidad
Ese es el trasfondo de las quejas. La concejala del PSOE, Eva Cerdán, ha señalado que el alto costo de la entrada hace que este espectáculo sea «inaccesible para muchas familias». Y hablando de economía, ¿quién no ha sentido el golpe financiero en estos tiempos de crisis? Con una entrada familiar que puede ascender a 50 euros, es natural que muchos se sientan frustrados, sobre todo cuando hay actividades familiares en barrios que ni siquiera tienen acceso a eventos similares por diferencias económicas.
Por su parte, Julio Calvo de Vox, ha criticado la gestión del evento, sugiriendo que hay un claro favoritismo hacia la empresa Zusup, encargada de la organización. O, como me gusta decir, ¿es este el nuevo “reality show” político donde los ciudadanos están en la palestra de un espectáculo cuya entrada es elitista, y sólo unos pocos privilegiados pueden disfrutar?
Un espectáculo luminoso: ¿un regalo o una maldición?
Uno de los aspectos más críticos de esta situación es el impacto en las aves y otros seres silvestres. Según los ecologistas, este tipo de eventos puede alterar profundamente la dinámica natural del parque. En palabras de ellos, «el espectáculo Luzir no es un evento puntual, sino que las interferencias serán acumulativas a lo largo de varias semanas». Y aquí es donde comienza la montaña rusa emocional: por un lado, tenemos la posibilidad de embellecer la ciudad y fomentar la llegada de turistas, y por otro, el riesgo de causar estragos en un ecosistema delicado. ¿Quién no ha sentido la culpa de haber disfrutado de algo que, en la profundidad de su corazón, sabía que no era correcto?
Un reclamo ambiental e informativo
Las organizaciones Amigos de la Tierra, ANSAR y Ecologistas en Acción no se han quedado calladas. Han lanzado un reclamo al Ayuntamiento para que entregue los informes técnicos que justifican la idoneidad del evento. Han recogido más de 2.075 firmas en protesta, un testimonio tangencial del descontento popular y la voluntad de proteger el espacio. Sin embargo, la administración ha asegurado que todos los informes necesarios se realizaron y que el espectáculo es, en efecto, viable.
Sara Fernández, consejera municipal de Cultura, ha invitado a los críticos a llevar el asunto a los tribunales. ¿Qué tal una buena dosis de drama judicial para darle más sabor a la historia?
El dilema de la mercantilización de un espacio público
Más allá de la cuestión del espectáculo en sí, hay una crítica más amplia sobre la mercantilización de un espacio que debería ser accesible para todos. Las quejas sobre restaurantes en el parque y las instalaciones de eventos privados han generado una sensación de desencanto entre aquellos que ven el parque como un lugar que debería pertenecernos a todos, sin pagar por cada visita.
Es bastante gracioso y, a veces trágico, preguntarse por qué ciertos espacios, que han sido un refugio para muchos, se están transformando en centros de entretenimiento que solo sirven a los intereses de unos pocos. ¿No deberían ser estos espacios una extensión del hogar de la comunidad?
La sombra de otros testimonios: ¿una advertencia premonitoria?
Curiosamente, en Barcelona se dio un caso similar con el evento Natura Encesa en los Jardines Torre Girona. Este evento fue cancelado por su impacto lumínico y acústico. ¿Podríamos estar en la antesala de otra cancelación, o tal vez de un movimiento social más amplio para defender la naturaleza? Es fascinante cómo la historia puede repetirse, ¿no creen? No es que los zaragozanos no estén dispuestos a disfrutar de un buen espectáculo, pero que no sea a costa de lo que realmente nos importa.
La voz de la comunidad: un clamor colectivo
La voz de la comunidad está resonando y no se puede ignorar. El impacto ambiental, la accesibilidad y la mercantilización son temas que hacen eco en cada rincón del parque. Desde las aves que pueden verse alteradas hasta las familias que no pueden permitirse disfrutar del espectáculo, el espectro del impacto es amplio. La preocupación se siente palpable y es un recordatorio de que cuando se toman decisiones, deben considerarse las múltiples dimensiones de las implicaciones que conllevan.
La concejala Elena Tomás de Zaragoza en Común ha expresado lo que muchos sienten: «No sigan haciendo esas políticas, busquen otro sitio para que sea escenario de sus espectáculos a dedo, pero que no sea el Parque Grande». Las palabras de Tomás resuenan con fuerza en una era donde la protección del medio ambiente y el bienestar social se enfrentan a intereses corporativos y decisiones políticas.
Reflexiones finales: un parque para todos
La controversia en torno a Luzir es un microcosmos de mucho más que un espectáculo navideño; toca los corazones y las preocupaciones de la comunidad. En lugar de separarnos entre «los que quieren luces» y «los que defienden la naturaleza», quizás deberíamos encontrar un terreno común donde se puedan disfrutar las tradiciones sin sacrificar nuestros espacios verdes.
Después de todo, la magia de la navidad no debería venir acompañada de oscuridad en nuestra conciencia o la naturaleza. La verdadera celebración debería incluir a todos y a todo. ¿Cómo se puede encontrar equilibrio en este solapamiento tan complejo de intereses?
El Parque Grande ha sido un espacio de memoria, de encuentro y de naturaleza. Y aunque Luzir pueda iluminar su recorrido, la verdadera luz debería venir del respeto y la empatía hacia nuestro entorno. La historia de nuestro parque se sigue escribiendo, y como comunidad, necesitamos asegurarnos de que sea una historia en la que todos seamos protagonistas.
¿Te ha gustado el artículo? Espero que te haya servido para comprender mejor la compleja trama detrás del espectáculo Luzir y los sentimientos que genera en la comunidad zaragozana. Déjame tus comentarios y comparte tus pensamientos sobre la importancia de preservar nuestros espacios verdes en esta época de luces brillantes.